CADENCIA DE CARENCIA
Infame e impío rige estandarte conquista en el valle oro donde yace
trigal moribundo, viento rotundo al son tambor guerrero. Formando
ristra nerviosa de inocentes reclutas convertidos en soldados
entregados al sinsentido del amo corona. Espadas en alto y santigua
falso profeta; mientras cañones engullen contundentes que sembrarán
muertes en el raso amarillo tiñendo de malva, cosecha de inertes en
la cadencia experta en carencia humana.
Trota corcel monarca del sur al norte, nervioso, entretelas suelta
discurso valeroso aquel que nunca cargara impávido buscando la parca
que siempre encuentra. De Dios, menciona, y libertades proclama
mientras al frente avanza infantería enemiga con fusil bayoneta,
redoble sostenido, aliento ido, miedo espantando la natura sabia.
Volando los alados, esprintando gazapos ante clamor redundante que
aterriza de lleno en barbarie inminente (…) Y palabras del general
apuntillan dejando rubricar a la de siempre, la muerte.
Soy paz en guerra que camina junto a muertos, divisando el tormento
antes de experimentar tormenta. Y cuando orden rompiera avance
preparando la hilera sesga vida, la locura fuere mi aliada desde
recuerdos brotados por ansias regidas en miedos. Solté armamento
quitándome la casaca, y tranco avance con pecho desnudo protagonicé
inconsciente, ante el terror aterido que ahogaba mi alma por la
obligación forzosa de tener que matar, cuando no lo pensé ni lo
hice nunca antes.
― ¡Vuelva a la formación!―Ordena, ignoro.
Carencia de cadencia mostraron oficiales tanto como yo mismo mostrara
aun con otros argumentos, brazos abiertos, hierro olvidado, alma
expuesta, vida entrega, súplica entre dientes sin rezos alabanza
mientras caminé por mi universo falto de ira, profano en milagros.
Evitando, que uno solo de los presentes culminara el pecado mortal de
arrebatar vida a semejante, en nombre aberrante sintetizado cual
batalla ego, ergo.
Esperé descarga del frente extrañado, el cual, contagiado por mi
locura bajaron fusiles pese a repetido mandato que ordenara desorden
bala sesga vida. Sintiendo estruendo que me abatiera por la espalda,
asesinado por el mando orgullo del bando pecado. El mismo que me
alentara siendo esclavo recluta, comulgando parentesco etnia con
actitud papá, al grito de traidor. Puesto de cobarde nunca pudo
tildarme al buscar encuentro guerra sin fusil, sin casaca, sin
resquemor, sin odio y sin remedio…
Cadencia de carencia en alba sanguinolenta estrenada con mi muerte,
que no evitó la masacre en el valle trigal del oro reluciente
convertido en cementerio infierno. Aquella mañana consigna
libertades que liberó miles de inocentes almas, de entre ellas, la
propia. Y de la propia las que claudicaron visitando la mía que las
esperó apenas un instante comprendido desde el primer estruendo al
más sórdido silencio.
© 2016, Dadelhos Pérez.
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