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acran años en la memoria desgarrada por
derrotas, al estar hundido en lo que pudo que fuere por ser. Preguntas
retóricas, palabras redundantes, infiernos congelados, pero antes, mucho antes
del cotidiano enrevesado decidió lo que imaginara durante tardes desoladas en el
espacio previo pago de la residencia olvido.
Abrir el alma en senda reinventada, a la
postre, nada (se dijo) nada albea sin noche previa. Y cansado de esperarse dio
paso desequilibrio dejando en fuera de juego a la tediosa soledad. Un abuelo
paseando por los presentes a tres piernas, sonriendo a lo que venga, recordando
lo que olvidó…
Así, sin demasiado alarde, alejado de
prosa azúcar, de belleza letra, os narro el resumen del incansable escriba de 75
años que murió en el olvido recordado por él mismo, escuchando los petardos
fiestas de las fallas en la ciudad que le vio nacer, recitando salmos a su mujer
que marchó mucho antes para preparar los cielos en los que creía, a diferencia
de quien escribe estas palabras.
La última vez que hablé con el maestro
estaba empotrado en la cama finiquito con sus horrendas gafas, leyendo un
libro (novela)
Me dijo que la vida por fin lo había
comprendido, nada más importante figuraba en su quehacer cotidiano desde que
perdió la motivación vida (su mujer) y quedó a la deriva, saboreando lo vivido
hasta que decidió vivir de nuevo encontrándose con la señora
eternidad.
P.D. A mi mentor, amigo y maestro.
Gracias.
Dadelhos Pérez