jueves, 28 de julio de 2016

Acto primero CUAL ME LLAMAN

EL CANTAR DEL MENDRUGO
SERIAL LITERARIO teatral
Acto primero CUAL ME LLAMAN


― Cual me llaman, no es mi nombre al no vestir nombradía alguna, siendo pasto de lenguas viperinas en claro acoso cobarde que desacredita siempre con mentira de mentir o falaz mentira, al menos, cuando referencia consciente atañe directamente al humilde que os habla. Me llamo, El Que Pana, no hay más en mis credenciales que insulsas quijotadas que suelen terminar con enfado desmesurado del marido corneado sin toro, ni plaza... A sus pies, señoría.
― Mucho parláis haciendo esos gestos tan extraños con las manos, aquí no habitan moscas para manosear ido. Puede que esté acostumbrado viviendo donde anida, me pasaría lo mismo sin duda del dudado que dudara (…) Como puede apreciar, también sé de galimatías.
― Dejemos de circundar con pretexto indeterminado cual gallos encerrados en corral sacando pecho pluma, y no lanzo segundas. Vos me hicisteis llamar con urgencia que asesina paciencia sin considerar los quehaceres de mi tiempo. Y aquí me tenéis, vestido para la guerra o el degüelle, nunca se sabe que destino espera aun con certeza que aciago es lo probable, más que nada, por los actos deplorables de mi historial casi leyenda. Aunque creo que vos no tenéis dama consorte o amante damisela. Eso me hace respirar tranquilo al intuir negocio contante y sonante en vuestra reclama... Vos diréis.
― Cierto, El que Pana, muy escudriñado vuestro alegato. Tengo grano molesto que turbia mis días desde hace semanas, y eso que todavía no llegó al castillo. Pronto aparecerá rugiendo descarada y acosando a mis jóvenes cadetes. Me refiero a mi hermana, la duquesa Zampa Zanahorias. Pensé en vos de inmediato por las historias que escuché acerca de furtivos romances que duraron días...
― Los roces caricias duraron semanas, señoría. Es un don que bien altera a demasiados que pretenden decapitar mi cabeza, y me refiero a la que mea, la anaconda insaciable que guardo enrollada...
― ¿Enrollada? Bueno, no me importa demasiado como guardáis vuestra espada; enrollada, doblada, en la fresquera o en el baño. Siempre y cuando vigorice frente a mi hermana hambrienta y arranque esa lascivia que la corroe de tal manera, que deja reguero a su paso nocturno, siendo clara exageración cohabitada con trazas certeras.
― Mi precio va relacionado al tiempo empleado en el envaine de mi espadón, excelencia. 100 piezas de oro un día entero con su noche, por supuesto, solo deteniendo el machaque para saciar necesidades básicas. Entienda que también soy persona, no un salido profesional a secas del roce entrado que sale a remojo, entrando al instante para acelerar acción redunda al son gemido...
― ¡Basta! No hace falta que seáis tan explícito. Os daré 100 por cada día que desfoguéis a la insaciable, siempre que no se meriende a ninguno de mis cadetes. ¿Podéis hacerlo?
― Mi experiencia grita confiada y sin margen de error, que sí, señoría. Indicadme cuando he de empezar a machacar embistiendo y gustoso ensartaré a la duquesa...
Labor creyera y tormento albeara, cuando calesa alta alcurnia en luto engalanada, llegase custodiada por la guardia rancia de soldados esqueléticos que apenas se mantenían en sus monturas. Desde alcoba encalada en la torre delicias, El Que Pana atisbaba receloso e impaciente por descubrir las calidades féminas del objetivo, imaginando cabellera cobriza descendiendo en caída rizo sobre hombros leche, siempre, inducido por el nombre tan sugerente de la dama... Cuando salió de las panzas carruaje una joven atractiva de guedeja ébano y tez morena, esbelta, dotada, pletórica... Un ángel del amor o una Diosa deseada. Y el perforador dijera...
― ¡Amalgame! Es lo que pronto ocurrirá entre la dulce duquesa y este afortunado.― Siendo interrumpido por el guardia barriga tonel y mostacho filtra hidromiel al que era adicto.
― ¿Amalgame? Usáis un vocabulario que no entiendo, pero afortunado por ser plato de la Zampa Zanahorias, lo entendí. Antes dejaría que el verdugo real seccionara mi testa.
