martes, 25 de septiembre de 2018

Palabras al viento

Sabes, en realidad he descubierto que la experiencia no deja de ser tiempo consumido, nada más. A pesar de mi eterno inri dando la lata con lo qué aprendí, porque no es exactamente así, no tiene nada de especial, importante o vitalista. Y aunque no me guste, tengo la obligación de aceptarlo por justo. Además, si te fijas lo suficiente, la experiencia es como una vieja película que solo se emite en un canal y para una sola persona, uno mismo. Es como gasolina cosechada a lo largo de duras décadas para alimentar los últimos días en el paraíso. La maldita reserva.

-¡Guau!

Sí, yo también me quedé anonadado al descubrir la verdad, como tú ahora. Ocurrió ayer, cuando tras preparar el refrigerio de cada tarde me acomodé en la mecedora. Saboreé paciente la limonada, dejé el vaso en la mesilla, alcé la mirada balanceando leve el asiento y aterrizó uno de tantos recuerdos automáticamente. Se activó sin más, como aquella maldita canción, ya sabes. Esa que dice: "hago chás y aparezco a tu lado."

-¡Guau!

Vaya, hoy estás muy parlanchín.
Recuerdo que esa canción le entusiasmaba a mi Raquel, la ponía a todas horas y nunca la soporté (me refiero a la canción) pues ya conoces mi total devoción con mi difunta esposa, te lo he contado mil veces, ¿te das cuenta? Ya estoy volviendo a consumir la gasolina cosechada que recorre todo mi ser en un segundo, no necesita más. Y rezuman los sentimientos de entonces en el ahora, pura magia. Se acelera el corazón, se eriza el vello e incluso llego a sentir las caricias cotidianas de mi Raquel, sin cochinadas, claro. Me refiero a cuando me agarraba la mano mientras charlábamos en este mismo porche. Ella solía quitar hierro a cualquier asunto y yo me dedicaba a todo lo contrario, lanzar hierro y más hierro sin levantar la voz, por supuesto. La quiero con locura, es más, la echo mucho de menos.

-¡Guau!

Sí, Charlie, a ti también te quiero, viejo amigo. A pesar de tu manía en perseguirlo todo, pelotas, gatos, pájaros, sombras o cualquier cosa que se mueva.

-¡Guau!

Vale, está bien. Salgamos a dar una vuelta por la playa. ¿De acuerdo?

-¡Guau!

¿Te acuerdas cuando paseábamos los tres? Eran buenos tiempos, que no dejan de augurar densas brumas copiando la noche y el día. Ya estoy dándole a la tontuna. Hay que ver, vivo del pasado.

-¡Guau!

Sí, lo sé, hablo demasiado y no termino de arrancar. Venga, vamos que nos espera la playa, el recuerdo y la sonrísa del reencuentro imaginario.
La canción de todos los días. Y que siga así, ¿no crees, Charlie?

©La Ranura de la Puerta.

Todos las historias publicadas en este blog son fictícias y originales.

RECOMENDACIONES:

No a la rima (micro/drama)

El habla del silencio (micro/terror poético)

El milagro de la rana (relato/humor)

El único amigo de Adolf (micro/drama)

Perro faldero (breve poético)

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