domingo, 26 de junio de 2016

La vida de Martín


La vida de Martín
Beligerantes resuenan los ecos del pasado en los presentes que resultan ciencia ficción para aquellos que agotaron su tiempo. Mirar y descubrir entre párrafos nacidos desde estudios contrastados, eliminando las grandes figuras divinizadas o demonizadas; en definitiva, deshacerse de la paja para encontrar grano puro, devoto; circundado por las adversas realidades que desembocaron en el escenario más dantesco.

Así, sin más labor que leer un libro tras otro, ingente cantidad de documentos desclasificados, topeté con las cartas que escribió un tal Martín desde su cautiverio infrahumano. Los años de su declive coincidieron con el idéntico que padeció la España de la segunda república. Esa ensoñación nacida por causa efecto del rotundo fracaso dictatorial apoyado por la monarquía acorralada, sucumbiendo ambas en 1931, inseminando lo que vendría secuestrando futuro, trabajo, casa, familia, dignidad e incluso humanidad. Bien conoció estos crueles ingredientes el tal Martín, tanto, que describía con enorme destreza la tristeza que padecen los cerdos enfilando ruta muerte, como solía referirse cuando alguno de sus cercanos no aparecía formado frente a la celda para cantar el cara al sol al primer toque de alba.
No pretendo dirimir razonamientos frente a postulados extremistas que para nada albergan motivación razonable, la guerra simplemente es el infierno desencadenado en la tierra, como bien apostilló Martín en una de sus misivas, antes de enfrentarse al piquete de ejecución en los paredones del cementerio de Paterna (Valencia) donde halló descanso tras años de cautiverio…
La simpleza es buena herramienta para que el interlocutor entienda mensaje, comprenda inquietudes y miedo, anhelos y zozobra, incertidumbre enfrentada a la certidumbre de conocer destino desconociendo el día y la hora exacta.

Solamente pretendo pincelar fuera del libro ya publicado, sin interés comercial ni ánimo publicitario; dar a conocer aun escuetamente la barbarie que padeció este anónimo silenciado como tantos miles en los tiempos del barbarismo que desquebrajaron a la España suspicaz, enseñando la peor cara de nuestra especie.

Dicho y advertidos, sin demora y apoyándome con trazas literarias y rehuyendo de azúcares que embelesen demasiado. Dejad que os cuente una historia llana, simplona, arrojada cual víctima ignorada; donde las políticas tan efervescentes en aquella época se disiparon entre las paredes y ventanas enrejadas de la cárcel modelo de Valencia.

Las palabras son ladridos si no las acompañan actos puros, sucios; lo que haces te convierte en lo que eres aunque el resto sólo deduzca lo que puedas aparentar.Martín, 1940.

Durante un viaje programado a la hermosa ciudad de Zaragoza con varios compañeros y compañeras, brotó distendida conversa entorno a las cartas escritas por condenados en los albores del franquismo, recién terminada la contienda militar. Hasta el momento, mi deber se redujo a investigar celebridades del bando republicano, centrándome en la figura del que fue presidente de la república y reconocido escritor perteneciente a la brillante generación del catorce, don Manuel Azaña. Un reto que acepté gustoso al ser devoción de mis curiosidades desde siempre, sobre todo en la figura de este ilustre junto a la del incombustible Ortega y Gasset, por supuesto. Aterrizando en mis manos una de las misivas, la última, firmada con solitario nombre (Martín) gracias a mi buena amiga y enorme periodista, Almudena

