miércoles, 25 de enero de 2017

LA ALDEA MALDITA Capítulo 8




LA ALDEA MALDITA

Capítulo 8


Halo versus Oscuro


Decidido, abrió la puerta colándose en el largo pasillo para atisbar hacia sus adentros divisando a un par de policías armados hasta los dientes. Sin abandonar mofa, se acercó silbando alegre tema aderezado con acertado paso de baile a lo Fred Áster que liquidó deteniéndose a la altura de los funcionarios, los mismos que custodiaban el habitáculo del recién ingresado en la quinta planta.
Al mirar hacia la abatible vio reflejada su estampa en el cristal; alzada media con atractiva melena y silueta diva. La viva imagen de Adela, toda una belleza.
― ¿En qué puedo ayudarte, monada?
Es cierto que tenían recortadas y pistolas, que iban uniformados y estaban adoctrinados para enfrentarse a cualquier dificultad. Pero detrás de tanta purpurina sólo existían dos críos faltos de experiencia, atiborrados de miedos, de dudas, de recelos, deseos inconfesables y pequeños pecados. Puede que su afición a fumar cannabis en la intimidad agarrando torpes la quinta cerveza de la noche para teclear el número del chulo contratando esclava. Y en mañana albeada vistiendo de ley excusa, enardecer derechos que ultrajan jornada tras jornada, noche tras noche.
La debilidad siempre es más poderosa en aquel que se cree omnipotente, entregado en aras del inmovilismo disfrazado con falaz ideario, ese caminar por raciocinio que te deja postrado en el sillón coronado y sin reino; delicia que olía a distancia, conocía y pretendía utilizar, utilizándolos.
―Estoy agotada, todos los días limpiando cuerpos inertes. No sabes lo que me cuesta admitir que no tengan ninguna reacción cuando los palpo. Por norma, no necesito siquiera tocar a cualquier hombre para que sufra reacción.
―Vaya, juegas duro, chica.
―Esa misma reacción, duro y erguido pero en femenino. ¿Verdad? Dura y erguida.―Ronroneando casi mejilla con mejilla, percibió extraño por el rabillo del ojo.
El más apuesto, la agarró por la cintura usando a su compañero cual pantalla para no llamar la atención de las dos enfermeras que permanecían en el mostrador ojeando papeleo, a pocos metros. Siendo rechazado por Cárdenas en repentino cambio que llegó a molestar al jovenzuelo inexperto de tal manera, que asió sin delicadezas el débil brazo de la falsa muchacha, dejando prepotencia pueril con nefasto comentario. Tentando al diablo, nunca mejor dicho.
― ¿No serás una calienta pollas, verdad?―Mala jugada.
―Me encantan las confrontaciones, palabras potentes, violentas, que denotan impotencia y sumisión. Dime; ¿vas a llamar a mamá o te vales solito? Creo que este baile te viene grande, niño.
― ¿Cómo?―Anonadado por el brusco cambio de la falsa fémina.―Si buscas potencia estás hablando con el tipo adecuado.
Es posible que fuera simple reflejo de cualquier luminaria, al menos así pensara de ser cualquiera. Pero para saber, vejez. Doctrina experiencia de encuentros variopintos con un viejo conocido. Cayendo en la cuenta, el desastre, el imprevisto de que si se trataba de él aún no había alcanzado el anhelado plano real. Permanecía preso en el cuerpo inerte de Remilgado López a pesar de haber vivido, sentido, experimentado su despertar… Nada y todo, la creencia frente a la negación. Puede que haya sido víctima en vez de verdugo. Que siga perdido entre la densa arboleda de Madre.
Fugaz, retornó el destello por su lado derecho. Pero en esa ocasión alargó la mano a velocidad terminal ante la descompuesta mirada de los uniformados. Atrapando cuerpo enano de peluche que intentaba escapar de sus féminas zarpas…
― ¡Menudo truco de magia, chiquilla! ¿De dónde coño has sacado el peluche? Impresionante.
Inmóvil, observando al felpa con el brazo extendido, presionando desmesurado al que seguía intentando liberarse cual tierno encantador de alto voltaje. Dedicó avizoro correspondido por el pequeño juguete, el viejo conocido, su eterno enemigo.
