Fue la llama del alma buscando locura buena, humana, afín a la empatía alzada a los cielos divinos. ¿Sabes por qué?
-No, suelo vivir dentro de una caja hermética, incluso me cuesta imaginar sin ayuda.
Buena contestación, lo admito. Muy acertada aún con cierto inri.
-¿Qué inri? Salió natural, sin pensar demasiado. ¡Joder! Ahora entiendo porqué vives como vives. ¡La leche! A partir de este momento te llamaré el señor suspicacia.
Tampoco es para ponerse así, nos conocemos desde hace lo qué hace. No deberías reaccionar como has reaccionado, traicionas mi confianza sin motivo.
-¡Jodido ombligo con patas! Tú eres el que ni siquiera sabe reaccionar, viejo. Te pasas todo el día sentado con el puto mando de la tele entre las manos. Solo hablas con Flora, eso sí, contestando monosílabos. Eres patético.
Te estás pasando de la raya con tu monserga, solo pretendes evitar que cuente mi experiencia vital, ¿sabes por qué? No, no respondas, cabeza de chorlito, yo lo haré por ti. Es muy sencillo, porque te has pasado toda tu vida recluido, sin atreverte a intentar nada. Y detestas profundamente que otro, yo, disponga de experiencias por atreverme a experimentar, a vivir.
-¿Nada? He recorrido el mundo de un extremo al otro. Incluso visitado el espacio exterior o el escueto interior de barra americana. Tengo tantas vivencias como para escribir mil libros, protagonizar cien películas o llenar horas, días, años de documentales. ¡Te enteras!
Sin embargo, tú.
Si sigues por ese camino te arrepentirás. Nada de lo que dices tiene chicha, ni siquiera es fruto del mal dormir por el abuso del trago.
Te lo advierto por última vez, si te empeñas te vas a enterar, listillo.
-¿Me voy a enterar? Abre de una vez los putos ojos, abuelo. Estás famtaseando contigo mismo por tu jodida demencia. Loco de pacotilla, a ver si te enteras, mi cara es tu cara reflejada en la pantalla del televisor que para más inri está apagado. Y te voy a decir algo más, no estamos hablando, es todo fruto de tu imaginación. ¡Puto chalado! A mí con gilipolleces.
Tú te lo has buscado, cara pasa. Aprieto el botón verde del mando y te hago desaparecer, así aprenderás.
(Pulsó el botón de encendido)
-Bienvenidos a una nueva edición de la ruleta de la fortuna.-Sonó del televisor.
-La ruleta, me gusta la ruleta.
-¿Decía algo, don Mateo?
-No.
-A mi no me engaña, llevo años cuidándole y le he escuchado decir más de tres palabras seguidas. ¿Qué ha dicho?
-Nada, Flora.-La encañonó con el mando a distancia.-Adiós.
(Y apagó su locura en la sala de las soledades extremas para ver la ruleta de la fortuna.)
Fin.
© La Ranura de la Puerta
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