Capítulo
2º
LA cálida glacial
L
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a última
aldea del llano sirvió cual cobijo antes de emprender
ruta montaña adentro. Cuatro casas de piedra y barro con tejado caña,
circundaban pequeña plazoleta donde residía en el centro la ermita en honor a
San Bartolomé.
Si, sin duda
nunca antes pisé tierra tan lejana al pasar toda mi vida entre los muros de la
orden aprendiendo el arte del acero, el recogimiento con oración y lectura. Todo
aquello me fascinó en aras de novedosas dando beneplácito al ingenuo hasta que
mi señor ordenara alto, encomendándome el cuidado de las agotadas
bestias.
―Haced valer vuestro mágico don con los corceles, noble
Ahombre, mientras tanto emprenderé los míos visitando al duque.
Y no os metáis en líos, puede que de todos los escuderos de la orden seáis el
más hábil, pero recordad que muchos lugareños sirvieron en la última guerra y
siguen respirando.
―Mis
convicciones no aprueban gratuitas grescas, señor.
―Haced el favor de no mezclar divinidades en los asuntos
del hombre, zagal. Cuando llegue vuestro momento el Altísimo ni siquiera prestará atención. Las convicciones vuelven
humo encaradas a la realidad.
En los próximos
de entonces no entendí sus palabras al andar empachado por la doctrina de la
orden. El viejo guerrero marchó con los tres custodios en busca del duque,
mientras acercaba los caballos al abrevadero con mi parla. Resulta don difícil
de explicar, pero así ha sido desde siempre.
―Moteado, deberías
copiar al valiente Trueno.
―Escuché oración
que narraba el desfallecer entre soledades donde loco se consideraba al cazador
de moscas, e incomprendido a todo aquel que humanizara bestias.―Sonó dulzor en
retaguardia.
―Humanizar
canes…―Rectifiqué su errata.
Descubrir la
viva imagen de la pureza me indujo al desconcierto, nada de mis múltiples
adiestramientos en la orden me prepararon para tal
evento…
―Mi nombre es Glacial, en honor a las cumbres de la
serrada…
…Cual catarata
ébano aterrizando en sus hombros desnudos, cabello noche rozando piel blancuzca
en halo atrayente que aceleró latidos dilatando pupilas para encerrar al niño en
aras de necesidad adulta…
―Supongo que
tendréis nombre, claro está, quitando vestiduras insignia e ideales grabados con
el fuego de la palabra…―Caminó hacia mí con trancos quereres y gesto
perfecto.―…reiterada que apaga coletos instaurando
doctrinas.
Fuere primer rayo que despunta alba dando sentido a la
existencia. Glacial cual nombre que no hacía justicia a tanto candor
concentrado en su pulcro esplendor maravilla.
―Me llamo Ahombre de
las Brumas Perdidas, fervoroso
escudero del poderoso Olote
Crispí y futuro valedor, para con honor, defender la fe cuando
alcance el rango de caballero de la sagrada
orden.
Sonrió mostrando
divertidos hoyuelos en sus tersas mejillas.
―Os pregunté el nombre solamente.―Sentándose en el borde
abrevadero, junto al terco Moteado.―Miedo me da preguntaros por el asunto que os condujo a
las serradas, pues cabe la posibilidad de que os dé por recitar las santas
escrituras.
Hermosa diva
descarada.
―Si por mi
misión preguntarais, silencio ofrecería cual contesta.
―Estoy convencida, rígido Ahombre de
las no sé qué. Tanto como que dentro de vuestra doctrina no os
prepararon para enfrentaros a alguien como yo.
No pude reprimir
carcajada alegando que sólo era una muchacha. A lo que farota
retó…
―Agarrad callado
a modo acero y defendeos de mi acometida con las manos vacías y en la espalda.
Garantizo que os desarmaré sin golpe o lucha en parco
segundo.
―Soy el más avanzado en el arte de la esgrima.―Armado
con la vara y en posición de combate.―Gélida Glacial, sorprendedme.
Su maestría rozaba cielos desconocidos para mí cuando
escondió manos besando mejilla, precipitándose la fusta al suelo (…) desarmado
en cuerpo y alma por la Glacial
más candente en la derrota más
clamorosa que sufrí a lo largo de mi vida militar, ganando chispa que alumbró
existencia durante décadas. Pues aquella valquiria de aspecto celestial y
astucia sorprendente, la conocida cómo Glacial o témpano de hielo, era tu
madre…
Segunda semana y
segundo epílogo, eso sí, escueto. Entra en escena la luz que deslumbra
derrotando con su presencia a la lúgubre oscuridad. Aunque trecho queda hasta
alcanzar verdades en lo alto del desfiladero. Me despido no sin antes desearte
de las buenas las mejores con un hasta entonces, hasta
ahora.
©Dadelhos
Pérez
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