“… Las horas se asemejan a los minutos que copian segundos, en el desbarajuste que produce el permanecer atado al olvido. No creas que es mal plato, simple alpiste para canario que contempla la vida desde el otro lado de las rejas, su casa, su destino. El olvido resulta único bálsamo que alivia vacíos donde vuelco constantemente tu imagen. Recordando los domingos misa, los paseos por el pinar, las risas e incluso el cantar alegre de los tediosos cazadores de migas de pan, los dichosos gorriones que tanto molestaban al abuelo con su quehacer natura, despertando al viejo antes de que lo hiciera el sol.
No te preocupes por aquello sentenciado, claudicado y sin remedio. La vida se resume en ímpetu pues prosigue ignorando a los que la abandonan. Tú, dulce compañía que me habla cuando el manto noche me visita, debes seguir cauce con esperanza y alegría. Enseñando mueca gracia al desdén que impera, pues mismamente sucumbirá al igual que los que sucumben en el paredón cada madrugada.
Las palabras son ladridos si no las acompañan actos puros, sucios; lo que haces te convierte en lo que eres aunque el resto sólo deduzca lo que puedas aparentar. Sin importar demasiado las verdades que te rigen frente a esas otras suyas que prejuzgan, condenan y ejecutan.
Decir hasta siempre, pensarlo convencido de que tormenta rige hasta disiparse, mostrando la realidad del ser humano, la bondad, esa faceta tan turbia en estos días que engendran escepticismo, desconfianza y miedo, sobre todo miedo.
Puede que esta noche sea mi última sobre la faz de la tierra, en el sueño que ensueño cada madrugada visitándote, abrazándote, susurrando sentimiento que no decrece, todo lo contrario, pues amor me inunda en cada centésima existencia desde que albeé descubriendo tu candor, entregado, convencido, enamorado.
Intenta vivir, amor mío, inténtalo por ambos. Yo moriré por los dos, arrancando sufrimiento para sembrar quietud en cada día, hora, segundo. Lágrima o sonrisa, recuerdo afligido entre mueca morriña y silencio prolongado. Para susurrarte a través del viento que te siento, te amo, te cuido pese a no disponer de la física existencia burlada por el espíritu que siempre danzará alrededor tuyo, siempre, para y por siempre. En el eterno amor que te proceso.
Martín.


No pude reprimir la emoción que me produjo leer, empatizar con el bello poema dramático, trazas perfectas del texto literario soberbio, inmejorable y escrito con vulgar lápiz… Martín se convirtió en objetivo primordial que no tardó en encontrar oposición tajante por parte de la editorial, hasta que presenté resumen elaborado de su historia tras escudriñar montañas de archivos y cartas en mi tiempo libre, ganando así el derecho que le fue negado en 1940. La editorial se rindió ante lo evidente, buscaban alma rota desde el punto científico y dejaron todo un capítulo para esa otra más humana, desconocida y con demasiados parentescos alejados de idearios políticos que no contestaba nada, más bien, lo cuestionaba todo.

Puede que de todos mis trabajos profesionales, rescatar a Martín represente punto álgido en mi afán por transmitir la realidad real del de a pie, del olvidado por los volúmenes de historia. Una pizca oscura que entrega luz, sin lugar a dudas. Un recordatorio que no solo le recuerda, nos recuerda desde la introspección tras calzar los zapatos del otro. Porque en lo más profundo de nuestra ánima todos somos Martín, perdemos y nos levantamos ensoñando esperanzas para la hora siguiente tras inesperado u obviado contratiempo, que llega apoderarse de años, décadas. Somos seres finitos, entregados y ofuscados, caritativos y avaros; pero cuando suena el redoble de campanas anunciando fin, curiosamente, todos reaccionan idénticos, abrazando la concordia, el amor, la empatía frente al prójimo pese a que éste monte fusil, apunte gélido y arrebate su vida.

Espero no haber aburrido demasiado con este cambio temático, si fue así, lo siento. Y gracias.

© Dadelhos Pérez



viernes, 24 de junio de 2016

Aquel verano

Aquel verano

La hipótesis de lo que pudo haber sido queda en el poso imaginario, pariendo estrofas conmovedoras en perfecto hilo argumental, sustancia que retrae la verdad convertida en leyenda, cuento, historieta. No importa demasiado como se le llame. Pero desprende, eso es lo que impone en sus primeras albas, impregnando comprensión cuando pasó el toro, cuando no queda oportunidad de maniobra a merced de las divagaciones que pueden lindar en vastos perfectos o sucumbir en culpas aflicción.

