jueves, 22 de septiembre de 2016

El viejo contador (Micro/romancero)


Sol nace pues luna duerme”, dijo insensato atacado por sensatez cual espontáneo estornudo ganado de la nada. Puesto cuando hilo entonaba narrando evento, se perdió de momento soltando fantochada.
Fuera viejo cuentacuentos en parajes nuevos que no lo son tanto, dado que la vida florece manteniendo vigor centésima, y cuando menos te lo esperas, surge el declive dejando de ser niño, infante, zagal impávido, joven atrae mieles o mediana edad dignificada por no tarar en excesivo la cara y sin caer rendido a los tembleques domina anciano… Creo que me extendí demasiado para dar entrada a la historia donde la nada queda despedida, puesto glorifica la vida con todo su esplendor olvidando los desmanes del encanecido, ¿qué no sabéis cuál? El mismo con que comenzara sin acabar de arrancar.
Soltara envalentonado el comienzo de su relato ante pobre clientela, ¿qué dónde? En la plaza del poblacho, allá en la perdida aldea, (haciendo mención publicitaria de mí novela capitulada que podéis comenzar a leer pinchando aquí, perdón, la rima, pues mira, acá también la leerás) Se acabaron los segundos comerciantes para adentrarnos en los desquiciantes del viejo desdentado que contaba aventura increíble en la plaza mencionada de la aldea ya citada, reinando la tarde moribunda en invierno vitalizado por las nieves, los gélidos y los helados (me refiero al viento, está claro)
“… Paso a paso en tranco torcido por perder el equilibrio abandonando la tasca, se aventuraba el mochuelo desgarbado en aras de borrachera desmedida, pues perdió todo lo que tenía alrededor de mesa juego con trago alegría. Fuera camisa, adiós a las botas de serpiente que seseara idénticamente a como lo hacía el desgraciado, y sin necesidad de trago para tal estropicio…
Ganas le entraron aún más bien le salieron, cuando los litros consumidos del aguardiente valiente que destila don Vicente sin estar al corriente las autoridades; llamaban incesantes queriendo saltar cual catarata caliente de tono amarillento en cualquier rincón, salón, comedor, establo, llano o abrupto; por la emergencia segundo que no cedía gemelo… Así mismo la sacó, ergo…
Lanzaba chorro apoyado en la nada y así se tambaleaba, dejando el vaivén del “Titanic” como mera anécdota, mojando el suelo, la puerta, los pies, las piernas, la entrepierna, el estómago o barriga engalanada del azul uniforme con porra enorme y estrella comisario… Miró el meón pasmado sin dejar de lanzar la caliente, cuando de repente, un empujón lo precipitó a la tierra, eso sí, sin dejar de brotar la insistente que podría llenar una garrafa de cinco litros o el estanque natural del lugar, sin más esfuerzo que apuntar con el colgajo atento, tras la borrachera (…) Esto o lo otro (…) Digo que repito (…)”
Soltara entonces el viejo nada aficionado, más bien profesional, la fantochada que ya te dije, ¿Qué cuál? … “Sol nace pues luna duerme” Lo dijo así, de repente, recogiendo el percal que descansaba en lo horondo de su sombrero, cinco monedas, un solo billete menor aun de papel y la atónita cara de sus clientes viendo como marchaba aquél sin acabar la historia.
P.D. Siempre llega el momento de abandonar aun con la posibilidad de seguir caminando, cada cual escoge la cara de la moneda que le conviene, la del rostro del mandatario o la del escudo patrio. Pues ridículo es no alcanzar como no intentarlo. El joven ebrio al calabozo, el viejo cuentacuentos a contar… Y este servidor a marear con romancero insustancial que siempre, ése de toda la vida, deja poso… Sin más dilación, abrazos sinceros con el corazón en mano, rogando perdón por si no te ha gustado…
®Dadelhos Pérez



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