REY MALDITO por Dadelhos Pérez.
Capítulo 7º, “Insurrección.”
Mil disculpas por el error en el capítulo 6º (ya subsanado)
En la Alta, la vida continuaba cual hilo interminable de bobina
invisible, pululando sus gentes en sus quehaceres diarios con más o
menos fortuna. Sus calles rebosaban de forasteros recién aterrizados
que cargaban parco equipaje junto esperanzas de encontrar oportunidad
de gloria; unos ambicionaban alistarse en el ejército real
asegurándose el rancho hartos de malvivir merodeando granjas y
plantaciones. Otros, simplemente aprovechaban el bullicio para birlar
las bolsas ducados de los descuidados en el mercado. Una ensalada
aliñada con pimienta truhan, sal desvivida y aceite busca
oportunidad, adonde los de arriba gozaban de las ensoñaciones
anheladas por los de abajo que simplemente subsistían en el universo
adverso de la ciudadela.
En la plaza central donde se erigía la casona del Conde Tizno
Tizón, soldados reales patrullaban en pro de la paz social
ajenos a los nubarrones que se cernían sobre el régimen. A las
puertas de la casona, varios encapuchados aguardaban la salida del
noble ataviados con herramientas muerte, espadas e incluso escudos
largos, sin perder de vista a los soldados que dejaron patrulla tras
avistar al extravagante grupo.
Todo el mundo andaba con hierro a lo largo y ancho de la ciudad, pero
les pareció extraño que aquellos sin indumentaria militar también
portasen escudo, algo del todo inusual. Por eso, de los tres
patrulleros, dos se acercaron para investigar a los desconocidos
mientras el tercero marchó para dar parte al suboficial de guardia
en las guarniciones militares de la ciudadela. Desde que se construyó
el castillo en la Alta, el fuerte del ejército residía en los
tantos cuarteles tras las murallas del nuevo castillo real, en la
cima de las montañas, quedando un presencial reducto en la vieja
ciudadela de poco más de cincuenta efectivos.
Pero se detuvieron plantados a poca distancia del hogar noble cuando
salió el escuálido Conde con sus vestimentas castrenses,
plantándose entre los encapuchados, cerca de la veintena, y los
desencajados patrulleros que no sabían cómo reaccionar.
—Soldados reales, servís al déspota que os condena a la
podredumbre.—Gritó llamando la atención de cuantos pululaban
cerca.—No tenéis culpa alguna ya que servís por orden mandato,
por eso os anuncio que el reino queda bajo la gobernación de quien
os habla. Adheriros a mis fuerzas y mantendréis vuestros
privilegios.
La corta alzada del conde junto a su paupérrimo físico fideo, no
insuflaba el temor que debiera en los aguerridos patrulleros pese al
número de efectivos que lo secundaban armados hasta los dientes.
—Mi señor, os aconsejo cerréis el pico y regreséis por donde
vinisteis. La traición está castigada con la muerte, excelencia.
Rápido, agarró la daga que descansaba en el cinto lanzándola con
maestría hacia el patrullero que aún no había terminado de hablar,
impactando mortal en la garganta del inerte soldado. Su compañero,
pálido como la cal disuelta en los barreños de cada estación
primaveral para pintar la fachada de la casona elitista, desenvainó
acero adquiriendo posición de ataque ganado por auténtico pavor y
sin ser capaz de articular palabra.
Algunos ciudadanos armados con dagas y espadas cortas de acero
mediocre, guardaron la espalda del soldado real tras advertir la
insurrección del noble, el mismo que les cobraba el alquiler de sus
habitaciones cual usurero desalmado. Vieron una buena oportunidad
para ajustar viejas rencillas sin importarles lo arriesgado de sus
apuestas.
—Un soldado tembloroso capitaneando andrajosos inexpertos.—Mofó
desenvainando acero y quitándose el ridículo casco de batalla.—Os
doy una última oportunidad, soldado. Al resto, lo siento chusma, no
me interesan vuestras torpezas; para vuestras excelencias os guardo
muerte rápida, sin piedad.
Cinco abalanzaron al unísono y cinco poblaron el adoquinado
regándolo con sangre tras los movimientos perfectos de su gran nivel
esgrima. Tal fue su demostración, que el soldado se unió al grupo
rebelde tras jurar lealtad. Dijo arrodillado.
—¡Dios salve al libertador del reino! ¡Dios salve al Rey
Tizón!
Aunque la muchedumbre horrorizada increpó al Conde lanzando verduras
y piedras esporádicas, para abandonar el centro ciudadela cuando los
encapuchados mostraron sus rostros norteños, vestían los colores
del imperio gélido del nuevo emperador Gorín, armados con
enormes ballestas que no tardaron en disparar iniciando la matanza. A
todo esto, Tizno Tizón, se mostró complacido al ver como
caían hombres, mujeres y niños alcanzados por las mortales saetas
de los despiadados soldados. Pronto el centro plaza que siempre gozó
de gentío, quedó desierta y sembrada de muerte.