― Será por vuestros gustos que andan desviados. Cualquier hombre desearía encontrar la muerte entre la tersa piel de tan angelical presencia...
Dejó la alabarda apoyada en el muro para acercarse a la ventana, observar, regresar por donde vino, recuperar el arma y soltar impasible...
―Esa, no es Zampa Zanahorias, señor. Es su fiel doncella.
Casualidad cuando nube soltera increpó el fulgor del astro rey sonando redoble de campanas luto, al menos en su interior, al divisar cachalote de 500 libras abandonando la tripa calesa. Piernas elefante y brazos orangután dopado, esgrimía gesto salido cual can salivando frente a comida degustada por su dueño aun sin bailar lengua o mover cola frenética, pues según el guardia carecía de ella, aunque El Que Pana albergaba serias dudas al respecto... Chillara ergo, cual niño asustado en madrugada pesadilla...
― ¡Higos resecos a la sombra del hastío! ― Desconsolado buscara consuelo.― Al menos tiene cueva del amor, espero. No me gustaría protagonizar un cruce de espadas como la última vez.
― Oh, sí. Tiene todo lo que tiene cualquier mujer, sumando la fuerza de siete hombres y su insaciable apetito, señor. No es su aspecto, para nada, le contaría las habilidades bélicas de la duquesa, pero sería como estropear la sorpresa...
― ¿Habilidades bélicas?
― Suele perder el control cuando alcanza el frenesí que estremece carne, el último no pudo superar las heridas falleciendo al tercer día… Según narrara el médico real, tenía el puñal partido y amoratado, tanto, que le llegaba hasta el ombligo.
― ¿El puñal?
― No seáis ingenuo. El amoratado.
― Eso está bien. Si el puñal no superaba ombligo lo mejor es... Bueno, no importa. Sea titán o resulte coloso encendido por cálidos deseos carne desenfreno, tengo remedio con mi espadón. Además, sólo serán unos días. Caerá agotada con toda seguridad.
― Discrepo agarrándome a antecedentes, buen ensamblador de carne. La duquesa acabó ella solita con la guardia vanguardia de la élite militar, esos bravos que no conocen derrota en campo de batalla. Los disecó a base de rozamiento explícito hasta que alcanzaba cresta, después albearon los guantazos que retumbaban haciendo temblar los muros del castillo, aún recuerdo aquella salvaje noche infernal, pensé que se trataba de un terremoto. Imaginad, veinte hombres fornidos reducidos a tirillas de piel y hueso. De ahí que impere terror en su hermano, mi señor, al extenderse por los reinos la devastación de los invencibles que provocó que nadie quisiera alistarse, todo un drama que sonaba cual maldición en el ducado de don Traga Zanahorias, alias, el sopla nucas... No os cuento más. Puede que vuestra maestría en el campo carne encuentre rendija por donde salir airoso, que no airado.
― No temo a hembra desbocada que ruge endiablada víctima del ensarte repetido, al son chasquido que rivaliza frente gemidos descontrolados y llegando a arañar poseída, está claro, por mi ponencia exagerada. Tan exagerada, que no puedo mear cerca del establo por el monumental enfado de los sementales, los cuales, se sienten en evidente inferioridad en cuanto a sables, por supuesto, ellos me ganan en vellosidad. Si culmina propinando bofetada, patada o coz; la solución es bien sencilla, hincar el espadón hasta la mitad para permanecer fuera de su alcance... Todo anda controlado, soy un experto de la carne que goza de historial legendario en continuo crecimiento, y no miento... Si fuerais dama os mostraría mi lanza sin pudor, pero entended que siendo lo que sois no me puedo arriesgar como arriesgué en lances tétricos de mis comienzos como perforador... Y ahí lo dejo, aunque primero, auguro victoria a base de orgasmo repetido de “la cachalote”, incrementando en mi historial este complicado serial que narraran juglares cual canción de la anaconda indomable... Titulado como el cantar del mendrugo, y no caigáis en erro, pues no hago referencia al de pan, más bien, al de carne.
― Espero que tras su encuentro siga siendo así, El Que Pana.


