LaRanuraDeLaPuerta.Blogspot.com
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Entró cual vendaval renacido de cenizas
aletargadas desde las calmas recién extinguidas, rompiendo su habitual temple
moderado para destripar el ropero amontonando sus pocas prendas sobre el
colchón huérfano. Mientras la casera observaba pletórica al conseguir por fin
deshacerse del aspirante a estrella, harta de escuchar sus estridentes ensayos
con la eléctrica, de intentar sin conseguir celados deseos nada reprimidos, más
bien confesados cuando la moneda dejó de transitar por el bolsillo del músico.
―Lo siento en el alma pero vivo del alquiler,
muchacho. Me hubiese gustado que las cosas no fueran como son.―Acariciando sutil su cadera.―Siempre puedes rectificar.
La miró, cómo no, aquella cincuentona de enormes
pechos y sin apenas cuello que siempre vestía ajustada, provocativa, incitando
desde su apetito que rozaba la enfermedad. Incluso le pasó por la cabeza hacer
de tripas corazón, acceder a las famélicas ardientes de la “cabellos rizo” para seguir pernotando en
lecho más que sea compartido, pagando un alquiler con otro bien distinto, más
sudoroso, íntimo y nada personal.
―Veo que por fin parece que entras en razón, puede
que lo que gritan tus ojos sea la llave que nivele nuestro acuerdo. Podrías
reparar las roturas del edificio, pintar la escalera y por la noche, bueno; por
la noche comportarte como un perrito fiel que no decae en flacidez (…) Tampoco
pido tanto.
Macuto hasta los bordes y eléctrica enfundada, se
despidió de la obsesiva cruzando el corredor hasta los pies del elevador sin
que la doña apartara ojos pecado, descarada, segura, ordinaria.
―Qué putada, ¿verdad?―Sonó desde la escalera.
― ¿Qué?
―Su hija va escapando, cruzando piernas. Y la
madre obra todo lo contrario sin tener en cuenta a su marido, ese pobre infeliz
enganchado a la botella que pasa más tiempo en la barra donde sirven a los no
sedientos, un mal vicio. La pura, la muchacha.―Ascendiendo los parcos escalones hasta plantarse
a su altura.―La doña era un
bombón, igual que lo es ahora su hija. Seguro que de joven sorteaba pretendientes
entre agobios. Si le diese la oportunidad de volver atrás, se trincaría a
cualquiera que mostrara rigidez sin importar taras o tamaños, riquezas o
ruinas. Cómo diría un viejo amigo, disfrutaréis del libre albedrío que os
convertirá en esclavos de vosotros mismos.
Media alzada y ropaje a la antigua, mostraba
gesto agradable con sutileza en su quehacer siempre cercano. Se trataba del
escritor que vivía frente a su puerta, extraño ermitaño por sus largos
encierros en el diminuto apartamento, brotando a ritmo frenético el teclear de
la vieja máquina de escribir, día y noche.
―Deberías retozar con la dueña, a mí también me
costó al principio… Pero te puedo asegurar que es una leona en la cama.
―Si quisiera convertirme en carne de alquiler lo
haría por dinero, amigo. Soy un músico, guitarrista, que pelea por asentarse en
el mundillo. No una polla dispuesta previo pago. Si usted prefiere jugar con la
enferma, adelante.
―Todo tiene un precio en esta vida, hijo. El que
marca el cartel, el oficial, e ingente montón de indirectos que van con la
adquisición del producto. Tú, buscas la gloria en el escenario rasgando las
cuerdas de tu instrumento. Si mañana se presentase la doña con un contrato
discográfico, te aseguro que besarías el suelo por donde pisa.―Avizorando hacia la fémina que se esfumó
rehuyéndole.―Buscas un
imposible desde la falsa posibilidad encumbrada por la publicidad siempre
engañosa. Si deseas alcanzar meta, creo que tendrás que aceptar esa otra cara
de la moneda pues viene implícito, es ineludible. Puede que sea cosa de carne,
de bolsillo o de alma, nunca se sabe. Pero como solía decir mi buen amigo,
escoger no presupone más que obviar el resto de las alternativas.
―Si me disculpa, me esperan en el estudio para una
prueba.
