“MALAVIDA”
(El día del juicio final)
Estoy cansado de soportar las memeces que tornan inteligencias en
tontunas por arte de magia, lo social es como un rebaño pasturando
en plácido prado controlado por los perros del amo que no se hace
demasiadas preguntas frente al fresco bocado. Vive la ensoñación en
aparente abundancia copiando al borrego de al lado y sonriendo
mientras el dueño saca filo al cuchillo. Somos la involución pese a
los mínimos adelantos que la perseverancia de muchos creativos
culmina con maravillas, siendo el señor capital y sus tercos
sacamantecas los que paralizan los milagros.
Una bombilla que jamás caduca es un mal negocio para ellos, los
enemigos acérrimos del progreso natural de la especie por mantener
su estatus a toda costa. Y estoy harto de ver y oír la misma
cantinela durante demasiado tiempo. Este mundo no está hecho para
mí, es lo que debería decir borracho de lamento y soltando chapa
dramática. Pero si actuara de esa forma mentiría igual que los
jodidos cabrones responsables de la realidad, condena para el resto,
sin escapatoria, negados a la libertad real que nos corresponde por
nacimiento, un acto más antiguo que las leyes, las normas,
estructuras egocéntricas que implantaron podredumbre por doquier,
despertando adversos que fueron tratados cual enemigos de la
humanidad por orden y mandato de los que hablan en nombre de todos,
menuda fantochada.
Por cierto, me llaman “Malavida” y estoy dispuesto a
cambiar este estercolero al menos durante veinticuatro horas…
La cárcel me enseñó el resultado real de la criba justicia, allá
adentro sensibiliza mucho más debido al microcosmos rejas, normas y
cien mil historias diseñadas para que la gran maquinaria de pocos
funcione. Creo que en las entrañas del olvido, entre las paredes de
mi angosta celda compartida, en los paseos de ir y venir de paredón
a pared gemela pisando el alquitrán de la rudimentaria pista de
baloncesto, en la bazofia de cada día cual rancho nauseabundo en
comedor ganado; en el negocio legal e ilegal que alimentan el talego
castigando al culpable y a todos sus familiares... Como dije, la
cárcel me enseñó el camino a la libertad desde el frustrado
intento de los jodidos religiosos haciendo negocio o los mentecatos
funcionarios, aunque no la mayoría, jugando a ser los capos del
hampa con auténticos capos que los controlan a cambio de lo de
siempre. Porque lo de siempre abre las puertas y deja entrar la luz
aireando el cuarto de los horrores que deja de serlo, para
convertirse en el paraíso que tan mal venden los adictos al
ensoñado.
Y esta mañana, tras afeitarme y acicalarme al dedillo, cruzaré la
avenida de siempre custodiada por filas de árboles que cumplen
condena en su particular encierro, sin visitas, soportando los humos
y las meadas de perro. Doblaré por la esquina donde sigue
malviviendo la noble anciana al frente de la frutería olvido, hasta
alcanzar las puertas “ajusta cuentas” de los ladrones corbata y
falaz sonrisa hiena. Es el día del juicio final. Es la hora que no
esperan al igual que los borregos pasturando en prados abundancia.
Llevaré paz a cambio de justicia aunque sólo sea un espejismo
fugaz, un segundo robado a milenios corruptos, una sonrisa eternizada
en cadáver frente a su propio sepelio, el hecho que confirma utopía
que deja de serlo, y una interminable lista de ocurrentes frases que
sirven únicamente para insuflarme valor, fuerza, determinación y
toneladas de ofuscación para cuando comience el baile… Porque
frente a la charlatanería de los falsos, los actos purifican
cobrando el precio más alto… Estoy preparado, dispuesto. Mis pocas
pertenencias las doné repartiéndolas entre los vagabundos de las
calles tristeza, nada de esas asociaciones sin ánimo de lucro que
chupan subvenciones viviendo de la necesidad ajena a cuerpo de rey,
sean o no sean religiosas, que quede claro. Creo ferviente en ese
Dios aunque a medias, sigo convencido que no resucitó tras la
crucifixión viendo la puta mierda que solo devana y esclaviza,
seguro que dijo tras palmarla; “si quieren magia que paguen la
entrada”, contaminado por la realidad que supera con creces la
verdad, sin lugar a dudas… Mis creencias vagan por actos alejados
de palabras o raciocinios que solo conducen a que todo siga igual con
estúpida coletilla; “ten paciencia, Dios proveerá” y la
paciencia devora la juventud aterrizando en la vejez, alzas mirada y
todo sigue parejo. Por eso siempre contesté al párroco de prisión
“menos rezar y más actuar”, aunque de poco o nada sirven
mis reflexiones al no existir la posibilidad de abandono ya que no
soy como ellos, aunque intentara serlo raptado por sus rancias
publicidades.
Mamá murió sola, sentada en su cómodo sillón mientras veía esa
novela que tanto le gustaba, ella era el único vínculo afectivo que
alimentaba mi existencia. Recuerdo su ausencia en prisión… Venía
siempre a verme, me traía sus fantásticos bollos y me hablaba con
la ternura que todavía perdura en mi mente. Su voz resuena en mi
coleto nítida, sobre todo en las interminables noches víctima de mi
insomne emperador. Mi padre marchó primero, llevándose el sustento
y la alegría de casa, pronto vinieron los mercaderes quedándose con
la vivienda, con el automóvil, con las ganas de vivir; doblegando a
mi anciana madre que terminó sus días en habitación de alquiler
sola, expirando sin que nadie le susurrara un sincero “te quiero,
mamá”. Ellos siguen con sus desmanes aliados con el consentidor
gobierno de turno, convencidos de que son intocables, y eso es bueno;
creerse inmortal siendo un orgánico expuesto al deterioro convierte
la hora de su verdad en algo especial, al no estar preparados porque
no entra en sus planes que el jodido virus “Malavida”
invada sus presentes, les robe sus futuros e imponga ese segundo a
cambio de las décadas condenada por culpa de su voraz apetito
capitalista. Y eso mismo cobraré, capital de carne y hueso. Vengaré
a mamá a pesar de que la venganza no sirva de nada, hiera a los
familiares que no tienen culpa de las cabronadas del culpable; mamá
y papá tampoco tenían culpa, aunque eso no les importó demasiado
como nada me importará a mí las cicatrices en los suyos.