Nada de esto importa demasiado cuando a solas brota recuerdo alejado de las fantasías que adornan derrotas, victorias o meros segundos puntuales capaces de aletargar en el subconsciente para invadir el consciente súbito, con taza humeante de café hirviendo en mano. Y sé muy bien de lo que hablo, lo que pretendo expresar a la nada que no calla entre las cuatro paredes del retiro que me retira. Sin negar la delicia de recordar las caricias conquista sobre la porosidad perfecta de la dama que se convirtió en diosa en mis años fértiles, en mi presente occiso, agrio, gris...

Es verdad que no puedo percibir su aroma, escuchar su canto que amarteló al que persiste embrujado y anegado por arrugas taras, por experiencia pasada, caduca, a la espera del último epílogo existencia. Restando el recuerdo del primer beso en aquella noche primeriza, sentados sobre la granulada mediterránea de la playa vacaciones y admirando el reflejo de la generala luna; un perfecto pretexto para descubrir los secretos desde la inocencia que nos regentaba tras salir de la niñez y despertar en la adolescencia, en la vida, entre ansia, en lo bello que te adentra cegado y te acaba condenando cuando tarde es pues tarde lo comprendiste. Mi noche hasta el alba con ella, tu madre.

La atmósfera festiva que se respiraba en las angostas calles invitaba a cualquier cosa menos al romanticismo, por aquel entonces apenas superaba los catorce años y andaba siempre bajo la mirada sargento de tu abuela. Nos sentamos en la terraza donde solíamos cenar aquellos vistosos platos de marisco. Recuerdo la brisa marina y la multitud paseando por el marítimo entre amenas charlas y risas. Estaba convencido que aquello era lo más parecido al cielo aun sin querubines controlando moralidades.

Papá me dio calderilla tras pagar la cuenta, algo que redundó noche tras noche desde que llegamos, ante mi tesón por el juego de marcianos situado en los adentros del local, junto a la expendedora de tabaco. Ellos, bueno, tus abuelos disfrutaban del amargo café servido en taza porcelana sin que éste pudiera acibarar su complicidad, pasaban horas charlando en la terraza amor hasta que regresaba de mis partidas estelares. La imagen de mis padres surcando los anhelos mientras entrelazaban manos, acunados por lo espléndido cual marco incomparable, quedó grabado en mi mente como respuesta y ejemplo de lo que es querer, pues siempre busqué alcanzar el mismo zenit que ellos disfrutaron desde que soy capaz de recordar, mi primera imagen, mi primera sensación, mi gran objetivo.

Entré en las panzas del bullicioso local encarando la máquina dispuesto a zanjar mis asuntos con las hordas invasoras, cientos de naves extraterrestres que defendían la nodriza, mi objetivo desde que comenzaron nuestras vacaciones.

Primero desentumecí mis manos para acometer moneda que descendió tras colarse por la ranura hasta sonar a hucha llena; y seriado, concentrado, conjurado para derrotar de una vez por todas al imposible del ejército enemigo provisto de cadencia de tiro exagerada, misiles, ráfagas destructivas y estrategia baile perfecto de sus letales cazas...

¿Te queda mucho?

Todo un ejército bien pertrechado.Respondí sin mirar, en plena contienda bélica.Pero tranquila, cuando acabe tendrás al rival casi noqueado, no pienso dejar ninguno.

Espero que sólo sea reacción frente al juego, te veo algo ansioso.

Tranquila, no soy de grescas. Más bien rehuyo de ellas al considerar que es una pérdida de tiempo. No sirven de nada.

¿No luchas por lo que quieres?

Trabajo por lo que quiero, es lo que me enseñaron mis padres. Siempre lejos de la violencia. Solucionar con puños lo que no se sabe con palabras es evidenciar inmadurez y carecer de empatía. En realidad no sé que carajo significa, aunque mamá no deja de repetirme que ya lo entenderé, que es cosa de tiempo. Y llevo años esperando ese tiempo para entenderlo. Así que sólo sé soltar la frase y esperar que no descubran mi latente ignorancia. A propósito, tampoco sé qué significa latente, así que mejor no preguntes.

Eres un muchacho distinto, ni siquiera has dejado la partida para hablarme. Y esa forma tuya, no sé...