Mientras en el ducado del Serrado, Rigodón desenvainaba la
“embelesada” esgrimiendo gesto satisfactorio a su rival,
el mismo que alzó su espadón sin mostrar atisbo debilidad.
—La traición conlleva precio y el precio lo conocéis bien. ¿De
verdad creíais que los planes de vuestro señor llegarían a buen
puerto? Sois un gran soldado Khor, pero equivocasteis el
bando.
—Enorme gigante guerrero y enano en razonar. Jamás caí en
duelo...
—¿Divagáis? Yo tampoco, quizás por ese motivo aún seguimos con
vida, lumbreras. Mi nuevo estatus me obliga solicitaros que depongáis
acero, ya sabéis; esas patrañas de honor y “bla, bla, bla.”
Estaréis conmigo en que no es apropiado, al menos en este duelo.
—Veis, no cumplís con vuestras obligaciones. Un buen soldado obra
órdenes de su superior incluso por encima de su existencia.
¡Cargad!—Ordenó, saliendo los doce alabarderos del interior de
las caballerizas.—Procurad salir vivo de esta, gabacho. No me
robéis el placer de sesgar vuestro gaznate.
—¡Maldito sarasa!—Rodeado.
Salió por el portón a lomos de su corcel pese a las flechas
lanzadas por varios guardias apostados en el alto muralla. La
emboscada orquestada por el galo no culminó como este
esperaba pese a la rogativa del viejo lobo de guerra que insistió en
acabar con los traidores en plena madrugada. Algo impropio teniendo
en cuenta el ego desmesurado del enorme guerrero con personalidad
cría, más dado al divertimento que a la astucia.
Desde la tronera observaba el pequeño desastre junto a sus tres
consejeros, hábiles estrategas militares curtidos en foráneas
guerras cual mercenarios, armados y con las vestiduras de guerra a la
espera de que comenzara lo que ya había comenzado.
—¿De cuántos efectivos disponemos?
—Doscientos veteranos y trescientos novatos, excelencia.
—Reunid todas las fuerzas del bastión, ha llegado la hora que la
columna Miedo cabalgue de nuevo, señores. ¡Honor y muerte!
—¡Honor y muerte!
Resonaron cual grupo de timbales a falta de las trompetas celestiales
del pronunciamiento del fin de los días, el avanzar por los pasillos
del castillo real de los insurrectos, los cuales, no encontraron más
que aliados a su paso. Llegando hasta las puertas de los aposentos
del enfermo monarca que permanecían cerradas.
—Señores, permitid que goce solo de este momento
histórico.—Solicitó Tizón desenvainando de nuevo su
espada.—Entraré cual Conde y saldré siendo Rey.
Abrió la abatible de noble madera tallada colándose en el privado
del monarca. Las cortinas andaban echadas oscureciendo el amplio
habitáculo aunque podía distinguir una silueta delgada que se
apoyaba sobre espada hincada en suelo, justo al otro lado de la
rectangular mesa de piedra labrada y superficie mármol.
Los largos cabellos de aquella conocida sombra, aterrizaban sobre los
hombros engalanados por pechera metálica resplandeciente pese a los
pocos rayos del astro que se colaban entre las juntas cortinas.
—Godofredo, rey traidor que mandó asesinar a su propio
padre. No me creeríais si os confesase que soñé durante años con
este momento. ¿Dónde está la ramera?
—Tizno Tizón, la rata que envenenó la mente de padre. Si
todavía respiráis es porque os quedaba algo que hacer en esta vida.
A los de afuera podréis engañarlos con facilidad, solo necesitáis
una buena bolsa de ducados y comerán de la palma cual canes
domesticados.—Dio varios pasos esquivando la mesa que se interponía
entre ambos, arrastrando su arma debilitado.—Recuerdo la madrugada
en el poblado de los norteños, ha llovido cuajando charco que murió
víctima del astro, mucho tiempo mella. Pero ambos compartimos ese
pequeño secreto, esa abominación incomprensible para el populacho,
de saberla, pedirían fogata en el centro plazoleta.
—¿Dónde está la ramera?
—¿Creíais que os resultaría tan fácil? ¿De verdad pensabais
que no estaba al corriente de vuestros sucios asuntos? Fuisteis el
más laureado general del reino, Tizno, la gente os adoraba, mandé
erigir estatua de vuestra efigie en cada ciudad del país. Todo un
mero camelo para manteneros a raya.—Deshaciéndose de los guantes
para agarrar el espadón con las dos manos aun sin levantarlo.—
Nunca pensé en la traición, pero ella me abrió los ojos. Aquella
lejana noche en el campamento, las fogatas, las fulanas, el vino...
