jueves, 11 de octubre de 2018

Viviendo

Me resultó sencillo dentro de la complejidad al sospecharlo, es lo que tiene gobernarte.
De entrada me sorprendió la anonadación del oncólogo en la pálida consulta hospitalaria, pues deduje que debía estar fogueado en esas batallas. Ya sabes, dar malas noticias para reglón seguido intentar alentar con esperanzadores tratamientos por testar o buenistas parrafadas.

-Los médicos son seres humanos como el resto.

Lo sé, vieja amiga. Supongo que mi notable falta de experiencia me jugó una mala pasada, bueno, algo chistosa al aferrarme a la eterna comedia de la existencia.

-¿Y el miedo?

¿Miedo? ¿Miedo a qué?

-A la muerte. A mí.

Verás, desde que recuerdo me he dedicado a vivir, no sé hacer otra cosa. Me operaron, me dieron sesiones de radio y pasé cientos de controles que para nada sirvieron visto el resultado. Cuando el doctor anunció lo irremediable hice exactamente lo qué haría cualquier otra persona.

-¿Resignarte, despedirte de tus seres queridos y esperarme?

No, Parca, nada de eso. Me enfrenté a ti viviendo. Como te dije, el único trabajo que hice bien a lo largo de la existencia.

-No es mala actitud.
¿Preparado para el último viaje?

Antes de irnos, dime; ¿existe dios o es humo? Es que tengo algún pecadillo sin importancia como masturbarme de los quince hasta los presentes, no ir al culto, fumar o padecer una gula exagerada, tanto, que durante años era el campeón mundial devorando filetes.

-¿Dios? Si existe no lo conozco, solo visito a finitos, es mi trabajo.

Está bien, es lo justo...

(Del entrecortado pitido de la máquina, gobernó prolongado agudo cual trompetas anunciando su entrada en los cielos que desde siempre imaginó, ideó o fantaseó en su último segundo...)

©La Ranura de la Puerta.

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