FIN del primer acto.


El cantar del mendrugo por ©Dadelhos Pérez







miércoles, 27 de julio de 2016

Es lástima el viento

Es lástima el viento que agita cuando calma manda; certeza si lo viera o sintiera, anegado en sueño redundo que entorna el mundo en sonrisa concentrada. Resplandor en su cara, candor en sus manos. Soy privilegio al compartir parco segundo pasado al lado de la señora vida, respirando el mismo aire que respirara desde el deseo que prima emociones, despertando intenciones que van más allá del espíritu, llegando al sátiro de la carne occisa…
Pero, es lástima el viento que agita cuando calma manda; pues marca segundo que acontece jardín delicia o muerte bárbara, sin tener cuentas pendientes e infringiendo tara en alma que aprende, recuerdo en mente, la pesadilla nocturna que merma a diurna pese mantener los ojos abiertos, caminando despierto por la senda del rendido para rendirme a lo clamoroso. Llegar a vos, caminar cabizbajo a su lado sin que usted mueva las piernas, diera paso, en silencio, enlutado en remembranza viva que para nada envanece…
Sigue siendo lástima el viento que agita cuando calma manda, pues calma otorga el beso desesperanza cuando se acaba el camino; pues calma concede mutismo tras perder la vista, el oído, la alegría vacía del que se postra apesadumbrado, acompañando a quien me acompañara durante los durante…
Es lástima el viento que agita cuando calma manda, cuando caja cierra, cuando rumor te recuerda en paseo finiquito al son redoble del campaneo que advierte pérdida. Cuando coronas floreadas flanquean laterales del coche óbito… Es lástima el viento, el que agita calma cuando muerte impera, cruzando la avenida de los olmos hasta el portal del pésame, para contemplar tu bajada de los cielos a las entrañas tierra, mientras el sacro predica biblia, el terco desespera, la madre llora, el padre se derrumba y la tristeza en mí se torna penumbra víctima de vuestro sepelio que nos entierra.
Es lástima, dije, cuando en realidad quise decir, pena.

®Dadelhos Pérez


lunes, 25 de julio de 2016

De inmediato

De inmediato:


