Designio de acero
Cabalgó
forzando a su fiel corcel para alcanzar la ciudadela de Alote, más allá del
denso bosque negro, esquivando las avanzadillas del enemigo pues les bastó menos
de un día para derrotar las columnas de los cuatro
bravíos...
—El capitán Argente ha llegado, Milord. Desea audiencia urgente con
vos.
—Hacedle pasar.
Resonó su armadura a cada tranco
decidido, mostrando el delirio padecido en el campo de batalla con las
salpicaduras malva, el reseco barro adherido, su rostro herido y mirada de
hielo. Desenvainando a la invicta por no conocer derrota para depositarla en el
suelo cual muestra de respeto hacia el bondadoso monarca...
—Pronto rompieron nuestras líneas encapotando de flechas el cielo,
ergo atacó su caballería pesada por ambos flancos aniquilando a nuestros
arqueros...
—Mi fiel amigo, bastaba con decir derrota.—Abandonando trono.—Proteger a los
inocentes será nuestro último designio...
—No tenemos ejército, Milord. Nos aplastarán como a moscas
tullidas...
—Es nuestra hora, esa misma que nunca será recordada. Reuniremos a
todos nuestros efectivos en la estrecha de entre murallas para impedir la lluvia
de flechas. Es embudo perfecto...Debemos resistir al máximo para que las mujeres
y niños tomen distancia...
—Es un suicidio, Milord.
—No, amigo mío. Es nuestro deber. Tened presente no buscar la
victoria ni anegar los ánimos para batallar como derrotados. Usaremos el dominio
de la mente aniquilando con el acero hasta caer. Con suerte aguantaremos los
suficientes minutos para hacerles creer que no somos hombres, más bien
diablos.
No sabría cuantificar las fuerzas del
monarca, puede que fueran 50 o puede que 49, 51...Pero gesta encendió la mecha
de la leyenda que cantan juglares, cuando las hordas enemigas avanzaron
confiadas entrando en la dentada embudo. Trece días con sus noches resistieron
los sacrificados que fueron considerados monstruos infernales por el
enemigo...
Rey protegido por su ejército de un solo
hombre, ambos famélicos y agotados, urdieron su última hazaña galopando en carga
contra cientos. De aquel reducido grupo de valientes sólo sobrevivió su gesta
convertida en la leyenda del designio, o el designio de acero.
PD. Hay batallas perdidas que muestran la
convicción humana. Esta historia es ficticia pues para encontrar a reyes que
pagaran con su vida salvar a sus feudatarios, nos tendríamos que remontar casi
hasta la era de las cavernas.
No obstante de los pocos, sirve la
muestra del compromiso hasta las últimas consecuencias.
Me despido no sin antes desearte de lo
bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.
©
Dadelhos Pérez