REY MALDITO por Dadelhos Pérez
Capítulo 1, “La conjura”
Fuere ciertamente en la
loma de la alta; sin duda costó suplicios construir aquel castillo
con pretensiones álgidas en cuanto a mostrar poder. Bien sabe su
merced la egolatría del vigente Rey, entonces príncipe encabronado
en batir duelos poseer damiselas y atiborrarse de hidromiel. De
aquellos tiempos esta penumbra. Pero acomodaros. Me incomoda verlo
fastidioso. Además; podríamos sentarnos frente al fuego y beber del
afamado licor de mis bodegas mientras os narro aquello que tan
ansioso deseáis, Marqués.
—Agradezco vuestra
amabilidad, es grata y necesitada tras el largo trayecto aguantando
la fistula de mis posaderas en la silla de montar. Creed cuando os
digo que no es nada agradable.
Nunca padecí tan
horrendo mal, pero mi consorte andaba cada dos por tres con la
hinchazón entre las nalgas, una burbuja exagerada de pus que solía
reventar en el momento menos indicado, soltando nauseabunda hedor
infernal. Si os complace, mandaré llamar al Judío. Ese médico sin
credos que sana con yerbas y extrañas pociones que saben a agua
residual. Juraría que el condenado carga botellas de los sumideros
en la boca acequia de la parte trasera de mi casona, no le dejaría
acercarse a mí aunque la parca rondara desquiciada cortando a
diestro y costado con su guadaña. Bien es, que en una ocasión
atendió repentino mal que no me dejaba respirar con buen resultado.
—Mejor nos sentamos a
la vera del llar señor. ¿Puede proporcionarme cualquier cojín para
que mis problemas traseros no incomoden demasiado?—Y así fue,
sentándose en la enorme sala iluminada por las llamas vigorosas de
la hoguera.
Los males que afectan a
la corte son herencia del descontrol de nuestro rey en sus tiempos
juventud. Su padre, mandó traer albañiles del norte con la
pretensión de qué la construcción se asemejase a la arquitectura
nórdica, y con ellos, también viajaron costumbres propias y
brujería endiablada que no tardó en afectar al joven. Sobre todo
cuando tonteó con la hija del arquitecto mayor, aquella con cabello
zanahoria mirada zarca y enormes pechos pese a su corta edad. Sin
olvidar la piel leche junto a las graciosas pecas esparcidas por su
cara. No recuerdo bien su nombre, ha pasado demasiado tiempo y me
hice viejo olvidando lo que jamás recordé. Pero nunca olvidaré su
pose atrayente que encendía fuego en la entrepierna de cualquier
hombre de la comarca, exceptuando al molinero sarasa que vive en
pecado.
—Me preocupa la
enfermedad del monarca. Sus horas bajas despiertan ambiciones en los
diferentes señores, y me temo que de no remediar su mal con
prontitud, se alzarán en armas aprovechando la debilidad del rey y
la escasa edad del príncipe.
Cierto. No os equivocáis,
todos y todas revolotean para ganar el trono. Pero no os dejéis
engañar Marqués. Donde apariencia mal refleja se esconde poder.
Cómo ya os dije, siendo avispado zagal rondó a la bella nórdica
degustando sus mieles. Un gran error.
—¿A qué os referís?
Está bajo el influjo de
macabra maldición. Lo mejor que podría pasar es la insurrección
cortando el hilo de vida del monarca. No nos queda demasiado tiempo
Marqués. Está en los primeros síntomas que abren las puertas del
averno, más si madura su progresión disfrazada de enfermedad,
estaremos perdidos.
REY MALDITO por Dadelhos Pérez.
Capítulo 2, “La historia del conde”
—¿Brujerías?
Me sorprende viniendo de vos.
Sólo
observando el ayer, Marqués; de cómo llegó al trono, el fatídico
final de su padre y tan repentino. Una malévola trampa urdida por
los enemigos de nuestro padre celestial. Porque esta conjura va más
allá de nuestro mundo de carne y hueso, es un pulso entre el maligno
y nuestro señor redentor. Os contaré aquello que me hicieron jurar
que jamás contaría por el bien del reino, por supuesto. No creáis
que soy patán entregado a la traición a primeras de cambio, por que
no es así.
—No
dudaría jamás de vos, sobre todo después de vuestras heroicas
gestas al frente del ejército de la corona.—Acomodando
de nuevo su trasero en el cojín sillón.—De
no haber sido por vuestra astucia, los bárbaros moriscos dominarían
nuestras tierras. Adoraríamos a ese tal como se llame cubriendo con
telas nuestras cabezas como si fuéramos féminas en la sala culto.
Dejad
de echarme claveles y atended a la verdad, el reino os necesita para
sobre guardar la corona...
Como
ya anticipé, llegaron los norteños instalándose a las afueras, en
la alta, con sus tiendas y carros, despejaron de arboleda la cima
justo al lado de las piedras traídas de la cantera del sur, cerca de
“Los llanos” comenzando su labor escrupulosos; sus mujeres solían
bajar al pueblo para acopiarse de víveres y agua de la riachuelo.
Les
recuerdo bien, por entonces regentaba la caballería real tras mis
años en los conventos donde me adoctrinaron en letras, era un joven
fornido y no veía con buenos ojos aquella construcción aberrante
encomendada a los forasteros.
El
príncipe salía del viejo castillo cuando el crepúsculo dominaba
comandado por Luna, es extraño, jamás salía cuando esta no
aparecía en la bóveda. Recuerdo bien la comanda que el monarca me
ordenó tras aquella charla que mantuvimos en los viveros reales;
andaba preocupado por la actitud del zagal y desconcertado al no
saber en que líos andaba metido, y me instó a que lo siguiera sin
ser descubierto...
—¿Y
lo siguió?
Creo
que esa apestosa fistula afecta a vuestra razón, era una orden
directa del rey Marqués; tanto como si me gustara o lo adverso debía
obedecer a pies puntillas o someterme a la corta testas, en el
sentido más literal... Seguí al muchacho y no fue sencillo,
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