El profesor de ética (relato/drama/ficción)
Tupido
velo que enmascara penitente, allá en desolado resultante que insiste
proclamando finales y olvidando principios. Aderezado por copa licor y humo del
habano cual única compañía del mejor orador hundido en silencios, escuchando el
crepitar sostenido del llar debilitado, desde su trono sillón donde preside
escueto salón olvido, por sentirse olvidado.
Cuadros
con imágenes aprehendidas del imaginario en lienzo, dulce trazada donde habitan
almas que fueron, adornaban paredes humildes, supervivientes de la bonanza vida
del lejano pasado, cuando compartía inquietudes con la dama virtudes
propietaria de sus quereres, en los tiempos extraviados dentro del abismo
recuerdo por el que transitaba desde lo que fuera a lo interpretado por ajenos,
aun siendo todos hijos.
El
viejo y cansado profesor de ética, famélico de ésta, remanso confuso que amaga
en diurno el fuego que lo va devorando, mientras explica filosofías revenidas
de terceros divinizados desde el gnosticismo enervado que postra síntesis
complicada en frases parcas, que aceptan negando aquello que nunca negó.
Mientras la vida prosigue por cauce justo y caudal injusto, arrastrando en su
vagar hacia el mar de las perdiciones donde albean bendiciones de benditos y lo
contrario. Todo metido en el mismo saco universo.
Cuánto,
cuándo… Si parla con prosa cuidada y gestos armoniosos de fulgor vigoroso en
tono apagado. Gritando felicidad con la mirada ante las atenciones del alumnado
en redunda mañana cualquiera, como avino aquella, sintiendo asfixiante
nostalgia que le impide pasar página, olvidar olvidos, recordar recuerdos,
encender la vela del rezo despertado en alba movimiento para recuperar lo que
es, en vez de perderse en apariencias tras la velada licor, calada aflicción y
reflejo hoguera. Con la certeza de quién creó emocionado para acabar
decepcionado frente a tan bella abominación.
Puede
que eso mismo incidiera en diferente momento, plantado junto a la pizarra y
encarado a preguntas varias, entorno a deidad o humanismos, cuando rompiera el
saco opresor de sus motivos existenciales, haciendo caso omiso del protocolo
social inventado por los miedos del hombre. Al compartir demasiadas mentiras
ocultando verdades enemigas de sacros mandatarios que pagaban las treinta de
plata por su encomiable talento, aun sin percibir eterno lamento del que se
sentía avasallado, silenciado, ultrajado; en la imaginación de otros que lo
reinventaron agarrados al interés ególatra en su tarea ilusoria que aún persiste.
Requiriera
alumno envenenado…
―Profesor,
¿existe Dios?
Buena
cuestionara desde la fila más apartada de la clase clasista, teniendo en cuenta
el alma religiosa de la institución de pago que lo contratara por renombre
labrado tras infinidad de reconocimientos que nunca fue capaz de reconocer, por
ser olvidado el que importaba desde el agobio de esconder su credo frente a
ideales creyentes e insustanciales… Razonó ergo…
―Dios,
esa rareza que encumbra al ser humano y su egolatría cual espejo exagerado de
natura compartida. Dios cual excusa perfecta al andar apartada de cualquier
comprobación sin importar de qué lado proceda. Unos cuentan que existe pese a
la lógica que lo niega, alegando que igual de imposible es demostrar que es o
está, que perpetrar lo contrario. Olvidando que el ateísmo no agrede al
populismo religioso que entorna la existencia etérea del todopoderoso, dominado
por doctrinas beatas que intentan conquistar lo inconquistable desde la
temeridad de hablar en nombre del divino, ese mismo alejado de probaturas que
lo reivindiquen o lo ensombrezcan. Puesto que es imposible, indemostrable,
falacia nada enrevesada que sustenta oligarquía clasista en el seno corrupto de
sus credos. Aunque nada de esto dirime la existencia o no de Dios, sin duda. Es
delicado tema digno de estudio centrado en la coexistencia de lo que conocemos
e incluso de lo que anhelamos descubrir en los vastos universos y su reiterado
existo.