Sabes, los marcianos me liquidaron en el nivel veinte, donde siempre claudicaba. Hay cosas que nunca cambian y mi relación con los vídeo juegos es una de ellas. Aunque si no fuera por mi obstinación delirante de ganar al tedioso juego, jamás hubiera conocido a tu madre. Esa dulzura que apaciguaba tormentas desterrando tormentos con palabras repletas de sentido tanto como sentidas. Ella siempre fue la piedra angular de nuestras vidas, el oxígeno entre tanto gas perjudicial, sueño eternizado despierto mientras estuvo entre nosotros. Representa mis fuerzas y debilidades desde aquel instante inocente hasta el que ahora me acompaña en mi eterno recordar y esfuerzo porque tú no olvides. Mamá sigue estando con nosotros, hijo. Canta la vieja canción de nana y te acuna desde la distancia cercana del recuerdo que prolonga su existencia hasta que dejemos de recordarla, hasta que ni siquiera nos recordemos.

Papá, ¿volveré a tener una mamá?

Ya tienes una mamá, hijo. Puede que para verla tengas que recurrir a tus recuerdos y para escucharla, nos veamos obligados a hablar de ella. Rememorar sus perfecciones que andaban en lindes imperfectos hasta comprender que esas imperfecciones no fueron taras, nada de eso. Mamá siempre será mamá y debes estar orgulloso por lo que fue ya que eso te convierte en lo que eres, un niño increíble que resiste día a día esgrimiendo sonrisa pese a la dureza que nos sirve el destino. Seguirás tu camino, hijo mío, alcanzarás el destino que mereces, sin duda.

Señor, tenemos que llevar al chico al preoperatorio.

Está bien, gracias.

Papá. Si cuando me duerman no soy capaz de despertar...

No digas eso hijo, despertarás y volverás a jugar con el balón, ese nuevo de nombre impronunciable que te compré la semana pasada.

No volví a escuchar su voz al igual que pasara con ella, quedando a la deriva sin alcanzar el puerto finiquito cual único bálsamo eficiente frente a mi evidente averno en vida. Paso las horas sentado en la nada, estéril, inerte, con la taza porcelana humeante y el otro humo más dañino recorriendo mis adentros para escapar al cargado y decrépito ambiente. Mi hijo marchó con mi amada, mi hijo murió en pleno invierno gélido que se instauró perpetuo con pretensión de quedarse para siempre, haciéndome la misma y redundante pregunta entre soledades, entre asfixia, aflicción...
¿Por qué no viniste antes?

¡No responde!

¡Sigamos con la reanimación, sigamos, hay que continuar!

Aquella primera noche con ella, sentados en la granulada mediterránea, admirando el reflejo de la generala luna; un perfecto pretexto para reunirme con los míos, jugar con mi hijo, hablar, compartir, abrazar hasta la eternidad eternizada... Volver a la felicidad perdida que se encuentra hundida entre brumas algodón dulce, cánticos de ella y risas del pequeño. Por fin los encuentro, por fin me encuentran. Por fin acudes a mi rescate, te acuerdas de la que nunca olvido, Parca.

Te están esperando donde siempre, en la arena.―Susurró la muerte.

No hay nada que hacer, una lástima.―Sentenció el médico.

® Dadelhos Pérez 2016






martes, 21 de junio de 2016

El desván del desdén

El desván del desdén.

Hay historias que rompen moldes provocando arcada y cierto desespero. Esas que reinan entre sombras y espantan al respetable cuando la luz desenmascara el secreto que esconde tormento, la enfermedad de su horrendo protagonista, en este caso, solitario a consciencia atado a ideario psicópata en diminuta ciudad idílica a orillas de la mediterránea, en la costa levantina...

