Pronto aprendí que la carne es traidora, no existe más que
contrastar mis vivencias hasta el día de hoy colocando los hechos que definen
sobre la mesa de mis verdades, para cerciorar sus traiciones continuadas hasta
que decidí aliarme con el alma.
No pienses que hablo de infidelidades secretas en habitaciones
arrendadas por morbos despertados desde el nulo sentimiento, no camino por esa
ruta, la facilona...Pongo mi objetivo en aquellas decisiones que fueron
debatidas en mis foros internos cual juicio determinante entre la carne
(corazón) y mi ánima, quedando en el papel de juez la mente o el
raciocinio.
Fallara de primeras al conceder credibilidad al que no para de
bombear pues nunca fue capaz de atisbar plenas realidades, siempre se enrocaba
tras el sentir ensoñado que mal compartía su adversa, el alma, alegando heridas
que apuntaban al desangre, y por lo tanto, a la muerte de la relación, la
amistad, el trabajo o cualquier otra cosa.
Es posible que no entiendas mi argumento al discernir al corazón
cual puro capaz de purificar incluso el ambiente, la circunstancia y un largo
etcétera...
Pero bajo mi humilde punto de vista, actuar desde los designios
del alma concede el paraíso en la tierra sin roces o malentendidos. El ánima no
sabe mentir al no mentirse, mientras que el corazón se miente creyéndose la
mentira. La carne es la tara que nos concede vida entre sus millones de
traiciones de toda índole. Es tan traicionera, que cualquier día muere y te deja
tirado, eso sí, en compañía eterna de tu alma, esa nunca
falla.
P.D. Mi camino me condujo a creer ciegamente en los consejos del
alma, descubriendo que no necesitaba corazas al apartar al corazón del timón de
mi vida. Sigue siendo pieza fundamental en mi existencia, no lo niego, pero dejo
que endulce en el momento que toca endulzar y siempre acudo a la que sabe leer
las situaciones. Obrar desde la verdad para no fallarte resulta antídoto
eficiente para no fallar a los que de verdad te
importan.
Si mis carnes deciden morir mañana, no afecta, pasaré la eternidad
razonando sinrazones con aquella que jamás me engañó, mi
alma.
Tras el pensamiento que ni quema, ni pincha. Me despido no sin
antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.
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©Dadelhos Pérez