― ¡Y el oso parece vivo!, esta tía es la guinda…
Halo, debí sospecharlo desde el principio. Pensé que andabas haciendo de las tuyas en el invisible, allá en la puta aldea. Jugando a tontunas existenciales desde la terca inexistencia. Pero veo que mi hermano sigue rigiendo tu vulgar vida. De dios a mero recadero. Bien pudo venir el Maestro en persona pero nunca se ensucia las manos aterrado por saborear la derrota, siempre envía a su perro.
Comenzó en la punta de los dedos que atenazaban alrededor del pescuezo tela, imitando sombra proyectada por nube tapando el vigor del sol, que en aquella dantesca escena representaba la piel atrayente de la falsa joven. Marchitando, adquiriendo húmedo tono grisáceo, viscoso, a la par que multiplicaba su dimensión alcanzando infernal apariencia gracias a las negras magias del monstruo, puesto que de la hermosa regeneró mostrando al mismísimo diablo.
― ¡Qué puñetas!―Apuntó con la sesga vidas.― ¡Pide refuerzos, coño!
―Aun estás a tiempo de liberarte, soltar el lastre, los grilletes normas y ser lo que en realidad eres. Un duende capaz de lo que nadie puede, ni siquiera tu mentor. Tus antepasados comprendieron su magnánima presencia dando espalda a los aburridos Maestros. Aquella dulcificante batalla…
―Nos dispararán.
―Lo sé.
¿Quién es la amenaza? Apuntaron al dantesco sumido en descarada indiferencia, sin respeto hacia los uniformados aliados, víctimas del miedo. Y varios rugidos escupieron muerte sobre aquel que muerte es, impactando en su costado y en plena mejilla, estallando sus carnes sin perder el elixir vida carente en su porte fantasmagórico, solo viscosidad grisácea entremezclada con hueso que nada mermó la suprema estampa del señor Oscuro que regeneró de inmediato las pérdidas sufridas por los sufridos destinados al ocaso, a su toque perverso, a su famélica intención de sembrar la semilla de su raza.
Aunque para eso, se vio obligado a soltar al guerrero de peluche que salió embalado hacia la recepción donde se refugiaban las ateridas enfermeras en su auténtico cual sol, luz atrayente… dejando a su suerte a los dos sentenciados y los restos tela de su inerte posesión fracasada.
―Me encanta la violencia.―Llegando mucho más allá de lo perverso.―Es fuente inagotable de alimento.
― ¿Qué coño eres, Freddy cuchillas?
―No es mala idea, chaval.―Ladeando siniestro su cara.
Sonata del averno irrumpió en la quinta planta del respetable hospital congelando a todo aquel que escuchara. Tormento sin visión que trasladó la esencia del tártaro entre los mundos del imaginado y el real, inseminando terror en cada ser viviente de la quinta, de la sentenciada, del epicentro donde se dirimiría merced condenando a la humanidad, trastocando sus flojas bases para reconvertirla en otra cosa, en otra esencia… Viajar hacia el plano real donde convergen todas las energías para encontrar a Madre, para devorar a Madre, para acabar de una vez por todas “en” Madre.
Halo, quedó flotando junto a las sanitarias que se arrodillaron rezando padre nuestro convencidas que era sin duda un ángel enviado por Dios.
―¡¡¡Halo!!!―Grito atronador.―Sabes que sé cómo escapar de este plano, sólo tengo que encontrar al durmiente. Pero antes me gustaría jugar contigo.
El color de las paredes del pasillo desapareció tapado por lienzo desesperanza del rojo vida extirpada desde sadismo cual religión, de aquellos solo quedó sangre y motas de carne triturada redecorando el final del corredor, el inicio de la pesadilla.
―Disculpen, señoras. Soy consciente que dirigirme a ustedes conllevará insuperable trauma, pero necesito de su inestimable ayuda.―Susurró a las entregadas al rezo.
― ¡Ave María purísima! Es un Arcángel del señor. No tenemos por qué temer, él nos protegerá.―Proclamó la más veterana poniéndose en pie en aras de su credo para dirigirse al maligno sin tapujos.― ¡Satanás! Vuelve a los infiernos en nombre de nuestro creador. O el peso de la justicia divina caerá sobre tu sombra arrastrándote a las llamas eternas de donde jamás debiste salir. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.
― ¡Mierda! Pensé por un momento que superasteis la dichosa edad media, por lo visto no es así.―Hablara la luz estrella entrando ergo en acción.