La conquista es clara que ofusca, mientras danza la cortina cortejada por el viento que trae y lleva, que acaricia o golpea; tan dado en el necesitado segundo que angustia impera, para sentir de sus invisibles manos que la soledad no es tal estando incrustado en el metódico recuerdo. Pues recordando me acordé sin remisiones o excusas escapando por la puerta de mis locuras y amaneciendo en el plano realidad. Un absurdo más de loco venido a menos.
Puede que se pregunte a que viene tanta palabrería que amaga, copiando el amago que pretendo desde la falsa serenidad que intento mostrar esperanzado. Breve es la contesta que encierra océanos multiplicados por idénticos, mermados en aras de sueños capaces de poner rostro a la nada e incluso hablarla respondiendo. Puesto antes fuera lo que pensé, y posteriormente el sentimiento necesario; para arrodillarme frente a la que ferviente cohabita en mi perdida cabeza cual diva del no sé qué. Con sabor que difiere de tantos que pululan cerca de la vista y alejados del paladar siempre salivado.
Lo cierto marea, resta y suma, niega y acepta, chocando en el ingente indigente predominante tanto como recurrente que ensayé durante horas frente al espejo prestado y desmejorado, al mostrarme loco inofensivo e indefenso con tez delirio y brillada en lumbreras, repitiendo con tonalidades ficticias cómo pedir sin ofender, como ronronear súplica en plano sincero para esquivar equívocos posibles. Con la necesidad de quien desea y no llega pese a tenerlo al alcance de la mano.
―Me parece cojonudo, amigo. Pero ¿qué desea? ¿Quizás un café del tiempo? Ya sabe, ni frío ni caliente, entre taza o vaso, con azúcar o sacarina; leche, sin leche, descafeinado o nervioso. Tengo todos los hervidos contradictorios que contradicen al servirse convergiendo en el paladar. Un lujo al alcance de todos aun sin estar reconocido por la mayoría que llega, pide, traga y se va camina animoso… Usted dirá.
La verdad suele presentarse parca después de entradilla, no quiero un café de mentira, ni el azúcar sucedáneo, ni lo gélido acalorado; ni siquiera pensar en tazas o vasos. No casa para nada con mi postura que rompe moldura alcanzando la meta aun sin cruzarla. Por la dicha desgraciada de tener cinco bolsillos a lo largo y ancho de mis vestiduras aun repletos de nada. Por compasión desanimada por mi ánimo fugado en animadversión frente a ruego limosna, ¿me serviría vaso de agua fría, sin gas ni botella?, del grifo estaría bien, vamos, sería perfecta.
―Bueno, lento; muy lento pero vamos llegando. Quiere decir que está canino y no puede pagar, ¿verdad?
Puede comprobar lo que el resto rehúye mirando hacia cualquier lugar en su afán por ignorarme, que soy propietario de la casa calle, viviendo en portal, en plaza o parque; en el desespero que conduce a la sinrazón desentendiendo la mecánica social que en algún momento comprendiera (…) Dicho de otra manera, un elegante aun mal oliente vagabundo podredumbre con hambre y sed o con sed y hambre; diga como dijese sin que dijera cómo es, por padecerlo en la soledad invisible e invidente cual ente maldecido.
―Tranquilícese, buen orador. Le cederé tanto bebida como comida a cambio de que firme contrato laboral y dispense al personal a partir de mañana.
¿Mañana? Mañana será otro día, buen barman; es universo que puede albear perverso secuestrando mi alma, ya que mi cuerpo de nada o poco podría valer. Aceptaré el manjar y firmaré el trato si me pongo en el asunto al terminar de zampar, dentro de un rato. En la inmediata necesidad que me domina descarada, y consciente que esta oportunidad no volverá a presentarse mañana.


® Dadelhos Pérez



viernes, 22 de julio de 2016

Querida incertidumbre

Querida incertidumbre:

Soy consciente de su juicio acerca de la lógica que perpetuamente antepongo frente a cualquier lance, así como de la incomodidad que ésta le ha causado. Siento en el alma haber contribuido en su precipitada marcha tras el advenimiento romántico que compartimos en tiempos romanceros.
Confieso que la echo de menos aunque siempre replegado en cierta prudencia, sin poder dejar de entrecomillar mis labios al recordar sus proezas que tan buen resultado fructificó. De cuando deshojaba margarita en aras del deseo y usted impregnaba cierto desconcierto que me empujó a la valentía; o cuando llegó el primer beso donde apareció fugaz entendiendo ergo que sobraba, para marchar segundo volviendo al siguiente.
Tan solo quería agradecerle las noches en vela, las horas expuestas frente al blanco papel conquistado por poesía entre su adversa y usted, puesto albergué certidumbre en cuando al sentimiento que todavía me impera entremezclado con su porte que me hacía dudar de lo que ella pudiera sentir. Le ruego no tenga en cuenta mi actual situación ni sufra aflicción en desolado cuarto olvido, en cualquier momento, aun breve, sabe que la resucitaré mortificándome en océanos de dudas.
Quisiera comunicarle desde neta humildad y la comprensión que compartimos, que al igual que con la señora inocencia, la sigo añorando desde el segundo extraño a la centésima alcanzada del amor presente; puesto éste último gobierna poderoso en tierras universo que descubro a cada momento, como por ejemplo, cuando rompe risa inundando el salón, se acurruca a mi lado cada sábado noche viendo la caja tonta; o simplemente me dedica mirada atención que siempre procuro corresponder con la naturalidad que ella me corresponde, sin esfuerzo.
Quizás vuelvan nubarrones encapotando horizontes que me dejen de nuevo a su merced, caminando errático por el fango del seguro para aterrizar en el quizás, usted ya sabe a qué me refiero.
Hasta el momento reservado que nos queda por compartir, la emplazo junto a la soltera sorpresa a cualquier minuto disfrute, con el deseo de que sea feliz y todo lo contrario, haciendo gala de su inequívoca personalidad.
Atentamente:
Aquel que sigue creyendo.