―Todo
eso está muy bien, señor. Digo sí y concluyo con no. Lo acepto, negándolo, lo
denuncio con roncería, o simplemente esquivo la cuestión perdiendo en prosa
redunda a mi interlocutor. La cuestión es simple como simple es la camisa
cuadriculada sobre cama blanca que luce hoy.
Le
llamó la atención el descaro irradia vida del mochuelo discípulo que ladraba ansioso,
por la sed de quien requiere certezas y recibe cuestiones.
―Si
vuestra intención es conocer mi parecer, mi respuesta es breve. No.
―
¿No existe? ¿No cree? ¿Existe pero no cree? ¿No existe pero cree? Me sorprende
la pobreza de su réplica valorando pasados mítines iluminados, y perdone mi
atrevimiento. Pero de no atrever, no conocer y todo lo contrario.
―No
creo, estimado alumno revolucionario. Soy incapaz de concebir ente o cosa regida
bajo nuestra lógica, teniendo en cuenta lo vasto sorprendente que nos envuelve.
Preguntar quién lo hizo, por qué, es precipitarse al desconcierto, intentar
completar puzle con un susurro o pintar los cielos del verde fosforito. Aunque
estos absurdos andan dentro de posibles al estar ideados desde la lógica animal
del mono pelado. Dios es cualquier cosa excepto lo que aquellos que dicen
parlar en su nombre describen. Seguro que estas palabras no calmaran vuestra
ira, así que preguntad sin titubeos.
Alzada
escasa y de mirada profunda, atravesó el corredor entre pupitres hasta
plantarse a la altura del sabido enseñante, con gesto delirante e intenciones,
supurando gresca dialéctica sin maldad ni benevolencia, en frío; aun nunca
indiferente por estar absorto, casi ofuscado por el tema.
―
¡No cree el que enseña! Danza por alabanzas heredadas de las religiones durante
milenios para aterrizar en negación segundo, cuando lo que hoy somos se lo
debemos a la proeza eclesiástica. No está bien cargar sobre herramienta que
facilitó nuestra civilización, la musulmana o la judía.
―No
hablamos de mentiras sin ápice realista, querido alumno. Dios no es la iglesia
o el credo pese a que éstos insistan en que son lo mismo. Podemos diseccionar
la verdadera naturaleza de las diferentes congregaciones religiosas basándonos
en aquello disponible para su análisis, la historia. Aunque me temo que
adentrarse en ese charco no dilucidará la existencia o simple idealización de
Dios. Así que seleccione senda por donde transitar raciocinio, joven. Hoy será
usted quién decida el tema del día.
Reinara
silencio desde entrega atención por la salerosa emoción experimentada en
directo, tanto, que las moscas verano posaron sobre pupitres a la espera del
desenlace, así como los pájaros del exterior, agolpados en ventanas y
petrificados a la expectativa de la decisión del joven descarado.
―
¿Podría escoger dos?
―Podría
no abandonar la valentía que le condujo hasta aquí, imponiendo el temario
deseado sin necesidad de aprobación. Simplemente escoja y dispóngase a debatir.
Alguien
musitó de entre el resto ahogada petición a favor de la existencia o no del
Altísimo, siendo contrarrestado por idéntico susurro con neta intención de
abordar la religión.
―Existencia
y revelación de Dios, señor. Ese será el temario a debate, si no tiene ninguna
objeción.
―Muy
hábil.―Dirigiéndose al resto de la clase.― ¡Izquierda ateos, derecha creyentes!
Las
moscas volaron unidas cual único cuerpo negruzco hacia la izquierda, mientras
los pájaros piaban protestas alboroto, disconformes al estar cerradas todas las
ventanas del recinto. La clase, en bloque a excepción de una, se postuló a la
derecha, dispuestos a defender la existencia y buen quehacer de las religiones.
