OFUSCACIÓN (Micro/suspense)
Abrir los ojos no produjo lo
esperado. En ocasiones se despierta de tibio sueño para albear en la peor de las
pesadillas a pesar de aferrarse a la credulidad, esa misma que torna incrédula
ante el desesperado que espera al otro lado de la barrera ensoñada. Aunque
puede que describirlo como lo describí resulte poco pragmático y bastante
ofusco. No te preocupes, pues es precisamente lo que pretendía… Ofuscación…
―Llevo
observándote horas, puede que casi un día entero. Te aseguro que cuando te
traje a este lugar era de buena mañana (…) Como solía decir mi madre en paz
descanse, el trabajo se saca en las primeras horas, nunca en la tarde, pues la
misma palabra anuncia la tragedia… Tarde…
― ¿Dónde
estoy? ¿Quién es usted? ¿Qué ha pasado?
―
¿Recuerdas algo?
Hermosa veinteañera vestida de gala,
con tacón fino y vestido noche, ajustado, se levantó del ruinoso catre de
madera descubriendo extraño cuarto cueva a juzgar por sus irregulares paredes,
su techo nada uniforme y el suelo repleto de taras, pequeños baches. Carente de
ventanuco o simple respiradero.
―Estaba en
la fiesta con Tomás, mi novio. No sé, no recuerdo nada más. ¿Quién es usted?
Sentado en el centro exacto del
cuarto, con las piernas cruzadas y mirada intimidante, lucía vestimenta
elitista con camisa oscura y corbata a juego. Zapatos de piel italianos
relucientes, perfectos.
―Soy el
remedio, niña. Alguien que decidió salvarte trayéndote aquí.
― ¿Salvarme
de qué?
Se levantó impresionando a la
muchacha por su descomunal alzada, sentado aparentaba un tipo de altura media,
pero de pie, superaba sobradamente los dos metros… Delgado…Extravagante…
―El
sentimiento es idéntico a cualquier arma de fuego, ¿no crees?
― ¿Qué?
―Puede
llenarte de gozo, alimentar espíritu o provocar hecatombe por desamor. Una
pistola produce el mismo efecto, colgada en el salón es admirada en esas horas
relax por su propietario. Sin embargo, en manos de inestable sólo interesan dos
cosas de ella; las balas y el gatillo. Pero antes de entrar en profundidad
deberías comer algo, seguro que estarás hambrienta. Sobre la tabla dejé uno de
los famosos guisos de mamá. Puede que no esté tan atinado como los hacía ella
ya que lo preparé yo mismo, aunque seguro que te gustará. Es mi plato estrella.
―Quiero
saber que diantres ha pasado, ¿quién es usted?
―La
impaciencia de la juventud. Siéntate en la mesa y come, te lo explicaré todo
con pelos y señales.
Obedeció tomando uno de los dos
taburetes que circundaban la redonda tabla engalanada pobremente, parco plato
de plástico repleto de aromático guiso que invitaba a la comilona pese a su
desastrosa presencia, y un vaso del mismo elemento hasta los bordes de agua.
Acomodándose frente a ella el extravagante bien vestido que comenzó a narrar lo
solicitado por la muchacha.
―Soy un excelente
cazador, todas las noches salgo en busca de nueva presa. Por ejemplo; el guiso
que estás comiendo lo realicé con la caza de anoche. La cuestión es que cuando
crucé el puente siguiendo la senda hacia el bosque, vi un vehículo estacionado
en uno de tantos claros. Como comprenderás, no hice demasiado caso ya que todos
los fines de semana se infestan de jóvenes parejas buscando intimidad. Pero
cuando escuché alaridos no pude evitar acercarme (…) Y te encontré. Estabas
peleándote con ese muchacho prepotente, todo un drama.
―Bueno, sí.
Tuvimos una discusión en la discoteca, es verdad. Pero no recuerdo nada de lo
que usted me dice. Estoy convencida de que no salimos del local. Él se puso a
tontear con la fresca de Ana y… Bueno, son cosas íntimas.
―Y tanto (…)
Estaba encima de ti, forzándote. No pude más que intervenir ante tan grotesca
estampa. Golpeé al muchacho con la culata de mi escopeta dejándolo
inconsciente, no vi otra salida, puede que me excediera (…) La cuestión es que
te pregunté si querías que te llevara alguna parte, a casa, a la policía…
―No
recuerdo, nada…―Interrumpida.
―Y me
solicitaste que te ayudara ajustar cuentas con el inconsciente, algo a lo que
me negué rotundamente. Hasta que vi las enormes heridas que tenías en las
pantorrillas, una auténtica canallada (…) El muchacho necesitaba un
escarmiento, te di la razón.
― ¿Qué
intenta decirme?
―Lo traje
aquí, mi guarida, tú me ayudaste. Luego te cedí este pequeño cuarto, es donde
suelo descansar antes de salir cada noche de caza. En cuanto al violador…
― ¡Tomás no
es ningún violador! No sería capaz de matar una mosca.
― No te
alteres, simplemente accedí a tus deseos (…) Aún en parte, claro está, queda
trabajo por hacer para complacerte del todo. Te lo pregunté tres veces
mirándote a los ojos, ¿recuerdas?―Agarrando el vaso para sorber ante la
descompuesta mirada de la muchacha.―Y tu respuesta siempre fue la misma.
Incluso te advertí de las consecuencias, pero no hiciste caso, me rogaste que
lo hiciera ofuscada por la rabia, gritando enervada…
― ¿Dónde
está Tomás?
―… Todo
tiene un precio, volví a insistir con la neta intención de que desistieras. Y
es cuando te ofreciste a mí, fuera de tus casillas, alienada por completo. Tus
últimas palabras antes de dormirte fueron, “lo quiero cuando despierte, después
seré tuya. Podrá hacer lo que quiera conmigo.”
― ¿Dónde
está Tomás?
Le dedicó tétrica mirada con sonrisa
estatuada para soltar entre gozos…
― Te lo
estás comiendo.
(…) Abrir los ojos no produjo lo esperado.
En ocasiones se despierta de tibio sueño para albear en la peor de las
pesadillas a pesar de aferrarse a la credulidad, esa misma que torna incrédula
ante el desesperado que espera al otro lado de la barrera ensoñada…
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