Soy quien busca entre las sombras yacidas del crepúsculo difunto. Un novato desprovisto de corduras. Gato pardo en el festín carroñero, agazapado entre los contenedores del desecho allá en la callejuela de las Soledades Frías, donde espero.
"Cloc-cloc, dicen sus zapatos y callan valentias. Cuando la reina de la fiesta se sumerge en el recio destino, lanza la moneda en el juego de lo probable sobre el tablero de la muerte, sin salida. Y yo, filo desalmado con sed descontrolada, aguardo hasta que ofrezca inadvertida su espalda. Y..."
-Soy quien busca entre las sombras.-Inoculo susurrante el desconcierto cual llave que abre la caja de sus miedos.-Y he encontrado el destello efervescente en el corredor de los tormentos.-Se gira y le muestro el gélido filo de mis pretensiones.-No quiero tu carne, busco tu alma. Cortarte es amarte. Matarte, quererte por siempre, o recordarte en el inerte ensoñado del dormido inherente a lo eterno.
-Vaya, un loquito entregado a la locura. Menuda novedad. Llevo horas vagabundeando los callejones, y por fin, gracias al destino que no al divino que me detesta, encuentro a un novato de mi orden. Torpe, vacío, asequible tanto como desquiciado.
-¡Puta de mierda! ¡Grita, corre, teme!
Soy quien busca entre las sombras y halla oscuridades. De nada sirve la navaja, el arrojo o la demencia. Pues ella muestra refulgir infernal en su transformada mirada. Rescata metal de su bolso coqueto, me apunta, carcajea y dispara. Precipitándome al mojado suelo, perdido, contrariado, dolorido por la bala incrustada en mi pierna. Y balbucéo.
-Soy, soy. Soy.-¿Tiemblo, dudo, qué pasa?
¡Miedo!
-Tranquilo, es normal.-Filo plata, ritus mortum, fuego y rabia. Acude cual hiena famélica, agarra mis cabellos y tira desproporcionada para que sirva mi gaznate en el ansia de su bandeja.-Tienes miedo, tiemblas. Qué lástima, das pena.
Soy quien busca entre las sombras y encuentra, un pronto cadáver cual resta de los placeres sanguinolentos de la gata morbosa, sus caricias, sus risas, sus atenciones (...) mis (...)
-Eres una mierda de víctima. ¡Joder! Ni siquiera has aguantado las primeras caricias ¡La leche!-Ojeó su reloj de pulsera.-Bueno, aún hay tiempo. Me ducho, me cambio y de nuevo a la calle. Puede que encuentre al gilipollas perfecto y me corra de gusto clavando la puta navaja en el centro de su locura. El cuello, el pecho o su jodida hombría.
AUTORÍA: Dadelhos Pérez
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