lunes, 9 de julio de 2018

No la rima.

(Busco el verso, no la rima) murmuré desde el vaivén de la vieja mecedora, mi repentina animosidad y el olvido que se acuerda a destiempo, sin medida.

Y chillé esperanzado:

-¡Me acuerdo de la brisa! ¡Sofía, Sofía! ¿Dónde andas, caminas? Ven al salón de los amaneceres pues albeé ayeres desde el sentir recordado, cuando el viento fuera brisa con la rima de tus risas, fruto de mis bobadas en algún lugar, donde nos conocimos, amamos.

-¿A qué viene tanto griterío? Ya no es un crío ¿Qué le ha dado?

-Mi esencia, la perdida, fugada de los archivos de lo que fuera o fue. Posibles sospechados de los buenos compartidos que olvidé olvidándome. Pero gracias al viento (la brisa) iluminó lo apagado recordando exactamente como recordaba. Dios, hasta rememoro la edad exacta de mis carnes...diecisiete y medio, ni uno más, ni uno menos.

-¿Bebió café o chocolate? Porque tiene algunos más, y no me llamo Sofía. Me llamo.- La interrumpí.

-Sofía, así te llamas. La chica más risueña de la verbena. Con tu vestido rosado, cara redonda, ojos ladrones pues robaron mil atenciones secuestrando mis sentidos. ¿Te acuerdas? Te dije (...) soy un patoso negado al ritmo, vergonzoso, casi mudo y puede que feo, corto, vestido a la antigua, zapatos rotos, bolsillos vacíos aún con ojos, los que te miran(...) Y nada parlaste. Paso atrás dieras derrochando  mueca aturdidora por aturdirme, agarrando mi mano para conquistar el centro de la plazuela donde bailamos y bailamos. Sin que pudiera evitar perderme en los fuegos vitales de tus ventanas del alma. Verdes, aprecié en el primer baile cual esperanza, lo confieso. Y al tercero, cuarto, quinto o silencio ganado por la agotada orquesta; descubrí el azul turquesa cual presa prendada que no se presta, se entrega ensimismada, plena.

-Ya, ya. Y fueron a la playa para observar el oleaje mediterráneo recogidos en el colchón de la arena. Ella en su regazo, ¿verdad?

-No, te equivocas. No fueron, fuimos. ¿Te falla la memoria? Qué malo cuando la brisa anima sólo a la mitad de lo que somos. Sin embargo, tranquila; poseo toda una vida para contarte lo mágico, tórrido y romántico de nuestro viaje. Y cuando menos lo esperes entrará la brisa que fue viento por la ventana, la buena. Volviendo lo dulce, desechando esperas por encontrarnos, reencontrarnos. Incluso revivirnos tantas veces como necesites, tantas como mereces.

-Lo qué usted diga, caballero.

Tan fuera que frenó, y no me lo explico. Puede que perdiera el norte o confundí confundiendo, cuando el viento vigorizó formando remolinos dantescos, matando la brisa enternecedora al mismo tiempo que reinició el vaivén mecedora. El olvido repentino amante del silencio reaccionario, por millones de cuestiones brumosas cual viles barrotes condena...Qué pena...

-¡Qué pena!

-De nuevo la noche en pleno día, tranquilo, abriré la ventana llamando a la brisa.

-¿Qué brisa?

-La del principio, ¿me ayudas?

-Me pierdo. Busco el verso, no la rima. No la rima, no la rima. No la rima.

Y ella, humo fue pues recuerdo le diera vida al son de mis destellos rotos por olvidar. Quedando rumor lejano de rima solitaria que conduce al verso que fuí...que fuimos. Creo, no sé, hace calor en mi eterno invierno.
¿O es frío abrasador?

Pero enfrente, lienzo atrapado en inmóvil marco llamado ventanal; donde volvió a danzar la cortina al son cálido del pasodoble de pueblo. Suave, sutil, se dejaba llevar por el invisible que vuelve en coreografía perfecta. Tanto, que vislumbré los farolillos duendes de la hermosa de rosa, los adoquines de la pista de baile, el candor de mejilla contra mejilla y sus risas (...)

-¡Sofía, Sofía!

Fín.

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