La miró entre sonrisa y hastío, caminando absurdo hacia el recibidor pantalla canturreando de nuevo, ejecutando pasos de baile perfectos hasta detenerse a poco más de un par de metros de la exorcista avalentonada tanto como eventual, obesa mórbida que le costaba incluso respirar; para chupar sus ensangrentados dedos con gesto mofa, le divertía la excéntrica escena surrealista. Incluso más surrealista que su propia presencia en el desconocido plano actual.
Hembra de enormes pechos solo comparables con su ancha espalda, lo miraba nada miedosa rezando a la velocidad de la luz y sin dejar de santiguar al viento. Si luciese atuendo monja la escena seguro que resultaría más convincente, aunque nada de la parafernalia cristiana influía en el siniestro asesino.
―Mujer, si supieses las veces que me han soltado esa chapa, mostrado crucifijos, empapado con agua y no sé cuántas memeces más. Y sin embargo, mírame; sigo estando aquí. Aunque seré condescendiente y dejaré que lo intentes, puede que después de tantos milenios con vuestro redunde cause efecto hoy, nunca se sabe pese a conocer el resultado.―Apoyándose en la pared, cerca de los sillones, junto a la máquina expendedora de café.
―¡¡¡Satanás!!!
―Perdone.―Interrumpió guasón el señor Oscuro.―Le agradecería que soltase la versión escueta, no sea igual que otros tantos que me tuvieron horas escuchando payasadas. Puede pasar directamente a preguntar cuál es mi nombre, creo que es el momento álgido del exorcismo, lo máximo. En sus manos lo dejo aun solo durante un minuto, después obraré para que vea la luz. Tranquila, piense bien cuál será la oración que desintegre mi estampa.―Golpeó su muñeca con el índice repetido, clavando mirada perversa en la adversa convencida.―Tic-tac, el tiempo corre, le quedan cincuenta segundos. Cuarenta y nueve, cuarenta y ocho, cuarenta y siete…
― ¡Amparo coño, agáchate!―Sugirió su compañera sobrepasada desde el ridículo escondite, sufriendo repentino atraganto que la sumió en sueño inmediato.
―No creas que te temo, Lucifer. El Arcángel ha venido a por ti.
―…Cuarenta y seis, cuarenta y cinco…
Rescató de su recatado escote colgante cruz que besó cual desafío al que creía que era Satanás, para caminar llevada por cierta ensoñación que la abdujo borrando temores hasta salir del recibidor decidida; llegando a la altura del animal empapado del cruento desenlace que regaló a los uniformados.
Besara de nuevo la creencia oro, juntando ergo palmas y bajando persianas para observar coleto. Concentrar su ferviente cual arma poderosa capaz de disipar pesadilla gracias a la fe, su luz, cual armamento que pensaba que era decisivo.
―…Veinticinco, veinticuatro, veintitrés…
―No hay más que la justicia divina, monstruo…
―… Veintidós, veintiuno, veinte.
―Dios rige desde… ¡Qué coño! Dios es una buena excusa para pasar el jodido cepillo y vivir del cuento, ¿tú qué crees? Si es que crees en algo. Seguro que en las matemáticas, ¿verdad? No vayas a pensar que tengo poderes paranormales o anormales, es simple deducción al comprobar que realizas perfectamente la cuenta atrás. Eso indica que tienes que ser todo un campeón contando al derecho, ya sabes, al derecho del anverso.
El radical cambio de la obesa con exagerada papada, desbarató al señor Oscuro produciendo aquello que llevaba sin padecer desde hacía demasiado, curiosidad. Sobre todo cuando la cincuentona se quitó el uniforme alegando falta de movilidad para quedar en paños menores; sujetador extra grande y bragas saco mostrando esperpéntica imagen que rayaba el ridículo entre lo graciosamente grotesco y lo grotesco sin gracia.
―Admito que tus técnicas exorcistas son eficaces, mujer. Mucho más que el agua bendita y todo el ritual romano. Estoy valorando seriamente rendirme siempre y cuando te vuelvas a vestir… Te lo suplico, comienzo a tener palpitaciones, me duelen los ojos... Ganaste segundos con tu espectáculo, señora grasa.
―Detesto cuando pasan el jodido cepillo, es como contradecirse…
― ¿Qué?
