Miró desconcertado el reflejo plata
que lo visitaba en su última madrugada de penas, gracias al golpe de gracia
previsto en la plazoleta, entrada la mañana. Fue extraña sensación que lo empujó
hacia la tronera frenado por las cadenas, para observar a la plena escoltada por
vanguardia de nubes tenues y sonreír a la que le sonriera...
“...No, no. No temo al filo que me
espera pues me libera de la condena consciente para aterrizar en la eterna,
dormido. Pero bien te digo, diosa que acuna mis anhelos, injusto queda fallecer
sin comunicar a quien sea, quién soy.
Si vos quisiera escuchar aquello
que amara y perdí, mi devoción por mamá, los comentarios que vertí desde la
inocente alma que me compone. Jamás me dejaron expresar dolores simplemente
dejándome hablar, ellos y ellas retorcieron mis penitencias llevándolas al
terreno personal...
No, no me importa morir decapitado
en el circo sin cabeza, sólo quiero confesar que respiro, anhelo pese a no
recordar cómo se besa...Sólo quiero hablar para ergo por siempre
callar.”
Dicha la última palabra musitada,
el reflejo menguó tras arroparse con sábana de nubes sin dejarle de
sonreír.
P.D. Es verdad que el mayor tesoro
de cualquiera es la vida, pero si lo sometes a la nulidad completa albea en su
alma nuevas normas que quebrantan las aceptadas. Puede que desde la desconfianza
hacia todos o puede que se convierta en un ignorante, y no por no saber, más
bien por ignorarnos. Ergo está ese linde más peliagudo, cuando ni respeta, ni se
respeta, atroz juego que sólo invita al tártaro.
Prejuzgar ligeramente y en masa
somete al sometido ridiculizado que puede acabar sometiendo o claudicando, tras
razonar con aquella que sólo escucha convirtiéndole en un lunático o en un
famélico lobo solitario.
Hasta aquí me enrollo para
desliarme con taza de café recién hecho, no sin antes desearte de lo bueno lo
mejor con un hasta entonces, hasta ahora.
© Dadelhos Pérez