lunes, 7 de marzo de 2016

MALAVIDA (el día del juicio final)

MALAVIDA” (El día del juicio final)

Estoy cansado de soportar las memeces que tornan inteligencias en tontunas por arte de magia, lo social es como un rebaño pasturando en plácido prado controlado por los perros del amo que no se hace demasiadas preguntas frente al fresco bocado. Vive la ensoñación en aparente abundancia copiando al borrego de al lado y sonriendo mientras el dueño saca filo al cuchillo. Somos la involución pese a los mínimos adelantos que la perseverancia de muchos creativos culmina con maravillas, siendo el señor capital y sus tercos sacamantecas los que paralizan los milagros.
Una bombilla que jamás caduca es un mal negocio para ellos, los enemigos acérrimos del progreso natural de la especie por mantener su estatus a toda costa. Y estoy harto de ver y oír la misma cantinela durante demasiado tiempo. Este mundo no está hecho para mí, es lo que debería decir borracho de lamento y soltando chapa dramática. Pero si actuara de esa forma mentiría igual que los jodidos cabrones responsables de la realidad, condena para el resto, sin escapatoria, negados a la libertad real que nos corresponde por nacimiento, un acto más antiguo que las leyes, las normas, estructuras egocéntricas que implantaron podredumbre por doquier, despertando adversos que fueron tratados cual enemigos de la humanidad por orden y mandato de los que hablan en nombre de todos, menuda fantochada.
Por cierto, me llaman “Malavida” y estoy dispuesto a cambiar este estercolero al menos durante veinticuatro horas…
La cárcel me enseñó el resultado real de la criba justicia, allá adentro sensibiliza mucho más debido al microcosmos rejas, normas y cien mil historias diseñadas para que la gran maquinaria de pocos funcione. Creo que en las entrañas del olvido, entre las paredes de mi angosta celda compartida, en los paseos de ir y venir de paredón a pared gemela pisando el alquitrán de la rudimentaria pista de baloncesto, en la bazofia de cada día cual rancho nauseabundo en comedor ganado; en el negocio legal e ilegal que alimentan el talego castigando al culpable y a todos sus familiares... Como dije, la cárcel me enseñó el camino a la libertad desde el frustrado intento de los jodidos religiosos haciendo negocio o los mentecatos funcionarios, aunque no la mayoría, jugando a ser los capos del hampa con auténticos capos que los controlan a cambio de lo de siempre. Porque lo de siempre abre las puertas y deja entrar la luz aireando el cuarto de los horrores que deja de serlo, para convertirse en el paraíso que tan mal venden los adictos al ensoñado.
Y esta mañana, tras afeitarme y acicalarme al dedillo, cruzaré la avenida de siempre custodiada por filas de árboles que cumplen condena en su particular encierro, sin visitas, soportando los humos y las meadas de perro. Doblaré por la esquina donde sigue malviviendo la noble anciana al frente de la frutería olvido, hasta alcanzar las puertas “ajusta cuentas” de los ladrones corbata y falaz sonrisa hiena. Es el día del juicio final. Es la hora que no esperan al igual que los borregos pasturando en prados abundancia. Llevaré paz a cambio de justicia aunque sólo sea un espejismo fugaz, un segundo robado a milenios corruptos, una sonrisa eternizada en cadáver frente a su propio sepelio, el hecho que confirma utopía que deja de serlo, y una interminable lista de ocurrentes frases que sirven únicamente para insuflarme valor, fuerza, determinación y toneladas de ofuscación para cuando comience el baile… Porque frente a la charlatanería de los falsos, los actos purifican cobrando el precio más alto… Estoy preparado, dispuesto. Mis pocas pertenencias las doné repartiéndolas entre los vagabundos de las calles tristeza, nada de esas asociaciones sin ánimo de lucro que chupan subvenciones viviendo de la necesidad ajena a cuerpo de rey, sean o no sean religiosas, que quede claro. Creo ferviente en ese Dios aunque a medias, sigo convencido que no resucitó tras la crucifixión viendo la puta mierda que solo devana y esclaviza, seguro que dijo tras palmarla; “si quieren magia que paguen la entrada”, contaminado por la realidad que supera con creces la verdad, sin lugar a dudas… Mis creencias vagan por actos alejados de palabras o raciocinios que solo conducen a que todo siga igual con estúpida coletilla; “ten paciencia, Dios proveerá” y la paciencia devora la juventud aterrizando en la vejez, alzas mirada y todo sigue parejo. Por eso siempre contesté al párroco de prisión “menos rezar y más actuar”, aunque de poco o nada sirven mis reflexiones al no existir la posibilidad de abandono ya que no soy como ellos, aunque intentara serlo raptado por sus rancias publicidades.
Mamá murió sola, sentada en su cómodo sillón mientras veía esa novela que tanto le gustaba, ella era el único vínculo afectivo que alimentaba mi existencia. Recuerdo su ausencia en prisión… Venía siempre a verme, me traía sus fantásticos bollos y me hablaba con la ternura que todavía perdura en mi mente. Su voz resuena en mi coleto nítida, sobre todo en las interminables noches víctima de mi insomne emperador. Mi padre marchó primero, llevándose el sustento y la alegría de casa, pronto vinieron los mercaderes quedándose con la vivienda, con el automóvil, con las ganas de vivir; doblegando a mi anciana madre que terminó sus días en habitación de alquiler sola, expirando sin que nadie le susurrara un sincero “te quiero, mamá”. Ellos siguen con sus desmanes aliados con el consentidor gobierno de turno, convencidos de que son intocables, y eso es bueno; creerse inmortal siendo un orgánico expuesto al deterioro convierte la hora de su verdad en algo especial, al no estar preparados porque no entra en sus planes que el jodido virus “Malavida” invada sus presentes, les robe sus futuros e imponga ese segundo a cambio de las décadas condenada por culpa de su voraz apetito capitalista. Y eso mismo cobraré, capital de carne y hueso. Vengaré a mamá a pesar de que la venganza no sirva de nada, hiera a los familiares que no tienen culpa de las cabronadas del culpable; mamá y papá tampoco tenían culpa, aunque eso no les importó demasiado como nada me importará a mí las cicatrices en los suyos.
No recuerdo temores, no existen lindes y mi novia anda repleta de píldoras contra la vida… Que comience…
Cruzó la calle bifurcando mirada en el amanecer puro de un niño que caminaba de la mano de su madre dedicándole sonrisa, levantó la manita saludando al impasible tatuado, el cual, esgrimiendo gesto amable le devolvió el saludo para abrir las puertas acristaladas de la sucursal bancaria. Una doble abatible de seguridad le separaba de la sala objetivo…
“La moderna seguridad infranqueable no evita la vieja tontuna del ser humano.” Murmuró apretando el botón para quedar encerrado entre las dos acristaladas saltando el detector de metales. “Es como una mala película de acción, eso que el espectador rechina riendo al son de que nunca caería en tan boba treta.”
Desde la caja, un empleado lo observó con avizoro mientras él levantó un pie mostrando las botas de soldador. Vestía mono de trabajo azul con mangas largas, gorro a juego y chaqueta fina con botones. El operario picó el anzuelo copiando a tantos que mordieron sus engaños hipotecarios, usureros, injustos; y un largo etcétera que no mencionaré.
― ¡Toda la peña quieta!―Gritó rescatando el revólver que amartilló apuntando al frente.―Esto no es un atraco, así que los clientes a la puerta. Los quiero fuera de nuestra fiesta privada.
Dos mujeres y un anciano obedecieron pálidos, impresionados por el nada errado quehacer del flaco tranquilo. Vieron sangre fría en mirada que rastreaba en busca de objetivo sin dejar de apuntar al cajero estatuado con ambas manos en alto. Hasta que bajó la derecha para pulsar el botón que abría la puerta, saliendo los inocentes de las entrañas anidadas ahora únicamente por culpables. Cuando la abatible cerró, comenzó la criba diseñada sobre el incómodo catre de presidio años atrás, justo desde el día siguiente a la marcha de mamá.
José Javier, ¿qué haces? ¿Te has vuelto loco?―Le dijo el calvo cajero a media voz.―Aún estas a tiempo de corregir, baja el arma.
― Siempre fuiste un buen cajero, atendiendo los intereses de interesados que jamás dan la cara. Sólo haces tu trabajo, ¿verdad? ¿No fue lo que le dijiste a mamá? No es nada personal, pero los tratos están para cumplirlos… Ella sólo necesitaba una puta moratoria, buscaba tiempo para poder vender lo que le costó toda una vida…
― Siento mucho lo de tu madre, de corazón.
― ¿Dónde está el gordo?
― El director, en su oficina, José. Y de verdad lamento profundamente tu pérdida, era una buena mujer que no aprobaría lo que pretendes.
― Tengo una idea, algo justo. Entrando en cordura, debo admitir que tienes razón aun en parte. Madre puede que no aprobara mi quehacer, lástima que no esté aquí para preguntárselo, ¿verdad?
― Si estuviera aquí intentaría detener tu locura, amigo.
― Lo más justo será preguntárselo, ¿no crees?
Cambia color cuando el aliento de la parca se acerca desde la oscura cavidad escupe plomo, sudores fríos nacidos frente al imposible posibilitado junto a la incredulidad rota y en el regazo de su adversa tras destello parco del tatuado…
― ¿De qué servirá? Esto es innecesario, condenarás toda tu vida al presidio. Tengo mujer e hijos… Mis padres están enfermos, cáncer… Yo no tengo la culpa…
― Yo sí.― Apretando el gatillo.― Yo lanzo la piedra y no escondo la mano, “hijo puta”.