P.D.: Detrás de la felicidad se esconde la realidad que la hace posible, siendo compromiso necesario recurrir de vez en cuando a usted para espantar a la enemiga desidia. Gracias por existir.


®Dadelhos Pérez

miércoles, 20 de julio de 2016

Es extraño



Es tan extraño que pierdo norte encontrando esperanza, esa mínima comedia de la consciencia inconsciente que persiste en perseguirte. Esperanzado en tu sonrojo frente a halago que entrego desde el más sincero que alberga mi alma, lejos de la nostalgia padecida durante la hora alejada de tu estampa en eterna primavera. Esperanzado por las risas que albean niñez que pensé caduca y entallecen en nuevas juventudes que me regalas. Esperanzado en el todo de la nada por tu estar, pues incluso alma atisbo en el raso perdido del vacío insustancial, cuando llenas galaxias al caminar con tu natura desde la cocina al salón, desde el enamoramiento al idéntico que te mira, convertido en preso de la vida que regalas en cada segundo de tu existir agotado.
Es tan extraño que pierdo sur encontrando luz, esa mínima que ilumina simpleza reconvertida en proezas que conquistaron mi alma. Encontrando poemas en los poros de tu piel, en cabello ébano que cual catarata desciende hasta el pecado hombros, el anunciado del por siempre y el desechado jamás.
Es tan extraño que pierdo éste en el oeste sentido que figura tu silueta entre soledades revenidas por acompañamientos vividos, una bocanada de oxígeno que desoxida lamentos mermados al recuerdo de nuestros primeros momentos sobre la faz de la tierra, esa nuestra, idealizada hasta materializar en el físico verdadero naciendo lo que naciera y se niega a morir, pese que la muerte golpea en su arduo desenlazar. Siendo reo que ama celda al encontrar libertad en el faro de tu mirada evaporada que fosiliza en el recuerdo de recordarte, un extraño que te extraña dibujando sentimientos en el pálido papel que se alegra, cuando en verso prosado u oda rescatada, reconstruyo lo que fuera en la soledad de quien es incapaz de dejarte de amar, con la esperanza de quien ama sin condición dentro del condicionamiento que le rige.
Si no te lo dije en nuestras albas hermosas, te lo digo en atardeceres otoñales, no existe amor que alcance lo que el nuestro alcanzara, aun pareciéndose a otros de porte belleza, con caras diferentes y gestos semejantes. Pues te escribo apartado del real hostil que anega mis presentes, susurrando un te quiero sincerado en el cuarto de las penalidades condenadas a las alegrías que contagias, desde el mero hecho de resucitarte en pensamiento.
Amor prometido es futuro porvenir, el eterno subyace en el alcanzado que retoña imparable hasta la hora incuestionable donde volveremos a volver. Cruzando mirada en el jardín esperanza que se convirtió pleno en realidades. Como antes y siempre, amor otorgo rubricando al igual que en cada aniversario desde la fecha que me tara, beso que espero y abrazo eternizado desde el recuerdo de mantenerte viva, mientras respire.