―…Lanzan mensaje currado y repetido donde intercalan ideario político, simple interés egocéntrico de ámbito puramente terrenal, y no tienen otra ocurrencia más que pasar la bandejita para cobrar el mal lavado de cerebro que ni pone, ni quita mancha. Si al menos soltaran alguna frase que hiciera pensar sin beber del librito, pero nada. Nunca me cayeron bien los curas, aunque de entre tanto tarado seguro que algún benévolo habrá, no lo niego. De hecho estoy convencido pues conocí varios que apuntaban maneras, con valores de verdad, no esos prestados de la biblia.―Sobándose ergo las enormes mamas cubre ombligo.―Hay que ver, son gigantescas, ¿verdad? Podría utilizarlas como armas de destrucción masiva, seguro que para la asfixia irán de lujo. ¿Te imaginas? Noticiario de las tres: …Al parecer existe el diablo según nos informan, se hace llamar “Oscurito” y sucumbió lejos de las viejas recetas bíblicas. Una valiente enfermera lo sometió atrapando su rostro entre sus senos que le provocaron la asfixia. El mal, socavado por un par de tetas haciendo bueno el dicho que reza que tiran más que dos carretas, es evidente que me refiero a las…Tetas…
―Duende… no puedes evitar soltar memeces. No conoces el factor sorpresa…Ya intentaste doblegarme con tu verborrea cansina y no funcionó.
Prendieron los ojos de la despelotada que adquirió posición karateca; pierna derecha ligeramente avanzada, izquierda posicionando cual eje apoyo, palmas unidas rezo que acercó hasta los carnosos labios para separarlas en circunferencia a lo Bruce Lee, dejando escapar ligero quejido para comenzar a dar esos saltitos tan típicos del maestro de las artes marciales.
Fue espectáculo vomitivo a causa del bailoteo de las grasas que imperaban en cada centímetro del cuerpo birria, causando risa en vez de respeto aun entremezclado con repelús arcada. Puede que solo exponiendo aquel esperpento fuera suficiente para anular belicismo en el malvado.
―Es el momento de repartir estopa, Oscurito.―Prosiguió ergo en tono heroico de filme Hollywoodiense.― No te dejaré salir de este plano nunca, me convertiré en tu pesadilla, no dormirás, no reirás, no alcanzaras (…) Bueno, no recuerdo bien como seguía, pero tú ya me entiendes. No es la primera que tenemos. ¿Estás preparado para que te patee el culo?
Parecía una broma de mal gusto que quebraba por completo lo que debiera ser un enfrentamiento entre poderosos entes. Oscuro, tras levantar hombros aburrido, agarró una prenda que descansaba en el respaldo de uno de los sillones para limpiarse el rostro. Lanzándola después con evidente desánimo y encauzar la verdadera senda, su infalible plan capaz de noquear al escurridizo y heroico Halo. Algo que bautizó como la verdad. No sin antes explayarse con el inri infantil del duende prepotente.
―Me asustabas más cuando eras el oso amoroso bravucón, con ese cuerpo desluce la batalla. Cierto que golpear tu grasiento envase me produce rechazo, pero es lo que hay…
―No seas tiquismiquis, Oscurito; mi idea era poseer a uno de los policías, hubiese bordado este momento con cualquiera de ésos que dejaste hechos lonchas.
―Basta, no me apetece entrar en tus juegos, nos conocemos bien, Halo.―Se sentó en uno de los sillones.―Ella espera que entablemos batalla quemando nuevo tiempo que en realidad es anciano, mientras devora las esperanzas, nuestras legítimas esperanzas de ser libres. Sólo somos motivación abnegada, confrontación insustancial que produce inmovilismo retroalimentando a Madre. Mira a tu alrededor, observa el pasillo, los mismos personajes, repetidos nombres o nuestra nula capacidad de ver con claridad cualquier pormenor. Estamos sometidos en escenario preconcebido con detalles que no apreciamos (…) las mismas puertas e idénticos pomos, salas, colores, olores (…) Madre representa la celda angosta y su imaginación crea el vasto ficticio que aceptaba hasta ahora. Somos cautivos de nosotros mismos, cosa que pretendo subsanar.
Abandonó su posición de ataque disipando el poderoso destello de sus ojos.