Soledad
con trenzas, mejillas invadidas por pecas y mirada susto al diferenciarse
descarada del resto, permaneció inmóvil a la izquierda. Dividiendo desigual la
balanza de oradores empecinados en alcanzar gloria, en aquella diferente mañana
de verano en la clase del profesor de ética que daba religión.
―Respetar
los turnos, no faltar ni interrumpir al orador que goce de la palabra, y mi
reloj, regulará igualando las intervenciones.― Observando a la niña desolada en
el rincón negación.―Esta vez, y que no sirva de precedente, dejaré mi papel para
calzarme el hábito de estudiante postulándome junto a la solitaria, a la
izquierda.
―No
veo justo lo que pretende, señor. ¿Quién arbitrará el duelo?
―Les
ruego que ejerzan alejados de esa horrenda idea competitiva, simplemente
dialoguen, discutan, empaticen y sobre todo aprendan. Puesto no es más
importante el resultado que el transcurso, aunque les pueda sonar irracional
por el agobio competitivo inculcado por el centro. Ganar al precio que sea es
perder, sin embargo; debatir escuchando similar y entendiendo su mensaje
contraponiéndolo al nuestro con humildad y sin ceguera, es aprender,
evolucionar.
―Señor,
debo protestar.
―Impropio
resulta su latente inseguridad, joven. Fue usted y su descaro quien provocó el
cambio dentro de la rutina que pretendió derrocar desde el comienzo del curso.
Ésta, brinda oportuna tanto como consecuente al albear realidad en lo que fuera
ansia de permuta. Su oportunidad clarea, hijo, no oscurezca ahora usted. Dicha
mi última frase como profesor de religión, les emplazo a comenzar el debate
cediendo la palabra a los creyentes. Cuando gusten.
Se
sentó sobre el pupitre al no caber en él, sonriendo a la huérfana de ideal que
gentil devolvió gesto al distinto profesor. Mientras en el adverso se miraban unos
a otros sin saber bien como partir la sandía, cosa esperada por el ético.
Fuere
el mismo que comenzara algarabía dialogante quien se plantó delante, llenó pulmones
tras toser ensimismado al no creerse sus delirios convertidos en realidades;
nervioso tanto como arrogante, comenzara hablando del divino creando base
estratégica para noquear al profesor. Ya que su compañera de trenzas y cierto
candor bondad, entornado con papel de regalo timidez, la descartó cual peligro
inminente. Señaló al techo, mueca seriada, fijó mirada y disparó:
―Es
error observar al hombre y pensar en orfandad; el ser pensante lo hace
conduciendo su alma por la ruta marcada por aquel que todo lo creó. Es tan
grande su poder que nos queda mucho por ver de su inmensa obra. La prueba más
palpable, lo que nos rodea. Enfrente, los retrógrados reincididos en volver a
las cavernas, ignorantes que lo son a sabiendas y por la necesidad egocéntrica
de sentirse seres superiores que no deben explicaciones a nadie, ni a nada (…)
por supuesto equivocados. Dios es en esencia lo mucho que nos queda por
aprender, una fuerza superior que vela por sus hijos dotándolos de las
herramientas necesarias para alcanzar lo que algunas culturas llaman, nirvana.
Se
levantó ella siguiendo su mano que reclamaba intervenir tras la escueta
exposición política del que presumía cuan revolucionario.
―
Me atendré exclusivamente a pruebas irrefutables, como por ejemplo, el
transcurso de la propia vida en su globalidad, que en muy escueta síntesis se
resume en nacer y morir. Lo realmente apasionante es que todo nace y muere; lo
hacen los animales, las plantas, las estrellas, planetas e incluso las
galaxias. Es tentativo aferrarse a comparaciones que casan perfectas con la
brutal realidad que nos envuelve, descifrando a Dios como un mortal más entre
la ingente mortalidad del todo. De lo contrario, su obra no se hubiese
constituido en insignificante ser perdido en idéntico planeta, degenerado a su
vez entre toneladas de constelaciones. Dios, sin duda es una idea nada negativa
y todo lo contrario. Simétrica a diferentes dogmas que a priori andan anclados
a la religión o el misticismo, pero acaban fortificando vínculos que aterrizan
en necesidades nada espirituales y si terrenales, y no las acuso, todos somos
humanos. Interpretar a un ser inmortal capaz de generar imperfectos abismales
guiándose por las necesidades de nuestra raza, no es qué sea imposible teniendo
en cuenta que habitamos un milímetro escaso del todo, resulta ridículo.