No recuerdo temores, no existen lindes y mi novia anda repleta de
píldoras contra la vida… Que comience…
Cruzó la calle bifurcando mirada en el amanecer puro de un niño
que caminaba de la mano de su madre dedicándole sonrisa, levantó la
manita saludando al impasible tatuado, el cual, esgrimiendo gesto
amable le devolvió el saludo para abrir las puertas acristaladas de
la sucursal bancaria. Una doble abatible de seguridad le separaba de
la sala objetivo…
“La moderna seguridad infranqueable no evita la vieja tontuna del
ser humano.” Murmuró apretando el botón para quedar encerrado
entre las dos acristaladas saltando el detector de metales. “Es
como una mala película de acción, eso que el espectador rechina
riendo al son de que nunca caería en tan boba treta.”
Desde la caja, un empleado lo observó con avizoro mientras él
levantó un pie mostrando las botas de soldador. Vestía mono de
trabajo azul con mangas largas, gorro a juego y chaqueta fina con
botones. El operario picó el anzuelo copiando a tantos que mordieron
sus engaños hipotecarios, usureros, injustos; y un largo etcétera
que no mencionaré.
― ¡Toda la peña quieta!―Gritó rescatando el revólver que
amartilló apuntando al frente.―Esto no es un atraco, así que los
clientes a la puerta. Los quiero fuera de nuestra fiesta privada.
Dos mujeres y un anciano obedecieron pálidos, impresionados por el
nada errado quehacer del flaco tranquilo. Vieron sangre fría en
mirada que rastreaba en busca de objetivo sin dejar de apuntar al
cajero estatuado con ambas manos en alto. Hasta que bajó la derecha
para pulsar el botón que abría la puerta, saliendo los inocentes de
las entrañas anidadas ahora únicamente por culpables. Cuando la
abatible cerró, comenzó la criba diseñada sobre el incómodo catre
de presidio años atrás, justo desde el día siguiente a la marcha
de mamá.
― José Javier, ¿qué haces? ¿Te has vuelto loco?―Le
dijo el calvo cajero a media voz.―Aún estas a tiempo de corregir,
baja el arma.
― Siempre fuiste un buen cajero, atendiendo los intereses de
interesados que jamás dan la cara. Sólo haces tu trabajo, ¿verdad?
¿No fue lo que le dijiste a mamá? No es nada personal, pero los
tratos están para cumplirlos… Ella sólo necesitaba una puta
moratoria, buscaba tiempo para poder vender lo que le costó toda una
vida…
― Siento mucho lo de tu madre, de corazón.
― ¿Dónde está el gordo?
― El director, en su oficina, José. Y de verdad lamento
profundamente tu pérdida, era una buena mujer que no aprobaría lo
que pretendes.
― Tengo una idea, algo justo. Entrando en cordura, debo admitir que
tienes razón aun en parte. Madre puede que no aprobara mi quehacer,
lástima que no esté aquí para preguntárselo, ¿verdad?
― Si estuviera aquí intentaría detener tu locura, amigo.
― Lo más justo será preguntárselo, ¿no crees?
Cambia color cuando el aliento de la parca se acerca desde la oscura
cavidad escupe plomo, sudores fríos nacidos frente al imposible
posibilitado junto a la incredulidad rota y en el regazo de su
adversa tras destello parco del tatuado…
― ¿De qué servirá? Esto es innecesario, condenarás toda tu vida
al presidio. Tengo mujer e hijos… Mis padres están enfermos,
cáncer… Yo no tengo la culpa…
― Yo sí.― Apretando el gatillo.― Yo lanzo la piedra y no
escondo la mano, “hijo puta”.
EL DÍA DEL JUICIO FINAL.
Todas las balas menos una, ese era el trato, la entrada al infierno
de sus familiares que no tienen culpa aunque cargarán pesadilla
abono de odio desmesurado, que con el tiempo se tornará aceptación
entre dientes… Ya que no dispondrán de venganzas porque la última
píldora de mi novia me pertenece, es la llave que abre y cierra
hermética la puerta del salón donde mamá ve desde su sillón la
telenovela, papá anda liado con la contabilidad y yo, bueno; yo
simplemente permanecerá sentado junto a ellos en silencio,
deleitándome con eterna compañía de aquellos santos que aportaron
calidez a mi fatídica existencia, olvidaré mi apodo asesino en la
masacre del banco dejando de ser “Malavida” para
recuperar a José Javier.
Sonando el último roba vida en las tripas de la oficina donde
condenaron a la mendicidad a tantos pasados como futuribles, que
entrarán con macutos repletos de ilusión picando anzuelo perverso,
que durante un momento, se convirtió en criba a manos del tatuado,
al son macabro del llanto noche vuelto horror en pleno día.
Fin.
P.D.: La venganza de nada sirve para el alma, y el alma detesta
tumbarse en ese lecho. El amor es un reino eterno que empuja a la
locura por un último encuentro sembrado de su gemela insaciable.
Todos somos “Malavida” en cierto sentido.
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