Posiblemente acudiera víctima de mí mismo, cargado con parca bolsa deportiva e ingente resquemor revenido del adverso que me propinó la vida. Herido, añadiría sin intención de adentrarme en ese dolor que todavía persiste latente en el baúl de mis recuerdos, los malos, por supuesto. Pero llegué, hospedado en un pequeño motel entre naranjales y acequias cercadas por juncos vigorosos, el más económico de la zona, con la disposición de depurar mi atiborrada mente y saborear platos universales de la tierra engalanada por verdes parajes. Un respiro que esperaba infundiera idéntico en el trastocado coleto obsesivo, dependiente entorno a cuestiones simples que complicaba a cada calada del cigarrillo moribundo frente a la atención entregada del cenicero. Además, el consejo de mi interno melló perspectivas frente a las nulas que albergara por aquel entonces, saliendo hacia el nuevo destino con la vieja maleta vacía de certeros propósitos, una nueva aventura.

Recuerdo las calles angostas y las fachadas cal que morían en lo alto del rojo sangre de las tejas centenarias, un paraíso quieto, parado, inamovible en el tiempo siempre entregado al avance sin sigilo, deambulando sus varillas asfixiantes mientras nada acontece en el momento que muere tras el tic o el tac. Sin duda frecuentaba lares que atormentaban esperanzas o ilusiones, las cuales quedaron postergadas a meras quimeras infantiles destinadas al occiso cajón del olvido junto al drama que padecí. Hasta que tropecé accidentalmente con Bárbara, refinada lectora que pasaba sus años pintando en su estudio. Artista nada reservada y dada al diálogo inteligente que fue capaz de encender la bombilla empatía agotada en mis adentros. Y así mismo comenzó todo, con un simple buenos días:

Puede que fuera su imponente físico, atracción química mal disimulada en mis trémulas carnes cincuentonas, o tal vez restituyera en mi alma comprensión mediante conversación que desatascó en cierta medida mi obtusa ofuscación, descubriendo que afuera también existe vida. No sabría concretar el punto sentimiento que me traslado a la casilla existencia despertando viejos anhelos, esos que empujan poderosos hacia la creencia frente a ella, al respirar o comentar insignificancia que alza consecuencia tras compartir con alma cercana a la propia. Un suspiro amartelado quizá, un deseo irrefrenable por besar, abrazar, amar... Solo puedo añadir que vi de nuevo sonrisa en mi tez frente al espejo óvalo del diminuto cuarto de baño, esa mueca niña que creí desterrada de mis días y noches. Incluso me abandonaron las pesadillas constantes a lo largo de aquellos meses agónicos, olvidando hasta las deudas que dejó mi ex en el cajón abandono tras abandonar incluso eso y lo otro, todo, absolutamente todo. En su caricia occisa, falaz...

Fue en tarde de vulgar sábado ya que para mí todos los días eran domingo siempre que gozase de su compañía. Dejé sobre la mesita de noche el portátil y el molesto móvil para cruzar la pequeña ciudad hasta alcanzar la orilla arena, paseando, distendido, ilusionado y preso por pasiones que intentaba frenar para no estropear lo idílico. Pensé que ella quizás también andaba barajando tórrido encuentro, fuera víctima de su naturaleza como lo estaba siendo yo de la mía. Aunque la prudencia imperó a la espera de alguna señal que me condujera a la plena felicidad. Creo que fue mi segunda adolescencia anegada por cordura que quebraba ante la posibilidad de intimar con Bárbara, me visitó la felicidad ensoñada mientras esperaba la plena...

Cuidado jardín presidía la entrada del estudio, jazmín en el enrejado y varios cipreses en edad madura denotaban cual monarcas de entre la variedad que vivía en las cuidadas tierras. Crucé el pasillo de cemento hasta el porche ataviado con mesa y sillas de mimbre teñido en bronce, varios cuadros colgados en la fachada junto a cerámicas típicas de la zona. Percatándome de la entreabierta abatible de físico madera pino y pomo dorado, así que empujé suave asomando cabeza cual niño entusiasmado que busca sorpresa desde la inocencia que lo convierte en lo que es.

