― Grato os describiría
los milagros hechos carne tras la ingesta de la pócima que comercio, vuecencia.
Los males se alejan copiando insecto que descubre en el jardín de palacio
jazmín asesino. Pues gota templada en vaso de vino, extingue perezas provocadas
por jaquecas reales, dolores musculares o granos molestos. No es locuacidad bien
atada que pretende desde amagos los cuartos de vuestras arcas. De ser así, bien
podría describir a este humilde comerciante cual loco suicida por tropezar con
el generoso liquide de vuestro afamado verdugo…―Reverenciara con estilo―…Y su
temida hacha.
― Dejaos de postureos
políticos y cerciorar con vuestra palabra que mis espantos tornaran plácidos
tras monto acordado. No soporto el dolor de espalda que me está matando desde
hace años, no, décadas.―Ordenó con gesto nada sutil que se acercara al
trono.―Sois el quinto parlanchín que me visita, imaginad la suerte de vuestros
antecesores (…) Si vos pululáis la misma ruina este es el momento de abandonar
el barco, de lo contrario, estoy seguro que el tocón muerte estará gustoso por
recibir nueva audiencia.
Tragó saliva mordiendo
leve el labio inferior al son que iluminó cristalina en las ventanas del alma,
reflejo del miedo que no de culpa aunque en su interior clamó pies en polvareda
pese a pisar impoluto mármol italiano…
― No temo, vuecencia, si
me hubieseis llamado el primero cuatro seguirían respirando… Aunque resultase
fastidio para el verdugo enamorado de su labor macabra, cosa que poco
importaría tras la cura que tanto ansía el monarca, ¿cierto? ―Retrocediendo sin
perder cara.― ¡Qué mal! Nada se resiste a la pócima secreta que fabrica la
anciana del bosque y comercia quien os habla. La semana pasada sanó al
tabernero de su ceguera tras beberla, la anterior, hizo lo propio con el
párroco deshaciendo el dichoso grano infectado… Y podría seguir relatando ristra
de milagros que opera la gracia o sabiduría de la vieja. Aunque no entraré en
publicitarios al tener en mi poder frasco del curativo y enfrente, delante, en
el regio trono que gobierna vasto imperio… Al enfermo… Siempre di prioridad a
la acción frente a la palabra.
―Si mi mal persiste
tras la ingesta, vuestra testa pasará a engordar el tiesto que descansa junto
al tocón, mercader (…) pero proceded.
Mangas recogiera desnudando
brazos peludos, rescató de la bolsa de cuero curtido en las remotas tierras del
sur el frasco. Granate imperaba el líquido elemento tras el cristal tallado por
experto, para descorcharlo con gesto ensayado en álgido movimiento teatral
observado por los pocos presentes… A todo esto, el silencio fue latente por la
expectación despertada tras los decapitados adormecidos en poco más de tres
días, templando el tocón del acabose por el pringue caliente de la vital
derramada.
Giró mano derecha
abriendo palma en su ejecución coreografía que tanto agradaba al populacho,
frente avizoro esperanzado del propietario del hacha que esperaba su divertimento
apoyado en el marco entrada de la sala de audiencias… Cantó incomprensibles
danzando imposibles de describir por extravagancia atrayente en su espectáculo
venta a vida o muerte. Hasta alcanzar el vaso de cuello estrecho repleto hasta sus
mitades del caldo mediterráneo, que paciente por inerte, yacía en la diminuta
mesa de noble madera frente al convaleciente.
― Como vida sigue
camino hasta la cúspide que resulta decadencia, la cura de la anciana también
establece protocolo magia con palabras cultas que despiertan las bondades de
tan especial brebaje.―Desalojara ensimismado por su pantomima.―El vino realza
el efecto casi de inmediato gracias al espirituoso que encierra su cuerpo,
sangre de vid que entra en la del hombre conduciendo el milagro por sus venas
hasta alcanzar el mal que os corroe y extinguirlo, tan o más rápido que vuestro
virtuoso y su hacha.
Rieron los presentes
ante la descarada gracia del que todo se jugó, dejando caer insignificante gota
del mágico desde el corcho frasco hasta el vaso real.
― Previo a que bebáis,
tengo que recitar el cantar del elixir tal y conforme me adiestrara la sabia
anciana. Es imprescindible hacerlo para que los efectos benévolos despierten en
el acto… Tanto es así que en ocasiones, aunque las menos, algunos sanaron mucho
antes de que el líquido acariciara su paladar.
―Adelante, haced cuanto
esté en vuestra mano y no erréis, a no ser que queráis pensar en vuestro mal
tino junto al resto fracasado.
―Descuidad, vuecencia;
cuando termine mi cabeza seguirá en su sitio, estoy más que convencido…
Plantó tranco en el
centro sala abriendo en cruz ambos brazos y dedicando mirada a los cielos
cúpula del impresionante castillo exquisitez. Tosió varias veces por culpa de
la mala sombra que esperaba de errar, y comenzó el recital indicando al
soberano que bebiera.
