ILUMINADO
por Dadelhos Pérez
Imaginad
lo inmenso reducido en botella zarca de bello tallado a manos de
artista del vidrio. Una imagen en movimiento quieto, emanando desde
cualquier adentro experimentado que sabe apreciar hasta la más leve
pequeñez, valorando sentido que comienza con el inicio del
sinsentido que te deja la vida en el paladar… Esa que te acuna…
Esa que te ama, te adula, mece, apacigua, enrabia, empuja, ahoga,
rescata y te marca la tersa piel de la cara con arruga tara por cada
batalla perdida o medio ganada. No hay más verdad engañosa que la
egocéntrica. Todos y todas somos alumnos en la clase sin dogma del
terremoto existencial, un segundo en una década, un suspiro soledad,
una estrella fugaz en noche encapotada, miseria frente a la
magnificencia que no lo sería sin nosotros, los miserables que
llenamos novelas con nuestra aventura sentenciada desde el mismo
momento de nacer.
¿Verdad
que nada ni nadie pone límites a lo que imagináis? Y no es por
extrañas magias ni por la intervención divina, ya que la divinidad
real se encuentra debajo de piedra, en las orillas de cualquier
riachuelo; en las risas y sus adversos llantos, en lo ancestral
moderno, en lo redundo que redunda impregnando de lo mismo el todo
que os constituye. El de adentro, ese que imagina gerente sin
oposición gracias al de afuera, ese otro que vislumbra contando al
interno las maravillas y desdichas que este filtra impaciente y
esforzándose de tal manera, que no le importa si dormís o
trabajáis, él sigue y sigue descifrándose, conociéndose,
conociéndoos. Llevado por locura, como si el tiempo corriera en su
contra, preocupado y a veces del todo desquiciado insufla malhumor
que enquista la ensoñación que debiera ser la existencia para
cualquier ser vivo, esté o no en este diminuto y ridículo punto
azul perdido en el vasto… El universo que almacena ingente cantidad
de inerte frente al reducido privilegiado existencial… Y el sabio
hombre pierde el tiempo asesinando en guerras, capitalizando lo que
no le pertenece y llorando dramas con excusas vanas y un “si lo
hubiera sabido”.
El
ideal no es palabra escrita en tinta imborrable que perdura siglos y
siglos, aunque os alienten que la verdad se esconde tras esos versos,
esas odas catastróficas que juegan con la vida y la muerte
bautizando buenos y malos. Porque de ser así, entonces nacieron de
la nada preñando los pergaminos iluminados, paparruchas románticas
de idos que jamás fueron.
Esas
letras nacieron de vidas reales, de momentos glorias cuan beso de
madre aterrizara en mejilla quedando grabado en la memoria hasta el
último momento, la expiración, la muerte o la parca; el final de
los finales, el día del juicio, la victoria de los avernos… Tanto
es así, que cuando dejéis de respirar engullidos por el
apocalíptico mal interpretado, la vida continuará maravillando
desde su hermosa botella zarca en bello cristal tallado por manos de
artista del vidrio.
― ¿Sólo
le preguntaba si quería el café con o sin leche?
Solo,
lo tomaré, solo. ¿Cuánto es?
―Tranquilo,
señor. Invita la casa. Pero se lo suplico, busque otra cafetería,
no vuelva por aquí.
Descuiden,
no volveré. Gracias.
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