―
¿Ridículo? Hay concesiones que damos por hechas sin la necesidad de pruebas
irrefutables, querida.―De nuevo.―Los propios sentimientos innatos del hombre,
amar, querer, compartir…
―Mera
necesidad, supervivencia. Los animales actúan exactamente como nosotros aun
adaptados a su medio. Y sin embargo, que sepamos, no adoran al creador
olvidando su sustento. Ellos actúan al hilo presente, el ahora, lo inmediato.
Gozan de la vida intentando esquivar las trampas que conviven al otro lado del
río a diferencia del ser humano. Siempre dado a dominios que le procuren
subsistencia aprovechándose de su igual, abusando ergo para acabar aniquilando
en nombre de un Dios llamado egolatría.
―
¿Nos comparas con los animales?
―Somos
animales racionales, pero animales. Tenemos corazón, riñones, hambre, sed,
enfermedades, vejez. No es una locura compararse con lo que tanto se nos
asemeja y comparte nuestro propio
entorno, siendo obvio que este punto es sin duda la primera piedra que condena
a las religiones, al hegemonizar en exclusiva a la raza humana negando
evidencias demostradas, por su psicópata acto de fe cegado a raciocinios.
Aunque debo insistir que una orden religiosa no es más que asociación de seres
humanos sin mayor importancia. Y espero no me malinterprete.
Poesía
del alma son razones enfrentadas desde el diálogo de sus propietarios y sin la
necesidad de proclamar enemigo. Contento se mostró escapando de la apatía
soportada por necesidad, al comprobar que aquel reducido grupo de chicos y
chicas albergaba el don del entendimiento, a pesar del sistemático machaque que
la institución ejercía siguiendo caótica editorial católica.
Abriese
brusca la puerta entrando enfado vestido de sotana, dándose alto entre los
bandos dialogantes para apartar al profesor de ética que daba religión,
invitándole a salir del aula.
―Pensé
que tenía clara la línea trazada por la dirección, señor. Este instituto es
católico y ofrece enseñanza católica, sin mermas insustanciales ni calzas erróneas
heredadas de idearios bárbaros.
―Le
dijo el cazo a la sartén.
―
¿Cómo dice?
Crepúsculo
ganara noche asomando destello luna por la ventana del salón, sentado en el anonimato
que engañaba con sorbo y calada profunda, desalojando humareda benceno por la
chimenea boca hacia los cielos techos, crepitando sonata la hoguera del llar a
pesar de estar en plena canícula.
Sonó
extraño que no lo alterara, seguido de ecos pasos en avance relajado que pronto
alcanzó su altura torso; apoyando grotesca mano con uñas negruzcas y piel
quemada en el respaldo del sillón soledades.
―Ya
te lo dije, nada puedes pudiéndolo todo.
―Mi
buen amigo, Lucifer. No te quedes ahí
plantado, toma asiento. ¿Te apetece una copa y un buen habano?
―Bien
sabes que ni bebo, ni fumo. No puedo morir de cáncer ni cirrosis, por eso me
resulta deporte aburrido, insustancial. Igual que ver partido de fútbol entre
rivales entregados al empate.
―Respeto
profundamente tus inclinaciones, hermano.
―
¿Lo vas a seguir intentando?
―No
lo sé, hoy creí iluminar después de milenios cuando ese muchacho increpó libre,
despojado de clichés, valiente. Pero resultó tremendo fracaso al utilizarnos
para lograr sus oscuros propósitos. En verdad te digo que lo mejor sería
apartar de la vida el defectuoso producto, es el único animal que salió
torcido.
