Bastos confines en vastos sentires
concentrados allá en las tejas centenarias, donde mirara desde la boca de la
estrecha sin más salida que su entrada.
Así saltaran las idénticas hasta masacre
charca en fila ordenada y funesta, liberando humo el solitario frenado, absorto
entre tierras firmes y etéreas. Cuando lanzara la punta del pitillo occiso al
lamento líquido que observara.
—Sólo cinco minutos te quedan, alma
mía.—Resonó en las escuetas
entrañas vestidas de madrugada.—Forma parte del juego que menos agrada, sin embargo es mi momento
favorito (…) puede que repitas lo que repitieron millones llevados por las
condiciones que os rigen.
Enlutada vestimenta con sombrero de ala
larga, escapó de su naturaleza entre sombras para plantarse bajo la única farola
de la fatídica callejuela.
—Son mis últimos cinco minutos, no los
jodas.—Arrogancia de quien
final no evade.—No recuerdo
que en nuestro trato figurara aguantar tu verborrea, señor
azufre.
Diablo viejo con
aspecto mafioso de los cuarenta, caminó danzando habilidoso para parar entre
mofas casi pegado al vendido. Fuera con su izquierda el descubrir testa para
enseñar cara de ángel truncada por mirada encendida.
—Pareces seguro dentro del raciocinio que merece mi
regalo. Saborear existencia sin adversidades, castigos o pecados a cambio de
formar parte de mi séquito.
—La experiencia resultó provechosa, no puedo
negarlo. De sacerdote devoto a vender mi alma al
diablo.
Danzara de nuevo aquel que hace cumplir
condenas...
—Dime: ¿Tan tremendo resulta realizar todos los
anhelos en vida a cambio de tu alma?
—Yo no he dicho eso, azufre. Todo lo
contrario.
—Cada cual escoge sus bajezas (…) puede que
vírgenes jovencitas (…) niñas, niños (…) Tú eres el primero de demasiados que ha
obrado...
—Me dijiste todo lo que deseara, y quise solucionar
la vida a unos cuantos...
—A miles, diría yo. Te quedan dos minutos (…)
¿rogarás?
—No, prefiero un habano, ya no me
quedan.
—Increíble (…) Deseo concedido,
sacerdote.
P.D. No son malos los tratos con el diablo, nos tienen engañados
al señalar cual enemigo a quien otorga ignorando al que pide. La atrocidad
siempre albea de la carne, el deseo oscuro, nunca en el mercader que escucha y
concede.
Basta un ser humano bondadoso y empático para convertir su
tragedia en tabla de salvación de cientos (puede que miles) que soportan el
auténtico infierno aquí, en la tierra.
Sin más ánimos que entretener con letras casadas o divorciadas, me
despido no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta
ahora.
RECUERDA que puedes conseguir el nuevo compendio de relatos y
micros de la Ranura por 1€…Échale un vistazo
pinchando sobre el enlace.
Dadelhos Pérez