EL SAPO Y EL CUERVO por Dadelos Pérez




EL SAPO Y EL CUERVO por Dadelos Pérez
(Insustancial sustanciado)



Arg!, soltó el cuervo penumbra desde la rama pelada del único árbol moribundo, allá en la entrada del desierto en vegetales, puesto vivían rocas cabañas que albergaban inquilinos varios que no procederé a nombrarlos por carecer de los derechos de autor.

¿Y qué pasó?

Décadas de ventiscas rabiosas con días tórridos que derritieron deshidratando los lagos que fueran, por arenales granulados. También heladas trepidantes por conquistar al mismo instante que se marchara el astro, bajando calores que matan por fríos asesinos. De ahí el nombre le dieron aquellos que nunca lo habitaron cual valle de la muerte, bautizado a su vez por sus moradores como despensa al disponer de víveres cuando osado osaba, cayendo bajo el manto soleado en cocida desquiciada, y de seguir respirando, duro quedaba por el toque noche hielo; por eso las millones de cabañas rocas, los nidos buitre en las cubre naranja y el obeso cuervo esperando en rama mientras dialogaba con el sapo. Un perdido que se encontrara encerrado en botella extraña, que a su vez perdió naturalista científico que crucifica mariposas en libro muerte con dedicatoria a los pies de cada occisa. Imagina la cruenta historia desde renacuajo a sapo baboso tanto como preocupado, al ir evaporando el agua de su encierro cristal mientras suplicaba ayuda al pájaro.

Aleteó picoteando ergo axila, volviendo a lo natural del pose aun levantando suave el pico sin prestar del todo oído; al contemplar en el interior del vidrio su almuerzo gordo, jugoso y con agua suficiente como para desempalagar bocado garganta. Voló como vuelan los cuervos aterrizando junto a la botella que picoteó insistente, comprobando lo resistente del traslúcido celda.

Agarra con el pico piedra, le aconsejó el asado desde adentro, y lanza con fuerza. El cuervo no hablaba, solo caminó en saltos simpáticos hasta una de tantas con tamaño perfecto y peso que fuera capaz de levantar, haciendo caso a su almuerzo charlatán.
Lanzó, y nada; repitió, y menos... Harto y famélico se fijó en la abertura del cristal advirtiendo que cabeza cabía, esgrimió sonrisa típica de esa clase de animal, introduciendo pico asesino, ojos, cráneo hasta el cuello, lanzando bocado de pájaro cazador hacia el sapo que retrocedió pegando su espalda en el culo botella.

Y se lo zampó.

Más quisiera el de pluma noche fulgurante y sin estrella, puesto que el condenado obeso, el preso en botella, agarró con su lengua un pedazo de rama que se coló en la ampolla cuando cayó del carro de su homicida dueño, colocando el palo en la boca del cuervo, el cual, no pudo cerrar ni abrirla al quedar atascado en segunda partida. La primera por astucia del sapo, la segunda heredada por primera, imposibilitando sacar la cabeza del vidrio. Intentó e intentó arrastrando la cárcel de un lado al otro y regresando al principio sin conseguir más quedar agotado por el esfuerzo. Y desde adentro, el verdoso se acostó panza arriba cruzando patas traseras mientras apoyaba cabeza en el culo cristal; para recitar aquello de que solo uno anda muerto, y muerte se sobrelleva mejor no estando solo.

Menudo sin sentido, maestro.


Idéntico a la vida del ser humano, hijo. Muerto anda y en vez de aceptar el destino, muere matando como matara millones su propietario naturalista en nombre de la ciencia, que a consciencia, agarra prepotente el papel del divino siendo terrenal, finito e igual que los condenados. Dicho esto, si el sapo condenó al cuervo fue porque el cuervo sentenció al sapo confiado por su ventaja aparente; mejor hubiera sido romper el cristal o almuerzo olvidar; pero al igual que el hombre, no fue capaz de vislumbrar más allá del bocado y así acabó.