Las posibilidades reales se entremezclaron con fantasías juveniles destilando panorama imposible con posibilidades, es cierto que aguanté mis delirios por miedo a topetar de bruces ante negativa, sufriendo su probable alejamiento y regresando al vacío existencial de donde procedía. Así que tras vocear animado, entré esperando verla, admirarla, escuchar su voz celestial que tanto apacigua preocupaciones despertando instintos básicos. Pero al igual que mal chiste a medio contar, hallé soledades invadidas por silencios en aquel habitáculo artístico. Lienzos donde se apreciaban parajes cercanos, personas felices, reinos de la salada a media tarde y vasto universo que descifraba la calidad humana tanto como su destreza artística. Nunca antes fui testigo de tanto potencial impreso a pinceladas por sus tersas manos con cuidadas uñas rojo apasionado. Simplemente me senté frente al más enorme aun por terminar, una habitación entornada en grises con ventana conquistada por la luz liberadora del astro rey, junto a difusa silueta, mero esbozo a medio hacer, solo sombra... Solo sombras...

Crujió la madera chivando movimiento en le planta superior que me rescató regresando a la realidad; y sin dudar, borracho por estúpida inocencia, subí la escalinata que yacía pegada a la pared alcanzando el altillo... Esperaba descubrir pasillo preñado por varias puertas dando con una pequeña y en mal estado. La del desván, ese cuarto representativo donde se dejan las pesadillas y los temores hasta que retornan vigorosos en noches aflicción, aun solo resguardando viejos muebles, libros olvido e infinidad de recordatorio abocado a su adverso. No pude evitar entrar en la panza historia, en el templo de los secretos; mi curiosidad me arrastró como en tantas ocasiones para plantarme estoico en el centro buhardilla con sensaciones que bien conocía, que bien conozco. La vida despierta y la ensoñada o dormida, dos planos diferentes que convergen en las propias carnes diseñando al individuo. Creo que aun no era consciente del plano real por culpa de no otear más allá de mi propio interno, sobre todo cuando caminé hacia la vieja mecedora abrazada por polvo décadas, la que muerta encaraba la única ventana soportando telarañas cual única compañía. Y allí estaba, acurrucada tras el enorme baúl verdoso, quieta, inerte, occisa en esencia aun respirando acelerada, nerviosa; cuando percibió mi presencia. Entonces, sólo entonces desperté.
Desde siempre preferí el gélido acero, supongo que es herencia de aquellos domingos en familia allá en tierras maternas, mamá sacrificaba conejo destinado a ser centro del plato, siempre el mismo, arroz. Recuerdo que tierna lo colocaba entre sus piernas acariciándolo mientras canturreaba aquel meloso tema, el mismo que nos dedicó cada noche antes de dormir. Agarraba las orejas del animal pisando delicada sus patas traseras para rajar gaznate sin dejar de tatarear. Además, detesto que me miren en plena agonía mientras sucumben a la asfixia, es un final que nada llena, se lo aseguro...

¿La volviste a matar?

Doctor, la muerte es selectiva, solo visita una vez. Volver a matar puede resumirse en recordar íntimo acto que ambos compartimos en aquel desván. Sueños desterrando pesadillas, ya me entiende.

Háblame de mamá.

No tengo nada que decir al respecto, mamá fue un ángel sin alas, condenado a la cárcel de la tragedia pagando con vida su hecatombe. De ella solo quedan pasajes escuetos adobados por inmensa felicidad.

¿Cómo te llamas?

Me llamo rabia, soy fruto directo de la impotencia frente a la incoherencia cual refugio del débil. Aunque todo el mundo me conoce como (…)

¿No recuerdas tu nombre? Puede que regresando al desván descubras quien eres en realidad, ese asustado que se rechaza desde que mamá enfermó. Si fueras capaz de visitarlo sin miedos que te cohíban, sin brumas que disfracen, aceptando...

Me llamo (…)

Entiendo la dureza de la pérdida que sufriste, un desquite de mal destino que soportas cual peso que te condena atrapada en esa insulsa ensoñación. Ni siquiera el arte te retorna al plano realidad por tus ansias de no aceptar la tragedia y seguir tu camino en la vida. El sentimiento otorga tristeza frente a la derrota, pero es inmune frente a la realidad de lo que fuiste y eres, de lo que serás hasta el último aliento de tu existencia.

