“Sol
nace pues luna duerme”, dijo insensato atacado por sensatez cual espontáneo
estornudo ganado de la nada. Puesto cuando hilo entonaba narrando evento, se
perdió de momento soltando fantochada.
Fuera viejo cuentacuentos en parajes
nuevos que no lo son tanto, dado que la vida florece manteniendo vigor
centésima, y cuando menos te lo esperas, surge el declive dejando de ser niño,
infante, zagal impávido, joven atrae mieles o mediana edad dignificada por no tarar
en excesivo la cara y sin caer rendido a los tembleques domina anciano… Creo
que me extendí demasiado para dar entrada a la historia donde la nada queda
despedida, puesto glorifica la vida con todo su esplendor olvidando los
desmanes del encanecido, ¿qué no sabéis cuál? El mismo con que comenzara sin
acabar de arrancar.
Soltara envalentonado el comienzo de
su relato ante pobre clientela, ¿qué dónde? En la plaza del poblacho, allá en
la perdida aldea, (haciendo mención publicitaria de mí novela capitulada que
podéis comenzar a leer pinchando aquí, perdón, la rima, pues mira, acá también
la leerás) Se acabaron los segundos comerciantes para adentrarnos en los
desquiciantes del viejo desdentado que contaba aventura increíble en la plaza
mencionada de la aldea ya citada, reinando la tarde moribunda en invierno
vitalizado por las nieves, los gélidos y los helados (me refiero al viento,
está claro)
“… Paso a paso en tranco torcido por perder el equilibrio abandonando la
tasca, se aventuraba el mochuelo desgarbado en aras de borrachera desmedida,
pues perdió todo lo que tenía alrededor de mesa juego con trago alegría. Fuera
camisa, adiós a las botas de serpiente que seseara idénticamente a como lo
hacía el desgraciado, y sin necesidad de trago para tal estropicio…
Ganas le entraron aún más bien le salieron, cuando los litros consumidos
del aguardiente valiente que destila don Vicente sin estar al corriente las
autoridades; llamaban incesantes queriendo saltar cual catarata caliente de
tono amarillento en cualquier rincón, salón, comedor, establo, llano o abrupto;
por la emergencia segundo que no cedía gemelo… Así mismo la sacó, ergo…
Lanzaba chorro apoyado en la nada y así se tambaleaba, dejando el vaivén
del “Titanic” como mera anécdota, mojando el suelo, la puerta, los pies, las
piernas, la entrepierna, el estómago o barriga engalanada del azul uniforme con
porra enorme y estrella comisario… Miró el meón pasmado sin dejar de lanzar la
caliente, cuando de repente, un empujón lo precipitó a la tierra, eso sí, sin
dejar de brotar la insistente que podría llenar una garrafa de cinco litros o
el estanque natural del lugar, sin más esfuerzo que apuntar con el colgajo
atento, tras la borrachera (…) Esto o lo otro (…) Digo que repito (…)”
Soltara entonces el viejo nada
aficionado, más bien profesional, la fantochada que ya te dije, ¿Qué cuál? …
“Sol nace pues luna duerme” Lo dijo así, de repente, recogiendo el percal que
descansaba en lo horondo de su sombrero, cinco monedas, un solo billete menor
aun de papel y la atónita cara de sus clientes viendo como marchaba aquél sin
acabar la historia.
P.D. Siempre llega el momento de
abandonar aun con la posibilidad de seguir caminando, cada cual escoge la cara
de la moneda que le conviene, la del rostro del mandatario o la del escudo
patrio. Pues ridículo es no alcanzar como no intentarlo. El joven ebrio al
calabozo, el viejo cuentacuentos a contar… Y este servidor a marear con
romancero insustancial que siempre, ése de toda la vida, deja poso… Sin más
dilación, abrazos sinceros con el corazón en mano, rogando perdón por si no te
ha gustado…
®Dadelhos Pérez
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