EL DÍA DEL JUICIO FINAL.
Todas las balas menos una, ese era el trato, la entrada al infierno de sus familiares que no tienen culpa aunque cargarán pesadilla abono de odio desmesurado, que con el tiempo se tornará aceptación entre dientes… Ya que no dispondrán de venganzas porque la última píldora de mi novia me pertenece, es la llave que abre y cierra hermética la puerta del salón donde mamá ve desde su sillón la telenovela, papá anda liado con la contabilidad y yo, bueno; yo simplemente permanecerá sentado junto a ellos en silencio, deleitándome con eterna compañía de aquellos santos que aportaron calidez a mi fatídica existencia, olvidaré mi apodo asesino en la masacre del banco dejando de ser “Malavida” para recuperar a José Javier.
Sonando el último roba vida en las tripas de la oficina donde condenaron a la mendicidad a tantos pasados como futuribles, que entrarán con macutos repletos de ilusión picando anzuelo perverso, que durante un momento, se convirtió en criba a manos del tatuado, al son macabro del llanto noche vuelto horror en pleno día.


Fin.
P.D.: La venganza de nada sirve para el alma, y el alma detesta tumbarse en ese lecho. El amor es un reino eterno que empuja a la locura por un último encuentro sembrado de su gemela insaciable. Todos somos “Malavida” en cierto sentido.









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