(Sustrato, La cohesión del beso. De próxima publicación gratuita)



®Dadelhos Pérez

martes, 5 de julio de 2016

Cuando llegan las 10

Cuando llegan las diez



Insípido sabor restando autoengaño que dulcifica salado en pura ensoñación quebrada por la evidencia de no saborear nada. Un tímido querer vencido por el no poder cuando destellan claros, despejan brumas y contemplo espanto que atraviesa mi alma como aguja. Sintiéndome perro fiel lamiendo las manos que de mí dudan, las idénticas que golpearon ayer, las mismas que luego adulan y me anulan.
Me pierdo cuando llegan las diez buscando desesperadamente la una. Un simbolismo de la primera vez que me rescata de chifladuras. La una de decirte otra vez, te siento en apego que me olvida, sonando en el templo despedida quimera que invade desespero en el cuarto que paraíso fue, junto al parque donde me declaré, portal besos de amor, piso pasión, puerta de nuestra historia contradicción en el lecho de mi locura.
Por eso te pido perdón, por haber consumido tu tiempo con la devoción del que te sigue amando; por pretender hacerte feliz, por los besos dados desde el alma, por darte todo, convertirte en ama. Para elevarte a la centésima siguiente reina del planeta ensoñación, en la diosa que me ahoga en aflicción buscándote en mis sueños pesadilla. Perdona por estar siempre ahí, por mis nulas dudas o sospechas sobre ti. Perdona cuando compartí, perdón por seguir imaginando, las batallas que por ti gané o la perdida guerra que sigo negando.
Perdona, perdón, perdóname (…) Entiende mi fracaso, recorrer el universo de tu piel para encontrarme abandonado, desolado, hundido en movedizas paralizadas soportando el grito de mi alma, reconstruyendo corazón. Advirtiendo tu silueta reflejada en cualquier rincón para albear falaz esperanza que imagina sabor, saboreando soledad trillada, insípida enmascarada que endulza sal, salando heridas que no sanan, me matan, me raptan, me retornan aciago al convulso del desespero cuando llegan las diez e insisto en encontrarte en la una. Recordando la bella locura de lo que fue, de lo que para mí sigue imperando, un corazón que no sabe latir sin estar a tu lado.
Me pierdo cuando llegan las diez en nuestro piso desolado. Afuera ruge la marabunta existencial, adentro, tu adiós me está matando… matando… matando… Por seguir queriendo gritar la verdad, mi verdad… Esa de que te sigo amando, y amando, y amando… Y amaré pese hacerlo en la soledad de tu regalo hasta que toquen las diez e insista en hallar la una, aquella que fuiste y se fue, aquella que una vez encontré, aquella niña a la que sigo buscando.
Te entrego fervor sin rezos, recordando tus besos miel en el espanto de convertirte en mi religión cuando llegan las diez, con la hiel de tu adiós; oda que merma en prosa tildando exaltación culpable por reinventarte tumbado en la cama, inerte, copiando sábana, víctima del desamor y negando oportunidad por seguir amando en este amor de soledad, castillo de arena abatido por la marea realidad, que resurge de sus cenizas cual ave fénix, alcanzando insustancial e insípido zenit cuando llegan las diez, y te busco desesperadamente en la una de lo que en algún momento fue, donde sigo refugiado.

© 2016 Dadelhos Pérez



lunes, 4 de julio de 2016

El resto

El resto

Rotan horas en la ensalada sin sazón que veleta condena inconsciente, amaneciendo oscuro con ilusión en falacia que confunde mi presente. Amarga recuerdo regurgitado en el primer aroma mañana que invade la cocina. Admirando ruina en el silencio parco cuando mudo desespero divagando mil deseos, sorbiendo café de nuestra taza compartida en orfandad abandono que comparto. Y brota lágrima afligida destripando nuestra rima, un te quiero musitado daba el pie que besé, el mismo que me apartó dejándome desarmado frente a utopía que bombardea ensoñación mezclando lo bueno que fue, con perfectos que serán al ser imaginados.
Aun así, cuento la versión de lo que fuimos, una pizca eternizada con tu sonrisa faro iluminando existencia, abrazando melodía que embriagó plenitud arrasando con prontitud cuando del sueño desperté. Buscándote en algún lugar entre lo que pudo ser y lo negado. Sazón que recurre a los restos alimentados por vivencias, como el azúcar del amor adolescencia o la sal en la herida de nuestro pecado. Restos humean copiando al café amargo, sabor de tu piel promesa que se difuminó igual que el humo del tabaco.
Son restos que taran mi piel. Son los sueños nunca soñados. Un mundo de lo que pudo ser en vasto universo envenenado. Sobre todo al recordar tu piel, tus gestos, tus manos; cuando surcaban mi ser liberando a este esclavo. Los restos de aquello que fue y el todo ahora desorbitado, los mezclo con el café, afligido a diario.
Las varillas del reloj de pared advierten frente domingo itinerario, dejando la taza sobre el banco, limpiando lágrimas, desafortunado. Agarro el ramo que te compré, tulipanes blancos y zarcos, saliendo del piso cárcel embarrotado por invisibles para encontrarte sin buscarte, al resultar más arduo tropezar con aquel que algún día fui a tu lado...
Son restos sumados en mezcla declive al cruzar las puertas, al caminar entre silencios, al dejar las flores en tu tumba que me mata con recuerdos, retoñando sonrisa compartida en nuestros tiempos luces. Y vuelvo a mirar tu imagen hermosa sin dejarte de buscar en algún sitio entre lo que fue y lo que será, mi sepelio que te encuentra.
Décadas distancian, significa que pronto compartiremos de nuevo nuestra taza de café… Te encontraré en la densa nada que alberga todo lo que me importa perdiendo la vida, ganando la eternidad contigo por el resto de los restos…

