Hay momentos en los
que ni siquiera tenemos en cuenta ese tintineo silencioso que cuarta nuestra
existencia arrugando la piel, por ejemplo, es como dar un salto vertiginoso
hacia la vida de las tres piernas (y no es mención sexual más bien senil) para
salir por la puerta con la mentalidad de los veinte aunque en nuestra
documentación figuren más del doble (y aclaro que no hago todavía mención al
tema sexual)
Lo triste es
encontrarse en la barra de cualquier discoteca de moda, justo al final, con los
fracasados babas, agarrando copa cóctel que no se lleva y mirando las curvas de
las perfectas como si nosotros (los mayorcitos) luciéramos porte adonis elevado
a la novena potencia.
Cuando se acerca una
de las gatas al rincón de las penas calenturientas, entramos en esa
transformación al puro estilo “transformers” que consiste en
esconder tripa, ponernos rectos, re-colocar el paquete y dejar brotar esa
estúpida risa con mirada deseo para soltar la inédita ocurrencia de...”¿Qué hace una chica como tú en un lugar como
éste?”…Gilipollas integral que no integrado al tirar mano
de los viejos recursos obsoletos frente a tan divina
criatura...
Pero al loro (bueno,
eso ya no se lleva) pues la partida busca rollo acaba de comenzar con el desliz
que abre el tarro de las esencias olvidadas en nuestro frustrado intento de
llevarnos a la cama, al sillón, a la puerta del baño, al taburete de la barra o
simplemente quedándonos exactamente donde estamos, aprovechando la visita de la
ingenua (que no lo es tanto) para fardar el lunes que nos cepillamos a una
veinteañera sin pasar por el peaje de esos bares con lucecitas donde todo,
absolutamente todo, se magnifica...Ejemplo...(Las copas valen tres veces más,
las charlas con las bellas cuestan alrededor de unas tres rondas, un beso
inocente debe ser abonado tras la debida transacción comercial sin más papeles
por medio que los de la plata contante y sonante...Vamos, cuando llega la hora
de mojar no nos llega para comprar un mísero preservativo, de
pena.)
Centrémonos en la
cacería fuera, lejos, a años luz de nuestro coto habitual, el parque o
supermercado. Ellas se comportan cual interesadas de la enorme y cargada
herramienta, su deseo más oculto y nada disimulado, enseñando encantos que vimos
sobradamente. Y tranquilidad que me estoy refiriendo al vaso de tubo repleto de
cubitos de hielo y mezcla a precio de oro en el recinto escandaloso de las
carnes tiernas.
A postreras
tiramos de cartera con la esperanza vana de tocar teta meliflua e incluso llegar
mucho más allá, así son las cosas en la cabeza de descabezados nada prácticos,
es decir, gastarse los cuartos en toma y toma para escuchar un hasta luego con
beso mejilla y roce en el brazo de busto añoranza; conduciendo nuestro
utilitario hasta las citadas lucecitas que terminan arrasando con nuestros
posibles por los imposibles...Ya sabéis, los mismos que juramos y perjuramos no
volver a repetir y salir directos al pago sin pasar por parvulario, para acabar
repitiendo la jugada la semana siguiente.
La libertad completa
tiene un precio muy alto si la realidad no impera en nuestro inmediato, es
preferible acudir a los lares donde hermosas de nuestra condición añil buscan, a
las lucecitas o el manicomio machacón de las carnes tiernas.
A propósito, mejor
mujer experimentada que no pregunta cómo funciona cuando te agarra lo que
quieres que te agarre, a un mueble inexperto capaz de precipitarte al puro y
neto escándalo, para eso existe cura, las muñecas hinchables (y no, no me
refiero a los flotadores de la playa, esta vez me refería al
sexo)
P.D. Esta vez nos ha
tocado a nosotros pero para ellas también hay manteca, vistiéndose cual
quincenarias para cazar rabos inexpertos. Cuidado, no vayáis a pensar que unos
lo tienen más crudos que otras, a la larga siempre se coge la corta amaneciendo
en el mundo perfecto de edades otoñales. Caricias certeras, bocados al sitio y
sin tener que pedir la paga a papá.
La mayoría lo
entiende y disfruta...El resto, tranquilidad, más pronto que tarde apreciarán
sus circunstancias más que sea en el geriátrico.
Un tono diferente
para un texto distinto, me marcho corriendo al rincón de la barra estruendo no
sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta
ahora.
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© Dadelhos
Pérez