Madre no es cierta, Halo; solo temor tras el trauma que nos constituyó. Debemos cerrar el círculo alcanzando al durmiente para cruzar al plano real. Dicho de otra manera, despertar. Llenar de oxígeno los mismos pulmones pues somos la misma cosa, un mero mortal asustado y enchufado a máquina que no encuentra el camino de vuelta. Pero yo sé que botón hay que pulsar, como regresar y recuperar la libertad. Ayúdame a despertar. Ayúdanos a despertarnos. Salgamos a la realidad abandonando este despropósito, quiero libertad aunque eso condicione cambiando lo eterno por lo efímero.
―No estamos dormidos, somos energía carente de físico, carne, exentos de su naturaleza. Me sorprende tu nueva postura, Oscurito, te tomaba por un ente tenebroso, corrupto y mortífero. Puede que te hayas ablandado con el tiempo, pasas demasiado trecho solo y eso no es nada bueno. ¡Coño! Ni siquiera aceptas la compañía de cualquier mascota, sin hobbies, sin metas; empecinado en esa locura de pelear, rajar, destruir y volver a empezar con argumentos de pena… No estamos dormidos señor depre, son ellos, los durmientes, no nosotros.
― ¿Y qué son los sueños o las pesadillas sino energía? Crees lo que mi hermano te cuenta, sus insulsas historias dogma que pretenden lo que no eres capaz de ver. El tiempo juega en contra de todos y el Maestro lo sabe. De ahí este enrevesado plan, utilizar al más poderoso que después anulará condenándolo al vidrio cuando alcance su meta… Ya sabes, esos tarros de cristal que tanto te horrorizan, tu talón de Aquiles. No te dejará salir de este universo al ser consciente que de hacerlo sucumbiría. Eres su mayor amenaza, duende, por eso te mantiene cerca, para controlarte. Sin embargo yo nunca aprobé o rechacé tu existencia conocedor de la importancia del todo, desde simple piedra a tu imponente poder lumínico, porque todos somos lo mismo… Tu Maestro se aferra a la locura en acto desesperado, negando la evolución que condena todo lo que conoces. Es perdón sin pecado, duende, las viejas historias, leyenda albeando tras la enorme montaña incapaz de defender nuestra insulsa ensoñación. Esta vez los lobos vienen de fuera hacia Madre, y están famélicos por hincar el diente al no conocer la piedad.
Tamizaba el mensaje confundiendo al duende caído en el prado incertidumbre, al contemplar esa loquesca posibilidad que no difería de las locuras en las que creía ciegamente; su mundo basculaba por atmósferas imposibles allá, en la tierra sagrada junto a su mentor defendiendo los lindes de Madre. Capitán Lobo al acecho de alma corrupta destruyendo malditos, perdonando benditos… Repitiendo su quehacer por los siglos de los otros gemelos que nada cambian…Murmurara entonces;
―Siempre el mismo durante milenios a excepción de aquella excursionista que abatiste.
―Segundos, duende; aquí no existe el tiempo, nadie envejece. Los muertos vuelven a despertar en pesadilla mortal, avivando de nuevo una y otra vez. Todo esto es una inmensa… ¡Mentira!―Recobrando la verticalidad.―Pero fuera, en el plano real donde convergen todas las energías el tiempo cala, debilita, va plagando de taras el rostro, desintegra memoria. Nuestro inexistente morirá a manos del real puesto que allá, allá… La muerte siempre gana... Puede que no temas a la Parca por tu condición divina, nada de lo que aquí habita se puede comparar contigo aunque lo rehúses. Sin embargo tu mentor es tan finito como yo, la muerte nos alcanzará atrapados en la fantasía generada por el miedo. De ahí su rocambolesco plan, al límite, no pretende más que apropiarse de la virtud pura, innata y divina por mera supervivencia. Tú apoderado se apoderará de ti mientras sigas enganchado a su teta falaz.
―Lo que dices no tiene lógica.
―No conocer, duende; ese es tu mayor error. Remilgado López es la respuesta.
Señaló hacia los adentros sangrientos del pasillo sin apartar mirada de la obesa, invitando al Halo a que indagara por sí mismo.
―Siempre estuvo donde está, la última habitación de la quinta planta, junto al resto. Solo tienes que cruzar la puerta y comprobarlo. Permanece inerte pegado a la ventana, ayudado por la bendita máquina que nos permite subsistir en nuestro universo.
― ¿Otro truco de los tuyos? Recuerdo bien la jugarreta en aquel castillo, ha llovido mucho desde entonces.