― ¡Diantres! Rasca mi
garganta.―Se quejara el rey.
― Os suplico obréis sin
abandonar el guion, majestad. Me gustaría seguir conservando mi testa.
― Mil perdones,
mercader… Proceded.
―Noche reviene en parla
que engaña cuando siembra la duda con certeza, apostando que la oscuridad reina
en diurno adverso cuando en verso, prosa o verborrea; todo el que respira sabe
de la existencia de chispa en la oscura… Estrellas o reflejo de la innata Luna
que guía al que duda hasta el amanecer que lo clarea…Beba.
―Menudas palabras
mágicas.―Quejó nuevamente.―Esperaba incomprensibles idénticos a los pasados por
el hierro.
―Terminad la copa,
vuecencia. El milagro está concebido y solo resta que ingiráis para desterrarlo
de vos por siempre.
Agudizara atención
reinando pesimismo en el verdugo, tras el cambio descarado del gesto emperador
que ganó sonrosado apagando palideces. Sus ojos ardieron vivaces destronando el
mal humor al liquidar el punzante constante que martirizaba la espalda del
coronado.
―Os nombraría Dios sin
titubeos, mercader, puesto habéis obrado milagro con vuestra increíble
pócima…―Interrumpido.
―…Y las palabras
mágicas, vuecencia, no las olvidéis pues forman parte imprescindible de la cura
como bien me enseñó la sabia anciana.
― En agradecimiento os
pagaré veinte veces lo pactado, mercader. Vuestro logro enciende perspectivas
por lo valioso que resultaría contar con vuestro tino en la corte. Culminaré de
bienes mi propuesta, tantos cuantos deseéis; ¿qué contestáis?
― Tienta baza que
pecaría sin pasar por la tela raciocinio, majestad. Pero deber adquiriera con
la anciana que laborea el líquido liberador, al ceder palabra con implícito
juramento de obediencia desde pura y neta devoción. Debo seguir cauce por las
diversas tierras para ofrecer el elixir a los máximos, espero comprendáis mi
decisión.
― Me maravilla vuestra
doctrina, parece alma militar siendo humilde parlanchín que cumple tras
oratoria. De todas formas recoged vuestro monto sin olvidar que ésta es vuestra
casa.
Pitanza exagerada cargó
en la vieja carreta tirada por idéntico buey, partiendo de inmediato hacia el
norte a pesar del cercano invierno que desde siempre se mostró despiadado.
Alcanzando el cruce de caminos donde vigilaban los primeros hijos custodios de
la inmensa arboleda bosque, junto al riachuelo que jamás seca, para recoger anciana
con vestiduras luto y cara pasa que se sentó a su vera con gesto malévolo.
―Otro imbatible
alcanzado, muchacho.―Ronroneara en aras de placer desmedido.―Nos espera el
Marqués de los Arces que visité recientemente, padece aguda diarrea desde hace
semanas. A perdido volumen en sus carnes, chupó su cara que sólo muestra hueso
mientras sus ignorantes médicos le administran líquidos con falsas esperanzas.
Nada pueden ante las sales que vertí en los toneles de agua.
―Deberíamos guardar
primero los cuartos, señora. Nuestra imagen ensombrecería de presentarnos con
la carreta repleta de riquezas.
―Te preocupas
demasiado, la necesidad inmediata anula visión o perspectiva. Iremos directos
al castillo, como siempre. A este ritmo pronto liquidaremos a todos los
déspotas de las tierras conocidas gracias al engaño. Una dosis justa de veneno
que fulmina almas pasados cinco días tras conceder la mejoría tan deseada por
los indeseable caudillos.
―Sinceramente,
preferiría la verdadera cura a este embuste, señora. Es obvio que halló justa
medida que sana con mentira concediendo tiempo para nuestra fuga… Pero sembrar
de muerte.
―Deberíais ser más
positivo y descentrar vuestro punto de vista, ya conocéis el dicho que reza: “A
rey muerto, rey puesto” Con toda seguridad los pretendientes a la corona
agradecerán nuestra obra, cosa que intentaron los más impávidos acabando en el
tocón de la desgracia. Dicho esto, sigamos nuestra ruta enlutada hacia las
tierras del Marqués, ese viejo cascarrabias tan dado a expropiar inocentes
impunemente.
Ocurriera en la década
de las muertes sin que guerras imperaran, recogido en los salmos reales de las
diferentes soberanas donde maldición resonara entre recodos de las cortes.
Mientras en el libro populacho lo tildaron cual cantar del elixir o el fulminar
recitado, en los tiempos más claros de la época más oscura donde reinó la
ambición de demasiados a golpe de hierro… En este caso de elixir, frasco,
teatralidad y muerte…
®Dadelhos
Pérez (La ranura de la puerta) 2016
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