EL CAMINANTE por Dadelhos Pérez
Mis
zapatos matan suela entre los juncos de la rivera y los llanos
secanos, puesto que camino nunca acaba presentando horizonte que
llama, clama silencios que rompen los susurros del pensamiento viento
cual caricia vida. No albergo segundos de sobra en los bolsillos de
mis pantalones. No hablo en oraciones frente a deseos que vaguen más
allá del siguiente paso, más allá del descanso en noche que
advierte tan consecuente, que me tumbo al borde camino sea o no
asfaltado, bacheado o intransitable. Porque en el frente yace la
esperanza del esperanzado o esperanzada que espera, hundiendo mirada
en la nada y ensoñando el posible de su presente imposibilitado.
Entonces suelto airado, llego tarde aunque siempre alcanzo.
Viera
siembras trabajadas en jornadas exhaustas que doblegan al noble.
Viera látigo invisible que corroe sus bolsillos maltrechos. Sintiera
el sudor que resbala por sus frentes contagiando la propia en zozobra
impaciente del paciente que observo. Entonces suelto airado, ya
llego.
Camino
cumbre que reluce luna entera en destello suave y gélido, en abrazo
solitario del que pierde minuto a cambio del segundo que llena
completo su alma. Camino que trazo en cada tranco relajado mientras
soporto el peso ajeno en mis espaldas, llegando al nuevo llar adonde
paso repito entrando escondido en mi invisibilidad latente. Me siento
a su lado y escucho el milagro que espera el niño, que tumbado en
humilde lecho de cuarto estrecho contempla la llena imaginando lo que
imagino.
Las
gotas de rocío, las otras más presenciales, el cristal en vaho
parco en los extremos del vidrio pantalla y las estrelladas casi
anuladas por el candil lunero, acercan el momento que no ansía el
pequeño puesto que dormido no controla pensamientos aunque duerme,
se rinde, asciende al quinto cielo que es la esencia de perfecto
mundo sazonado con azúcar que no empalaga, la sal dicharachera, el
algodón cielo inmóvil donde cohabitan al mismo tiempo la llena y el
astro día para enseguida, entrar mostrando sonrisa que él acepta
porque yo lo acepto.
Soy
gemelo de la pesadilla que horroriza tras día horrible, aunque mi
esencia vaga más plena por lo apacible del dormido. Soy el segundo
temido que resta miedos e imparte alegrías, venzo a lo esperado
desde la esperanza imposible y beso mejilla del infante. Soy el
último momento del camino de cualquiera, el amo de la nada repleta y
atiborrada del todo deseo sin anhelo que cuarte o distancie. La
plenitud más densa de vida. La verdad que jamás fue escondida en
aquellos tantos que sucumben en sus noches finiquito, abandonando la
carne en sueño plácido y entrando convencidos en el sopor eterno
cual niños, pese a ser ancianos desdentados y ahogados en la soledad
vida.
Mis
zapatos matan suela entre los juncos de la rivera y los llanos
secanos, la rivera cual vida que se escapa arrebatada por las
conveniencias felices del sueño que regalo y los secanos, esos
mismos que quedan inertes en el lecho solitario de los que sufren y
mueren… Mis zapatos matan suela de los que esperan esperanzados mi
llegada aun negando la verdad verdadera, puesto cuando arribo ellos
mueren en la vida conocida para despertar en la etérea, mi reino
apacible del descanso eterno.
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