EL
PIANISTA Y LA POETISA (Micro/Romance)
—Mi nombre importa más bien poco,
y no se ofenda, señora. Pero, ¿de qué serviría seguir el
protocolo a pies puntillas? Al fin y al cabo soy uno más, otro
pretendiente que se acerca en busca de sus mieles por no llamarlo,
favores. Nunca me gustó adjetivar el romanticismo del cortejo aunque
lo nuestro sólo sea un mero acercamiento.
—Posó la copa sobre la
redonda mesa sentándose en el taburete vacío, mientras ella lo
miraba sorprendida por el dulzor de sus voces, todo un trovador que
busca, pensó. O al menos provoca la situación que anhela.
—Las palabras son poderosa
arma para todo, pueden encandilar y cambiando una coma, encolerizar
al oyente. Por eso testo cada mensaje que mis incansables neuronas
fabulan en odas, prosas y demás estilos; es trabajo arduo, señora.
Dejad que me presente como lo haría un antiguo, frente pretendida.
—No te hace falta, con la entrada
ganaste mi atención despertando curiosidad, hasta ahí te indico, el
resto del camino tendrás que realizarlo solo.
—Finiquitando su
intervención sorbiendo delicada de su cóctel elegancia de atractivo
color. No tanto como el grosor de sus labios humedecidos por el
brebaje de moda, o su cabello recogido que mostraba atrayente piel
cuello en vértigos que llamaban igual que cánticos de sirena en
alta mar. —No
te cortes, poeta. Saca alguna composición improvista sin apartar tu
mirada entristecida de mis ojos.
—Mejor en do menor, señora.
Permitid que os invite a sentaros junto al viejo piano de muestra, en
el escenario donde no se representa más que lienzo antiguo en el
mundano moderno. A no ser que os pueda la vergüenza de ser observada
por los presentes, algo que entendería pues todos y cada uno de
ellos, están afectados por el mismo mal.
— ¿Tú no?
—Soy salmón amartelado que sube
contra corriente buscando a su reina, un loco que lee, escribe y se
amartela sólo con la idea de plasmar en el plano real, cualquiera de
mis quijotadas. No temáis, disfrutad de la alabanza aún no
compuesta junto al viejo piano... Que sean las caricias de mis dedos
en las teclas del marfil las que hablen por mí, mientras las otras,
esas penetrantes de vuestra mirada, acarician mi alma.
Entró con acorde en do menor
acelerando en múltiples notas, hasta quedar en el regazo de melodía
que despertaba sentires en los que deseaban sentir. Mientras la
hermosa observaba su quehacer dejándose llevar por la inspiración
que compartía durante más de media hora.
—Fue bello mientras duró, poeta.
—Agarrando la mano del
adicto a la ensoñación para acercarla a su corazón acelerado.
—Ahora, acompáñame al
rincón solitario donde inspiro y comparto, amigo. Yo también se
componer música, acariciando los sentidos de tu piel, besando el
verso de tus labios, amando la oda que nos convertirá en románticos
entregados, una dulce balata de amor desenfreno, pasión vida...
®Dadelhos
Pérez
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