©Dadelhos Pérez

domingo, 3 de julio de 2016

Cadencia de carencia





 CADENCIA DE CARENCIA



Infame e impío rige estandarte conquista en el valle oro donde yace trigal moribundo, viento rotundo al son tambor guerrero. Formando ristra nerviosa de inocentes reclutas convertidos en soldados entregados al sinsentido del amo corona. Espadas en alto y santigua falso profeta; mientras cañones engullen contundentes que sembrarán muertes en el raso amarillo tiñendo de malva, cosecha de inertes en la cadencia experta en carencia humana.
Trota corcel monarca del sur al norte, nervioso, entretelas suelta discurso valeroso aquel que nunca cargara impávido buscando la parca que siempre encuentra. De Dios, menciona, y libertades proclama mientras al frente avanza infantería enemiga con fusil bayoneta, redoble sostenido, aliento ido, miedo espantando la natura sabia. Volando los alados, esprintando gazapos ante clamor redundante que aterriza de lleno en barbarie inminente (…) Y palabras del general apuntillan dejando rubricar a la de siempre, la muerte.
Soy paz en guerra que camina junto a muertos, divisando el tormento antes de experimentar tormenta. Y cuando orden rompiera avance preparando la hilera sesga vida, la locura fuere mi aliada desde recuerdos brotados por ansias regidas en miedos. Solté armamento quitándome la casaca, y tranco avance con pecho desnudo protagonicé inconsciente, ante el terror aterido que ahogaba mi alma por la obligación forzosa de tener que matar, cuando no lo pensé ni lo hice nunca antes.
― ¡Vuelva a la formación!―Ordena, ignoro.
Carencia de cadencia mostraron oficiales tanto como yo mismo mostrara aun con otros argumentos, brazos abiertos, hierro olvidado, alma expuesta, vida entrega, súplica entre dientes sin rezos alabanza mientras caminé por mi universo falto de ira, profano en milagros. Evitando, que uno solo de los presentes culminara el pecado mortal de arrebatar vida a semejante, en nombre aberrante sintetizado cual batalla ego, ergo.
Esperé descarga del frente extrañado, el cual, contagiado por mi locura bajaron fusiles pese a repetido mandato que ordenara desorden bala sesga vida. Sintiendo estruendo que me abatiera por la espalda, asesinado por el mando orgullo del bando pecado. El mismo que me alentara siendo esclavo recluta, comulgando parentesco etnia con actitud papá, al grito de traidor. Puesto de cobarde nunca pudo tildarme al buscar encuentro guerra sin fusil, sin casaca, sin resquemor, sin odio y sin remedio…
Cadencia de carencia en alba sanguinolenta estrenada con mi muerte, que no evitó la masacre en el valle trigal del oro reluciente convertido en cementerio infierno. Aquella mañana consigna libertades que liberó miles de inocentes almas, de entre ellas, la propia. Y de la propia las que claudicaron visitando la mía que las esperó apenas un instante comprendido desde el primer estruendo al más sórdido silencio.