Me llamo (…)

Fue un rayo de esperanza vencida al convertirse en encuentro, realidad; carne y hueso, y depositaste todo tu empeño por procurarle felicidad. Es algo digno de admirar, consecuencia directa del amor incondicional. Puedes regresar todas las tardes al desván desde el diván, cruzar las llamaradas de tu infierno diseñado para regresar a tu habitación a la espera de nueva sesión...

Me llamo (…)

Tu hijo murió a manos de ese psicópata que te mantenía entre engaños, no es culpa tuya, nunca lo fue...

Me llamo (…)

De nada te servirá el repetido suicidio fantaseado, tienes la oportunidad de levantarte, deshacer los nudos y abandonar el desván del desdén para retomar esa otra pasión que dejaste olvidada tras el asesinato de tu hijo, tras la locura de tu esposo que desencadenó tu condena cuando enseñó su verdadero rostro... Vuelve a la lectura, a tu universo artístico que tantas puertas te abrió en el pasado. No eres él... Eres ella.

Me llamo, Bárbara.

®Dadelhos Pérez




sábado, 18 de junio de 2016

predicado

Predicado

Las simplezas quedan obsoletas cuando obtusa avizora el alma...


Fulgura la luna en lecho crispado de noche incoherencia, al enfrentar soledades por necedades que apartaron tu presencia, quedando huérfano y arropado en mi introspección enemiga, que grita...
Predicado fuere y oídos no escucharon, entrando por el corredor decadente que cobra pecados en la sala silencios, antesala de los rotos. Abrazado por desdicha evitable que convertiste en signo carente aun pronunciando reiterado en oratoria falaz, cómodo, dejado... Soy dado al amor que me vence, soy cordero manso en prado, aire benévolo, lluvia en secano, agua cristalina que a sediento calma otorgando esperanza tras duros trancos. Pues con toda mi alma me entrego sin renunciar a lo que fuera para ser lo que fuese; y en medio; la condena que hiere al amor marchado entre sinsentidos cobardes del que a solas mendiga perdones al reflejo plata. Olvidando que no la ultrajó a ella, aun siendo aliada antigua del presente amor occiso que recuerda, atontado frente a la nacarada reina en los lares de la eterna salada... Bárbaro indecente, atacado por los egos subsistencia reconvertidos en delirios divinos cuando sólo eres carne, sangre y huesos... Extremidad poderosa sin cuerpo... Físico acéfalo o perfecto ahogado en los lagos lúgubres de su adverso... Beso no es moneda que conduzca hacia empatía alejada de tu ombligo universo. A la postre, solo en tu fantasía pueril que la luna observa despreocupada en su quehacer trillado, pues nunca, te repito sin alentar mal, nunca fuiste el centro existencia que con clemencia dicta condenando al resto finito...”
¡Basta, te digo! Para de marcar en mis pieles las hieles de mi erro. Soledad soportaría estoico si tu voz sin cuerpo no alimentara el fuego aflicción. Sentado en la granulada y mirando esperanzas en la reina alabanzas que reflecta amor de su ausente, el astro rey vigente o sol cuan nombre de pila. Puesto ella soporta carga milenaria persiguiendo a su amado de la misma forma que su amado la persigue en día... Por eso estoy dejado entre cánticos grillos y brisa marina, aprendiendo a aceptar mis ruinas para reconstruir humilde comienzo que arranque desde mis restos resurgiendo de mis cenizas...
Tonto valiente. Loco ido que vuelve. Música sorda, argumento absurdo con lamento inconsecuente. Nada es lo mismo, nada lo será, ese sin fuste refugio como si hoja escribieras quedándote trescientas para concluir tu final, cuando apenas te resta párrafo despedida en tétrica prosa aceptación que no te acepta. La luna es tierra y el sol mera estrella que cohabitan en el vasto de los vastos... Mientras tú, insignificante pasado predicado, permaneces ahorcado con la soga imposible, quemando años y ensoñando fortuna que nunca llega... No vuelvas a decisiones expletivas, maqueadas con diferentes adjetivos que difieren de los verbos que te reinan, y acata la tremenda predicada que no escuchaste, caminando sin más...”
Caminando, ¿Adónde?
No existe destino escrito en ninguna existencia, mi querido predicado, el camino es convergencia ante las evidencias que destilan personalidades sin importar sinos o rumbos... Sólo tranco que supera a su gemelo... Llámala, dile verdades que sientes obviando las necedades que crees que desea escuchar, y acepta...No importa el perder si se perdió con honra, dignidad que dignifica insuflando respeto que perdurará en los silencios incómodos de ella... Puede que chille cóleras por lo que representaste al principio, siendo sólo eso, principio. Sin embargo mi voz juez silenciará tras tu acto noble, esa confesión que necesitas ejecutar gélido, sin máscaras ni peros... Decirla sin embozo... Perdón, os sigo amando... Hasta siempre...”
Que así sea... Perdón, os sigo amando... Hasta siempre... (Y albeó nuevo día consumido por su egolatría, víctima de sí mismo.)


