La desdicha aparece cuando la dicha
se aburre, agarra hastío comenzando a ignorarte en parco paulatino que se
convierte en golpe gélido dentro de insignificante centésima que marca nueva
era, la del perdedor…
―Deme
carta.―Sabedor que sabe e ignora agarrado a lo de siempre, eso mismo
que ya no existe.
Sólo figura de hermosa dama corazones valía, ni el todopoderoso
monarca, ni el sagrado as siempre deseado por cualquier jugador. Ella, la
delicada que acuna esperanza para romper el muro y hacerse con la cuantiosa
bolsa. Mientras el adversario suspira sus anhelos por otro naipe familia,
mirando a la nada para evitar evidenciar lo que carga, escondido tras sus gafas
de sol en el centro del salón apuestas… Es clon heredado de pura y neta ensoñación
revenida de obras literarias o películas de cualquier serie. Sin embargo, mi
jugada dista de seguir en el fango de ganarme los cuartos mediante el juego… Es
hora de cerrar este capítulo y reconstruir eso que llaman vida.
―Ahora se refugiará colocando fortuna en el centro mesa, cuando la
varilla relojera apunta final, el farol aliena al cobarde convirtiéndolo en
psicópata.―Obeso ganador de ganadores, el gran rival abatir, la pesadilla de
las carteras ajenas… Su juego ronda más la dialéctica que las cartas, por eso
lo llaman el Astuto…
―Estoy harto de escucharle, ¿no sabe jugar sin más?
―Jugar, estoy jugando, viejo. ¿Qué tal si lo enmudezco subiendo un
poco más la apuesta?―Tantea, olisquea y traza treta. No esperaba más.―Si lo
apostase todo no lo podría ver, cubrir. Se ha convertido en simple pelele. Esta
partida ya está vendida, ¿no cree?
Sus palabras no me afectan y es consciente, espera un desliz que
no llegará a pesar de estar precipitado a la necesidad de esa victoria transitoria
que alargue la decrépita derrota que me espera al final del túnel, cuando mis
bolsillos retomen su estatus original guardando mala suerte.
―Tengo lo que ve, no existe más capital, señor. Si lo que pretende
es poner emoción, acepte mis cuartos frente a los suyos a pesar de que duplica
mi plata. Cierto que no ganará más arriesgándolo todo, más éxtasis imposible.
Fue entonces, chasquido silencio que merma horizontes cambiando
mar por tierra, cuando albeó la rareza de manos del “grasas”, sonrisa ladeada y
mirada verdugo, para dejar sus cartas sobre el verde tapiz indicando a uno de
sus matones que cerrara la puerta de la sala.
Cazó su extraña bebida combinado, sorbiendo a través de la pajita
tras deshacerse de las horrendas gafas de sol que desterró en un lado de la
tabla. Liberando una pistola plateada que reposó cuidadoso aun sin soltarla
sobre la mesa de juego (…)
―No necesito más dinero, como puede observar la vida me ha tratado
bien, mis negocios van viento en popa. Puede que por eso sea un adicto al
juego, todo aburre aunque no lo crea. Las mejores mujeres, telas, carros,
casas, viajes (…) Al final del recorrido es repetirse en un constante sin más
alicientes que volver a redundar una y otra vez.
― ¿A dónde pretende llegar con este numerito?
―Apostaré un millón de euros contantes y sonantes sin que usted
tenga que poner un solo céntimo en el centro mesa. Aventurará algo mucho más
valioso.
Los ricos y sus excentricidades, víctimas del imaginario que les
confunde sin llegar a distinguir realidades físicas de mera fantasía. El arma
sobre la tabla, los matones guarneciendo la puerta, la plata esperando
desenlace y mi necesidad por ganar la mano para no regresarme al infierno podredumbre.
¿Qué podía perder? Además, si la carta que me espera sobre el esperanzado tapiz
es la hermosa de corazones…
―Quiere que apueste mi vida, entrar en otro nivel sin arriesgar
por su parte más que un montón de billetes (…) Esos desmanes no gustan a la
santa Parca. Lo justo, mi querido amigo, serían dos millones de Euros a cambio
de mi vida o su propia existencia contra la mía (…) Decídase, pues la mano
espera.
Titubeó incoherente, sorprendido, llamando a uno de sus gorilas
para que le cediera su arma y entregármela.
―Tiene toda la razón, seré justo. Mi vida contra la suya (…) Si
gana esta mano podrá liquidarme sin represalias, un tiro certero en la frente
sin preguntas, sin aviso (…) enseñar cartas y ejecutar al perdedor (…)
―Me parece muy acertado, emocionante. Es más, quien respire se
queda también con la bolsa, ¿le parece?
Asintió ganado por emociones entregadas al delirio, sin mostrar
duda y deseoso por culminar su locura que tanto me afectaba. Yo, simplemente me
preparé para esa centésima que lo merma todo aterrizando en nueva etapa o en el
regazo de la diosa luto (…) Mi destino en manos de la reina de corazones para
completar esa otra escalera ascendente, el milagro, la salida o el desastre (…)
―Full de ases al rey.―Con mueca psicópata, sudor gélido, famélico
por arrebatarme el aliento.
―Buena jugada, sin duda.
Agarré el revólver amartillándolo ante el renacido gesto del gordo
que esgrimía desolación sospechando lo peor. Para apuntarle en movimiento
rápido y apretar el gatillo sin mostrar mis cartas, no era necesario, no
hubiese servido de nada pues la dama de corazones me dejó plantado una vez más.
― ¿De verdad pensaba que sería tan sencillo? Usted mismo quiso un
trato justo, y a la primera de cambios me apunta y dispara.―Mierda, debí
sospecharlo, el puto revólver no tiene balas…
Seco estruendo bautizó la centésima que todo lo cambia, se
acabaron las necesidades, finiquitaron sueños, la última partida que me costó
el aliento tras reunir cuatro cincos y un siete en la última mano de mi vida…
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