© 2016, Dadelhos Pérez.





viernes, 1 de julio de 2016

como gota



Como gota


Tiembla leve desde el precipicio grifo, mermada por aire imperceptible en su afán de aferrarse al plateado para no estamparse en el fregadero. Ahínco desespero muestra el líquido sentenciado, obtuso por lo confuso, enfrentado, tiritando miedos lejos de egos poderosos de cuando corría mezclado entre sus iguales por mamá corriente antes de ser secuestrado, absorbido y condenado a buscar luz entre la oscuridad de cañerías obesas, angostas. Sufriendo paradas eternas, cambio de temperatura y aceleración final, precipitándose hacia la luz lejana donde quedara colgado a merced del mal sino, el mismo que sus hermanas padecieron entre platos porcelana y vasos elitistas, sepelio sumidero.
Pues igual, idéntico al sentimiento del que resiste frente a otras que caen ritmando tamboreo de inicio acelerado, de segundo vencido que entrega silencio presagio sin ser aceptado por la última que pende nerviosa del grifo, anulada, sin oportunidad de retroceder a la oscuridad que odiara para encontrarse con semejantes, homólogos ignorantes del mal destino.
Así me siento al ver silencio y oír tu silueta, dejando la luz muriendo a manos del crepúsculo al ir menguando lo que muere, lo que me mata, lo que condena en eterna suspicacia enrevesada. Buscando motivo sin argumento capaz de cambiar la hecatombe que se asoma. Puesto ante tus distancias cercanas soy mera gota de agua enfrentada a la utopía.
Engorda la líquida descendiendo despacio, copiando el absurdo sinsentido que me aturde abatido mientras ensueño milagros. Para dejarse caer recordando felicidades en el vasto caudal del riachuelo casa; jugar con los peces, alimentar renacuajos; visitar los juncos que protegen las fronteras del micro-universo equilibrio (…) Ella cae alcanzando el aluminio infestado de vajilla manchada donde yacen sus hermanas vueltas charcos espuma, y cuando terminan las manos con guantes goma, jabón, friegue y secado, la engulle el sumidero depresivo que la conduce al mar salado.
Nada vuelve a ser lo mismo por no haber caminado en curso natura de su riachuelo... Siendo un segundo malogrado quien la condena al cambio averno, lo mismo, fidedigno a la herida que albergo aun vagando inerte por el ensoñado trasgresor restado a futura aceptación, lloro cayado frente al esfuerzo de avanzar hacia el lado inexistente (…) Pues queda latente que en eso me convierte tu mudez (...)
Desamor soportaría si tu voz me hablase razonando heridas, las mermas, taras, deseos casuales, otras metas discernidas desde el fuego que devora tus horas apagadas, sentada en la mecedora de la ignorancia mientras limas tus uñas perfectas de gata, esperando la espera como la gota desesperó en el acantilado finiquito de lecho porcelana e infierno desagüe.
Tan bella y tan perversa (…) asustada por lastimar con tu actuar petrificado que asesina al que se aferra al grifo en gresca suicida, sin más salida que caer derrotado, engullido en el sumidero y perdido en vastos soledad pronunciando un te quiero entre dientes, adiós con la mano, humedecida mirada que revierte cuando acepte... Cuando silencie copiando, marche sin tranco, sueñe sin sueño...
Puede que un lo siento, no te quiero, no me quiero (…) un hasta siempre, cualquier cosa evidente, tópicos recurrentes, sirvan para obviar torturas abrazando tormento. Te prometo que nada diré, sólo oído, beso mejilla después, cabeza cacha y soltar el plateado calcando a la cabezona gota de físico dulce que acabó siendo salada en su sepelio vida, en su caída, desdicha, torpeza o simplemente ignorancia al padecerla, ignorarse ergo…
Háblame de indiferencia, pero habla, murmura, despierta...





®Dadelhos Pérez 2016