®Dadelhos Pérez








jueves, 2 de junio de 2016

Rompe odas


ROMPE ODAS (Jodiendo poemas)



No hay tiempos que marren, ni olas quietas. Es recodo entusiasta en segundo ganado mientras labran recuerdos divisando horizonte, ocaso. No existe más que aquello que fuera regurgitado con la ternura de revivirlo. Un soplo divino que alienta condena, puesto observar la serena iluminada por el reflejo luna, acuna alegrías occisas y me devuelven al cotidiano, regresando del marchado que me retorna a la espera...

Pace madrugada mientras la peinada por brisa noche espera, arena (...) paso diera, paso entregara; cuando los cuanto desbordan por los nulos que me quedan alcanzando indolencias enajenadas (…) al descubrirte ensoñado, al divisarte caminando por las brumas de mi mente mientras me rescata un zumbido intermitente y pesado, insistente y agudo, aciago y perverso (…) que de repente (…) jode el verso...

Antonio, el despertador.

Lo sé, cariño, lo sé (…) No hay tiempos que marren, no. No los hay.

© Dadelhos Pérez



miércoles, 1 de junio de 2016

EN LA CALLE PRINCIPAL

En la calle principal

Cierto que como punto centro roza lindes lógicos y esos otros disparatados al pulular ingentes almas en toda su gama existencia tan magnánima. Tiendas de ropas marca, baturrillo oriental, restaurantes de moda y pega. Cabida desmesurada donde se explaya la gente entre turismo y necesidad; puesto esta última es la que me ocupa, impávido, decidido y con todo el descaro que me proporciona teclear pariendo letras desde el anonimato falaz de mi humilde estudio. Sin más preámbulo, procedo inmediato al descalabro que raja la bolsa ideario de la sociedad ideada, escudriñando entretelas donde anidan olvidados que recordamos cuando la tinta prensa hace referencia enmarcando aciago pasaje tercermundista. En este caso, don Pablo; cuarentón desdentado que labró futuro en la bendita construcción de los años burbuja consiguiendo el premio gordo del desahucio físico y moral. Para acabar mendigando a las puertas del supermercado elitista con vaso reclamo de plástico y mirada perdida, donde a duras penas cosecha euro escaso que procure el insuficiente papo. Hasta que decidió incitar suerte echando primitiva a tientas de que hacerlo resultaba pasar día sin pan, que pese a imposibles, atinó pleno. A veces cantan las musas en escenario tétrico rescatando condenado e impartiendo algo de justicia, aun tardía.
A todo esto, su primera compra resultó exagerada bajo el prisma de los muchos testigos, viendo la comparsa de carritos compra atiborrados con todo tipo de comestibles, los cuales, compartió con sus hermanos podredumbre en plena calle principal, sin atender a los representantes bancarios insistiendo igual que insistiera en sepulcro silencio con vaso en mano a las puertas del supermercado día tras día. A lo que les respondió invitándoles a la comilona siempre y cuando se quitasen el traje falaz mostrando su auténtica naturaleza. Si esto mismo lo hubiera dicho en sus días infierno lo tacharían como lo tacharon, loco muerto de hambre. Pero en su relucir millonario titula la prensa: La suerte sonríe al filósofo... Que cosas tiene el papel moneda, ¿verdad?



®Dadelhos Pérez