―Recuerda
que te lo advertí, a la hora de crear la mejor herramienta es la simpleza,
fíjate en mi reino de tinieblas. El miedo debería corregirles y sin embargo les
atrae a mis dominios; la creencia debería purificarles y la distorsionan tanto,
que acaban abrazando mí doctrina; el conocimiento (…) Bueno, en ese punto
confieso que lo hiciste bien.
―Está
claro que tu trabajo ha sido impecable desde el minuto uno, sobre todo cuando
soltaste el rumor de Dios, una auténtica obra de arte con epílogos memorables
como la inquisición, menuda época. Por un momento pensé en cederte mi sitio y
jubilarme de una vez.
―Estás
hecho un zagal, además, aún no ha terminado la partida. El ser humano es el
peor mortal de todos y así lo he demostrado. Cuando paz goza, la destruye.
Enfrenta a hermanos contra hermanos; mata por matar y condena desde la
avaricia. El auténtico mal de la pequeña bola azul. Tanto es así, que incluso
te inventan otorgándote personalidad e incluso afirmando que hablan contigo.
―Sí,
es más que curioso. ¿Te imaginas las caras de los líderes religiosos si
supieran que tú y yo somos la misma cosa?
―Nos
tacharían de farsantes condenando a la cruz, al paredón, a la horca (…) Creo
que nos han matado de todas las maneras posibles.
―
¿Quemados?
―En
ciento veintisiete ocasiones.
―
¿Lapidados?
―Quinientas
cortas.
―Ahogados
en el agua, creo que es la única…
―
¿Has olvidado el juicio de Salem? Cuando para saber si eras bruja te ataron a
un tronco hundiéndote en el río.
―
¡Ah! Es verdad. Y si no me ahogaba era pura, santa y casta.
―Sinceramente,
debiste resucitar en aquel momento, yo lo hubiese hecho.
―Lo
sé, pero cuando enseñas cara siempre te cargas a los que te ven.
―
¡Eh! Solamente a los humanos. El resto animal jamás creó problemas, me llevo a
las mil maravillas con ellos. Donde incluyo a los marinos, muy agradables,
saben conversar y tratar con divinidades. Andan alejados del trato irritante
que nos dan los humanos (…) Ah! En nombre de Dios te ordeno que te marches.
Mientras las bestias te sueltan; Cuánto tiempo sin verte, tengo que largarme
tío, la yerba está de cojones, en su punto. Pero andan merodeando las leonas.
Así que si no te importa, me las piro, vampiro.
―Estoy
contigo.
Más
vieja que la creencia es la esencia que la inseminó; puesto el mal dista del
bien dependiendo de los ojos contempladores o las carnes que lo padecen. En una
punta del mundo gobierna día y en el otro extremo es noche, sin entablar
batalla por prevalecer contra natura.
Dios
creo, se sentó y admiró lo imperfecto de sus primeras creaciones, su simpleza;
otorgando más conciencia en el nuevo ser a modo prueba y pasándose de dosis.
Incrementó la curiosidad, verdad verdadera, pero con ella también el recelo, la
manipulación, la media verdad y por último, la enorme mentira. Llegando éstos a
postular al mismísimo creador, su inspiración, procedencia, leyes, pecados e
ingente ristra de memeces divagadas desde su insuficiente entendimiento
terrenal.
Fue
entonces cuando enfadado buscó adverso en sí mismo, allá en el principio de los
principios partiéndose en dos. Lucifer,
que así lo llamó por su luz y la fe que albergaba en sí mismo, y el creador,
Dios todopoderoso incapaz de virar el camino abrumado por lo opaco del ser
humano, pese a bajar a la existencia cien mil veces (las mismas que lo mataron)
para ergo vagabundear entre humildes sin más afán que encontrar entre tanta
tara un solo puro o pura…
Y
de eso hace unos cuantos milenios de árido desierto recorrido, sin agua, cielo
o mar; donde cansado acuñara aquella frase afamada que reza: Cuida cuervos y te
sacarán los ojos. Crea humanos y te cortarán las manos.
®
Dadelhos Pérez (La ranura de la puerta) 2016
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