Las paciencias siempre
fueron lastre para los necesitados con resultado dispar de cara a sus adversos,
atiborrados de manjares suntuosos en deguste sobre tabla dorada, sin olvidar el
cuarteto de cuerda o piano (dependiendo del día) la servidumbre (esclava a
diario) y filosofía heredada de la letra que no de experiencias que las
cercioren o contrasten, no siendo así en todos los casos...
―Lo mejor, plantar
lechugas, el opio del poblacho. Nuestras ventas con los ingleses mermarán
notablemente, no voy a negarlo. Pero no podemos someter durante más tiempo al
hambre, señores. Las revoluciones incitadas por ella siempre acaban decapitando
sangre azul.
―Exagera siguiendo fiel
vuestro fatalismo. Nosotros controlamos el poder, duque.
― ¿Qué poder?
―El ejército, la
justicia...
―No albergamos
suficientes balas para liquidar a casi toda la población. El único poder real
del que disponemos se encuentra en nuestras tierras. Las lechugas son cultivo
rápido que pondremos a disposición del pueblo mientras crezcan otros (…)
propongo reservar un diezmo de nuestras tierras para aplacar al verdadero
enemigo.
― ¿Los alborotadores
revolucionarios?
―No, el hambre.
―Es descabellado regalar
pan al holgazán, duque. Vuestra propuesta anda tildada de radicalismo contrario
incluso a las santas escrituras.
― ¿Santas escrituras? Un
padre provee a sus hijos, las escrituras no dan de comer, marqués. Debería
recordar las lecciones de su buen padre pues sufrió codo con codo las
escaramuzas que desembocaron en el último conflicto...
―Ganamos la guerra
contra aquellos haraposos impíos.
―Menguamos su número
aplazando el desenlace. El hambre nos condenará de no frenar la sangría. Otra
guerra nos conducirá hacia nuestro fin aupando esas filosofías
reinventadas...Sus necesidades se convertirán en la daga que seccionará nuestros
gaznates...
P.D. Los buenos gobernantes
son como los buenos soldados, si están fogueados, conocen trincheras y el sabor
del desastre; conducen al pueblo hacia una estabilidad mínima subsistente. Ha
sido el cáncer que desde casi siempre golpeó a la humanidad por la carencia
histórica de justos con bastón de mando.
Curiosamente en la era dorada de los
clanes, más allá del hierro, no existían tales taras pese a posibles conflictos
de sangre.
La evidencia resulta
aplastante, si un clan estaba compuesto de (por ejemplo) 50 personas, una sola
pérdida peligraba su subsistencia. De ahí que imperase siempre la negociación
con los clanes vecinos.
Sin embargo llegadas las primeras
civilizaciones, un rey enviaba a toda una generación a la guerra porque le
sirvieron un vino picado...Eso sí, el monarca observaba desde la distancia la
contienda (y no por temor) era una lástima que se manchara su flamante armadura,
por supuesto. Ellos mandaron escribir la historia, esa misma que se contradice
dependiendo de quien la cuente. Es la pregunta del millón; ¿son ellos los
asilvestrados o nosotros?
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Sin más que el menos que azuzó
incrementos con ayuda del más que llegó después; me despido no sin antes
desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.
©Dadelhos Pérez