―Desconocía la verdad, Halo. Me costó aceptarla, hasta que avizoré lo irremediable avanzando impasible sobre nuestro cosmos. En tus manos dejo tus decisiones, eres tan libre como esclavo, duende. Si prefieres que nos arranquemos las extremidades en batalla sin cuartel, aceptaré sin más. Al fin y al cabo la partida está prácticamente acabada. Esto no es más que gentileza, puede que no me caigas tan mal al fin de cuenta.
―Está bien, accederé bajo una premisa.
El señor Oscuro dejó entrever cara satisfacción esperando escuchar la demanda de la deidad luz.
―Deja ese cuerpo, cédemelo y cruzaré la puerta.
―Sigues enfrascado entre océanos falacia. Solo soy el que soy, no poseo a ningún durmiente, Halo. Pero si te sirve, puedo cederte mi propio ser, algo inaudito si atendemos las proclamas de tu queridísimo Maestro. Romper la sagrada regla reconduciéndonos a la verdadera libertad.
―No puedo poseer energías y lo sabes.
― ¿Energía? Soy mucho más que eso, estoy vivo. Entra en estas carnes y cruza la puerta, encontrarás la verdad que arrancó la venda de mis ojos y hará lo propio contigo.
Hermosa fuera la salida de la enfermera, resurgiendo sendos hilos lumínicos ascendentes de las diferentes pupilas, para concentrar poderoso y atrayente núcleo que incrementaba hasta formar diminuta y perfecta estrella zarca en constante ebullición. Dejando su envase de carne y hueso petrificado durante varios segundos para recuperar ergo la consciencia, maravillándose con la beldad del Halo.
― ¡Ave María Purísima!―Entusiasmada por lo que creyó epifanía, descubrió que andaba en paños menores.― ¡Dios santo! He sido mancillada por un auténtico Arcángel (…) Bueno, debo haber sido mancillada pues…
― ¡Cállate!―Ordenó Cárdenas estatuando de nuevo a la mujer por arte de magia.―Puedes entrar cuando quieras, duende.
Explosiones epicentro en aquella luminaria perfecta, atrayente, puro hechizo capaz de encandilar al ateo más acérrimo para convertirlo en la oveja más mansa del rebaño. Inerte en la nada cual regente divinidad del cosmos inmediato, enorme poder condensado en escueta bola lumínica con personalidad propia que caminaba por la cuerda floja de la duda, tras escuchar a su dantesco adversario.
El señor Oscuro esperó retomando asiento tras tocar con su índice la frente de la enfermera que desfalleció desplomándose en el suelo.
―Sabes que si poseo tu cuerpo tendré la posibilidad de neutralizarte, ¿por qué te arriesgas?
―Por la seguridad, la verdad, el destino que cabalga nada caprichoso cargando contra nuestro universo. Todo se consumirá borrando incluso el ayer en eclosión sin precedentes. Madre no puede parar lo que se avecina, duende. Pero quedas tú, sólo tú, pequeña bola zarca. Tú y Madre. Cuando entiendas lo que está sucediendo alcanzaremos el plano real saboreando la libertad aunque solo sea durante un mísero segundo.―Puso los brazos en cruz.―Si aún piensas que intento engañarte, siempre me podrás neutralizar desde dentro.
Vuelo calma, reducida estela cual paso inocente de infante convencido, avanzó la deidad cría hasta la oscuridad densa, colándose por la boca del malvado en segundo roto pues quebraba las normas dictadas por su mentor en nombre de ella, la defendida, guiando a los guardianes del bosque a través de la masificada arboleda en busca de alma maliciosa para saciar apetitos.
Abrió los ojos dejando escapar reflejo imposible, omitiendo el zarco potente que lo identificaba para emerger rojo encolerizado en el rostro rabia del brutal asesino.
―Me siento diferente, rebosante de energía, de poder…―Soltó sorprendido frente a quien no se sorprendió, la carne que poseía, la cual respondió a la nula pregunta utilizando la misma boca, el mismo timbre de voz.―Es como volver a casa, ¿verdad? Recuperar un lejano pensamiento perdido en los desiertos interminables e inhóspitos del olvido, ese mal que nos domina, para entender quiénes somos, quienes fuimos; y avanzar hacia lo que queremos ser. Pero es solo el principio, pequeño Halo, tienes que conocer la realidad por ti mismo, cruzar la puerta, observar uno a uno hasta que nos alcancemos, al final, junto a la ventana.