Decidme; ¿qué os prometió el joven príncipe? Vos, vos ya poseíais
cuanto puede desear cualquier mortal y aun así... Aun así
traicionasteis a mi padre con mentiras, amagando vuestra ambición
desmesurada...
—Poco importa ya, ¿no creéis? El príncipe Gorín es ahora el
emperador de las tierras del norte, lo que tratamos en su día es
pasado, pasado truncado que vos supisteis aprovechar bien,
Godofredo...
—De momento Gorín luce la corona, es cierto. Pero hablemos claro,
no hay necesidad de disimulos o tretas oradas al conocer ambos la
verdadera naturaleza de esta insurrección. Gorín y sus problemas
monárquicos, ¿verdad? La vieja historia de siempre, ese mentecato
asesino quiere asegurar su trono eliminando cualquier amenaza a su
mandato. No le bastó la palabra de ella, no. Es mejor eliminarla sin
mancharse las manos, mandando el trabajo sucio al ambicioso Conde, el
que estuvo dispuesto a lo propio cuando gobernaba mi padre
reuniéndose con el joven príncipe aquella noche, ya sabéis, la
abominable... Si vos asestáis el golpe de gracia que necesita el
nuevo emperador los clanes afines a la princesa se aliarían al
monarca abandonando su reclamo, ese de que clama negativa al
emperador en favor de la emperatriz. Y vos, vos estáis dispuesto a
bailar al son del desquiciado a sabiendas de que arrasará nuestro
país tras unificar su imperio.
—Os equivocáis, Gorín será un valioso aliado para
culminar la obra que vuestro padre fue incapaz. Un imperio bañado
por cuatro mares, el más poderoso de cuantos existieron en el mundo
conocido. En cuando aquella noche, no podía sospechar que vos
rondarais las mieles de la joven princesa. Así surgieron las cosas,
vos enamorado de la pelirroja sin comunicar a vuestro padre que los
príncipes y varios efectivos militares andaban infiltrados entre los
arquitectos. Que se gestaba movimiento en su contra para invadir
nuestra patria.
Godofredo, metió su mano entre sus vestiduras rescatando un
viejo pergamino lacrado que dejó sobre la elegante mesa, para volver
agarrar con sus limitadas fuerzas el espadón.
—No, nunca tuvieron la intención de conquista, al menos, desde que
ella y yo caímos bajo el influjo del amartelamiento, Tizón.
Pero existió pacto entre traidores de nuestro reino y traidores del
imperio norteño. Un pacto que sellaron por escrito dividiendo las
tierras, ¿recordáis?
—¿De dónde lo habéis sacado?
—Vieja cantinela, los malditos señores y mi padre, mi padre y los
malditos señores. Cuando decidió zanjar las guerras con los
musulmanes tras pactar con el Sultán. Os faltó tiempo, no
dudasteis, no escatimasteis en comprar a todo aquel que facilitara
vuestro camino hacia el poder. Incluso el rey cayó bajo vuestro
influjo sin saber vuestros negocios con Godín, preparando una
nueva contienda en el sur, aceptando que los ejércitos del norte
cruzaran nuestro reino hasta la frontera sur; fomentando la fallida
insurrección contra el padre de Godín donde vos participasteis y
ella, mi fiel amante camuflada en la corte, detuvo salvando el
escollo que tuvo alto precio aunque no para vos. Padre, mi sangre
pagó vuestros atrevimientos al igual que eliminasteis a vuestra
propia hija envenenándola tras mancillar....
—¡Dejemos la cháchara! Vine por vuestra cabeza, y me llevaré
vuestra cabeza.—Apuntando al monarca con su acero.
Poco queda para culminar la obra del temible Tizno Tizón, la
enigmática princesa nórdica de cabellos cobrizos se dirige hacia la
ciudadela del Alta, mientras la columna Miedo prepara sus efectivos
para entrar entablar batalla.... ¿Detendrán al Conde?
Pronto el 8º capítulo de la saga, no te lo pierdas. Ante todo,
pedirte disculpas por el error en el capítulo 6º del cual no tengo
explicación, cosas de la red (supongo) aunque está solventado y lo
puedes leer cuando gustes.
Desearte la condena de sonreír todos los días de tu existencia así
como machacar con la cantinela de que pinches la publicidad,
añadiendo otra nueva, podrías suscribirte al blog, en tono
recomendación, por supuesto.
Ando muy falto de tiempo por mis compromisos laborales no entrando en
G+ lo que me gustaría, intentaré publicar material en el blog a
diario, terminando la saga Rey Maldito (al menos una de las partes,
esta misma) y empezando-terminando otras nuevas. Hasta entonces, un
cordial saludo, familia.
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