―Lo sabes bien, muchacho. Por mucho que percibas
el aroma de la cumbre es mero saliente que amaga rascacielos, no lo
conseguirás.―Sacando un
colgante plateado de uno de los bolsillos de su arcaico chaleco gris.―Yo tengo este viejo amuleto, es probable que sea
mera quimera, pero logré el deseado contrato con la editorial convirtiéndome en
escritor profesional. Cógelo, seguro que te traerá la misma suerte. Aunque
deberás devolvérmelo tras la prueba, digamos que es un pequeño préstamo
temporal.
Agobiado y con prisas, lo agarró colándose en el
interior del ascensor, pulsando el botón requerido, para mirar al frente
descubriendo la sonrisa ladeada del excéntrico escriba mientras se cerraban las
automáticas.
La cola en la enorme sala de espera desanimaba
incluso al portero del complejo elitista. Cientos de guitarristas variopintos punteando
instrumento entre nervios y dudas. Se sentó en el rincón más alejado de la
sala, depositando el atrayente colgante en el interior de la funda de la
eléctrica…
― ¡El espléndido Marcelo!
―Sí, soy yo.
―Es tu turno muchacho, te deseo toda la suerte del
mundo. Entra, conecta tu instrumento e interpreta, sin más. No hace falta que te presentes, ¿de
acuerdo?
Los focos le impedían distinguir al selecto grupo
que buscaba guitarrista para el famoso grupo roquero. Tibio viento acarició su
rostro congelando las valentías que le llevaron hasta allí. Es extraño, pero
tras luchar años por una oportunidad, cuando llega, la mente te juega esa mala
pasada con la incómoda pregunta revenida del espanto: ¿De verdad que es lo que
quieres?
Conectó la guitarra, agarró la mejor de sus púas
del interior de la funda divisando el colgante prestado irradiando extraño
fulgor hipnótico.
― ¡A la mierda! ¿Qué puedo perder?―Musitara cogiéndolo.
Cuando acabó de tocar la última nota reinó el
silencio, paralizó el tiempo, hasta que llegó la ovación de los busca talento
enamorados por la insuperable interpretación del que apodaron en aquel momento
como el mejor guitarrista del mundo.
Llovió el esperado contrato firmando en una de
esas oficinas de ensueño, el maldito amuleto del raro funcionó, funcionaba; al
menos entregó su credo al plateado metal tentado en quedárselo. Lo necesitaba o
al menos creía necesitarlo. Tomando la decisión de no devolverlo a su dueño con
el fin de mantener la buena racha.
Aquella noche conoció al resto del grupo
participando en una de esas fiestas privadas, saboreando la cúspide del éxito,
para acabar con demasiadas copas de más en reconocido hotel, tras pactar la
sesión de fotografía del día siguiente. El pistoletazo de salida en su nueva
vida de lujos y confort.
Le radio despertador albeó sus ojos castigados
por tremenda resaca, el locutor hablaba del nuevo guitarrista contratado por el
grupo de moda vertiendo halagos. Cosa que le hizo sonreír orgulloso del
imposible alcanzado. Fue entonces cuando miró la mesita de noche cerciorándose
de que estaba el valioso colgante, para levantarse, cuando desde la radio…
―Es un placer tener aquí al espléndido Marcelo.
¿Cómo pasa inadvertido en el panorama musical un talento como el tuyo?
―Verás, como dice un viejo amigo: No existen
atajos que atajen, ni préstamos gratuitos.
―No sé lo que has querido decir, pero…
― ¡La puta hostia!―Acelerando paso hasta el espejo del baño.― ¡Puta mierda!
Salió en estampida abriendo la puerta presa del
nerviosismo, para descubrir el cutre pasillo del hostal de las afueras y a la
doña que estaba inspeccionando la habitación del inquilino desahuciado, él
mismo.
― ¿Dónde está el escritor loco?
― ¿Ya estamos otra vez, señor?―Le preguntó tierna, agarrando delicada su brazo.―Debería ir al médico, esos extraños desdobles de
personalidad no auguran nada bueno. Usted es el escritor. No es el joven
pintor, ni la modelo, ni quien diantres crea que es ahora. Esas personas fueron
sus vecinos.
― ¿Pero?
―Ande, túmbese un rato en la cama, verá como
pronto recupera la cordura…
El mejor guitarrista del mundo, la modelo más
cotizada, novelista… Tantos y tantas que aspiraron alcanzando la cumbre gracias
al préstamo temporal, el mismo que no devolvieron pagando con sus vidas, nunca
con sus almas… Como suele decir mi buen amigo: Lo gratis siempre sale caro… Je,
je, je…
®Dadelhos
Pérez (La
ranura de la puerta) 2016
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