sábado, 22 de abril de 2017

La gaceta de la gacela


 

Hay momentos en los que ni siquiera tenemos en cuenta ese tintineo silencioso que cuarta nuestra existencia arrugando la piel, por ejemplo, es como dar un salto vertiginoso hacia la vida de las tres piernas (y no es mención sexual más bien senil) para salir por la puerta con la mentalidad de los veinte aunque en nuestra documentación figuren más del doble (y aclaro que no hago todavía mención al tema sexual)
Lo triste es encontrarse en la barra de cualquier discoteca de moda, justo al final, con los fracasados babas, agarrando copa cóctel que no se lleva y mirando las curvas de las perfectas como si nosotros (los mayorcitos) luciéramos porte adonis elevado a la novena potencia.
Cuando se acerca una de las gatas al rincón de las penas calenturientas, entramos en esa transformación al puro estilo transformers que consiste en esconder tripa, ponernos rectos, re-colocar el paquete y dejar brotar esa estúpida risa con mirada deseo para soltar la inédita ocurrencia de...”¿Qué hace una chica como tú en un lugar como éste?”…Gilipollas integral que no integrado al tirar mano de los viejos recursos obsoletos frente a tan divina criatura...
Pero al loro (bueno, eso ya no se lleva) pues la partida busca rollo acaba de comenzar con el desliz que abre el tarro de las esencias olvidadas en nuestro frustrado intento de llevarnos a la cama, al sillón, a la puerta del baño, al taburete de la barra o simplemente quedándonos exactamente donde estamos, aprovechando la visita de la ingenua (que no lo es tanto) para fardar el lunes que nos cepillamos a una veinteañera sin pasar por el peaje de esos bares con lucecitas donde todo, absolutamente todo, se magnifica...Ejemplo...(Las copas valen tres veces más, las charlas con las bellas cuestan alrededor de unas tres rondas, un beso inocente debe ser abonado tras la debida transacción comercial sin más papeles por medio que los de la plata contante y sonante...Vamos, cuando llega la hora de mojar no nos llega para comprar un mísero preservativo, de pena.)
Centrémonos en la cacería fuera, lejos, a años luz de nuestro coto habitual, el parque o supermercado. Ellas se comportan cual interesadas de la enorme y cargada herramienta, su deseo más oculto y nada disimulado, enseñando encantos que vimos sobradamente. Y tranquilidad que me estoy refiriendo al vaso de tubo repleto de cubitos de hielo y mezcla a precio de oro en el recinto escandaloso de las carnes tiernas.
A postreras tiramos de cartera con la esperanza vana de tocar teta meliflua e incluso llegar mucho más allá, así son las cosas en la cabeza de descabezados nada prácticos, es decir, gastarse los cuartos en toma y toma para escuchar un hasta luego con beso mejilla y roce en el brazo de busto añoranza; conduciendo nuestro utilitario hasta las citadas lucecitas que terminan arrasando con nuestros posibles por los imposibles...Ya sabéis, los mismos que juramos y perjuramos no volver a repetir y salir directos al pago sin pasar por parvulario, para acabar repitiendo la jugada la semana siguiente.
La libertad completa tiene un precio muy alto si la realidad no impera en nuestro inmediato, es preferible acudir a los lares donde hermosas de nuestra condición añil buscan, a las lucecitas o el manicomio machacón de las carnes tiernas.
A propósito, mejor mujer experimentada que no pregunta cómo funciona cuando te agarra lo que quieres que te agarre, a un mueble inexperto capaz de precipitarte al puro y neto escándalo, para eso existe cura, las muñecas hinchables (y no, no me refiero a los flotadores de la playa, esta vez me refería al sexo)


P.D. Esta vez nos ha tocado a nosotros pero para ellas también hay manteca, vistiéndose cual quincenarias para cazar rabos inexpertos. Cuidado, no vayáis a pensar que unos lo tienen más crudos que otras, a la larga siempre se coge la corta amaneciendo en el mundo perfecto de edades otoñales. Caricias certeras, bocados al sitio y sin tener que pedir la paga a papá.
La mayoría lo entiende y disfruta...El resto, tranquilidad, más pronto que tarde apreciarán sus circunstancias más que sea en el geriátrico.
Un tono diferente para un texto distinto, me marcho corriendo al rincón de la barra estruendo no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.


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© Dadelhos Pérez