Paso resuena y niebla acompaña cuando
la noche se duerme acercándose el alba, y salta la saca del montón apilado
buscando al saco malvado, roto o descosido por el costado. Para evitar que
salga en busca del hombre, culminando terminada la noche, la vieja leyenda del
saco del hombre (…) Aunque otros con otras u otras con otros, la conocen como
la del hombre del saco. Ríase la gracia pues la desgracia insiste en su
insistente llanto.
―Un saco es tela y no de esa tan famosa,
la marinera. ¿Cómo podría un trapo provocar descosido en alguien que respira,
camina, corre o brinca?
Puedes pensar pues no está prohibido,
igual, lo mismo que el erro; y no me refiero al de la herrería. Más bien al de
no atisbar en los recodos llanos del abrupto camino, que pese a no tener
baches, piedras, troncos cruzados, mapaches enfadados o cualquier peligro aun
sin serlo, ergo, danza macabra te sorprende con el saco del hombre que salta
consciente en busca de tus delicias. Y no precisamente las de papel colorado
que envuelven el azucarado al que tan adicto eres, el saco prefiere las
mollejas tiernas de niños espabilados que no se asuntan por falta de credo, y
terminan llorando en vez de salir corriendo.
―Enséñeme el saco malvado y le
ajustaré las cuentas.
Lo tienes delante, al lado, detrás o
debajo de tu cama en el cuarto. Nunca se sabe aun sabiendo que llega, pues no
suele enviar tarjeta o concederla. Puede que por eso sea saco segundario que
secunda al hombre que quedó primero, llevándose la fama aun malvada por la
cara, la patilla o la barba. Dicho este entuerto que no conduce más que al
comienzo en redundo reivindicado por segundo malgastado, te emplazo la semana
que viene para conocer los deleites de la tela porosa que resulta escandalosa
masacre para quien no cree. Eso si estás preparado y traes la moneda de pago
que sustenta a este contador que cuenta alejado de los números, por la ruina
que me acompaña.
―No sé si volveré, esperaba que alguna
vez terminara alguna historieta de esas, señor. Y desde meses alarga, embrolla,
verborrea y se queja. Puede que me busque a otro contador que cuente cuentos y
no se empecine en contar cuentas.
Fuera pasado o fuera presente,
siempre existe el irreverente que reverencia, el sabio ingenuo, el pobre rico y
el niño listo. A pesar de pagar vaga moneda por escuchar simple y llana
verborrea del de siempre. Un micro relato relatado con el tacto romancero que
se resume en novela dantesca e ingente, pese a ser escueto, torpe, insustancial
y poco agraciado, me refiero a lo narrado.
P.D. Me debes una moneda para el pan
que no para el vino, y volveré a contarte la nada desde el todo aterrizando en
las ascuas cual recompensa, pero no ahora, puede que mañana, al otro que
alcanza o al que nunca llega.
®Dadelhos Pérez
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