Hierro y sangre (Micro/medieval)
―No hay marea que contenga calma, contradicción sin certeza.
Querido Duque, todo parte de algo dirigiéndose a cualquier objetivo, incluso
quedar estatuado amaga propósito, como seguro bien sabrá vuestra vuecencia.
― ¿Qué aconsejáis?
―Los tiempos oscuros lo son antes de que la luz los conquisten,
señor. Podemos jugar al juego del ratón y el gato lanzando medias verdades o
mentiras completas. En parcas palabras, dirimiendo en años lo que cuesta
minutos.
El mandatario, acuciado
por el tormento que se cernía sobre el Ducado a manos de su propia sangre,
mandó acercarse al sabio con simple gesto para que el resto de presentes no
escuchara aquello que tenía que decir.
―No puedo liquidar a mi propio hijo, condenaría mi alma, buen
amigo.―Le susurrara agobiado.
―Dijo la palabra clave, señor (…) Liquidar (…) En el
firmamento inmediato del destino de vuestras tierras, esa palabra se ha
convertido en meta. Vuestro hijo no dudará cuando os tenga al alcance, obviando
el pecado divino para conquistar el poder terrenal. Debéis tomar una decisión
ante la traición ya consumada que toma forma en estos mismos momentos. Pronto
dispondrá de ingente ejército para avanzar sin remordimientos.
―Debe de existir otra forma, matar a mi único descendiente es
pecado al que no estoy dispuesto. Decidme, ¿existe otro camino?
―Si le cedéis el cetro acabara asesinándoos entre sombras, si
os enfrentáis a él estáis obligado a eliminarlo a no ser que deseéis mostrar
debilidad frente al resto de vuestros numerosos enemigos. Puede intentar
aprehenderlo confinándolo en cualquier mazmorra del castigo (…) Pero mantenerlo
con vida no disipa la esperanza de vuestros contrarios, el muchacho debe morir.
Muerto el líder se acabó la amenaza.
―Os cederé nutrido ejército para que marchéis en busca de los
traidores. Si muerte ha de curar la vida de mi ducado, prefiero que seáis vos,
el mejor consejero y maestro de mi insensato retoño.
―Para que vuestro ejército me obedezca, necesitaré vuestro
sello, señor.
―No os preocupéis, dispondréis de él y de todos los hombres de
mi guarnición. Ahora, buen amigo, ve y haz los preparativos. Sólo os pido que
mi hijo no sufra, arrebatarle la vida rápido, sin torturas.
―Así se hará, señor.
Se retiró acompañado por
su estado mayor tras reverenciar pleitesía al poderoso Duque, para alcanzar las
caballerizas donde le esperaban varios de sus soldados afines montados en
poderosos corceles.
―Cabalgad hacia la posta del sur.―Ordenó
impasible a sus súbditos.―Y eliminad al hijo del duque sin
torturas, al menos le daremos esa satisfacción al viejo. Pronto tendré todo el
poder sobre el ejército del Ducado, decidle al Marqués que el destino es
nuestro.
―Así será, Milord.
® Dadelhos Pérez (La ranura de la puerta) 2016
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