FALFARRULLADA INCONEXA QUE CONEXA
FALFARRULLADAS.
Un utópico típico del
tópico amorfo más un café humeante. Dadelhos Pérez.
Silbaba el viento en mañana gélida pues otoño occiso parió
invierno infante, allá en las colinas de entre riachuelo, yerba
virgen, olivos viejos, arbustos varios, casonas desperdigadas a lo
largo y ancho. Y esas que pacen calmadas acosadas por el perro guarda
ganado, que abandonando ovejas, decidido, envalentonado; para ensayar
con las de leche y cuernos en distancia cauta, mientras ellas miraban
indiferentes volviendo a la ensalada ingente que cubría el fértil
prado.
Fue en la ensoñación encarnada cual rescate a manos de la realidad,
donde ocurrió lo inexplicable que explica magias en nuestros días
anegados por miedos televisión. Aunque no penséis que temores no
brotaron como noche precede día tras ser precedido por idéntico
anterior. Ya que dentro de lo corriente también subyace imprevisto,
pues tarde con nubes agua pasean presentes, y a la siguiente, impera
soleado que invita al juego o a la aventura de volver a ser lector...
Dicho esto, prometo intriga y beso robado, abrazos de hermanos e
imposibles posibilitados, puesto con oratoria improvisada uno todo
alcanza... Sentaos cerca del fuego, arropad mantas, guardad silencio,
y os contaré el cuento de la comparsa del último viaje...
Senda sesea esquivando piedras y charcos, cargado a pie el ambulante
deambulando camino a su próximo destino, mientras luna despertaba
entre fulgores estrellados de los lejanos soles diferentes, puesto
que cada estrella que guiña es como vecino, paisano, ciudadano,
transeúnte, comerciante, laborista o caminante, como es el caso.
Botas altas, gabardina en gris y gorro de lana comprado en su última
parada, cuando otoño dejó respiro y vientos helados advirtieron del
invierno parido. Nada en el bolsillo derecho aunque todo dormía en
el izquierdo del pantalón lino imitación más algodón acolchado
anciano, pese a la juventud del olvidadizo que cayado, atravesaba
noche hacia el pueblo del chocolate, donde pretendía comprar hasta
donde su dinero alcanzase para venderlo en la feria anual de la
calabaza convertida en buñuelo, el valenciano, por supuesto; ya que
en las tierras donde se celebraba aquella ofrenda a la santa que
antes fue beata y mucho antes persona razonable; los buñuelos de
viento no gustaban tanto como agradan en el bello sur del andaluz
simpático y amable... Y lo sé porque también conté la misma
historia que ahora os cuento, cambiando sólo lo de los buñuelos por
el gusto predominante del oyente, nada de confrontación, que quede
claro.
Y os preguntaréis; ¿dónde anda el cuento de este parlanchín
callejero? No os lo vais a creer cuando os diga que ya lo conté y no
advertisteis la historia por liaros con la piel, que en este caso es
la redundancia del orador intercalada con el mensaje de amor cual
moraleja de la historia. ¡No os preocupéis! Lo sintetizaré en
angosto párrafo desechando la paja del grano...
Otoño caminaba por las sendas de estación, mientras su tiempo
finalizaba ante la mirada de la luna despedida y su corte de honor,
cuando invierno llegara y le dijera que pronto frío dominaría ante
la torpe indecisión del otoño y su hermana primavera, puesto que de
la mitad ofertó lluvia, un cuarto de frio y el resto sol con ocres
de hojas que juegan en caída baile, parejas que se besan en los
parques, solitarios que abrazan farolas, entusiasmados que leyeron
prosas, poetisas amartelando sentidos y olvidadizos que por fin
recordaron. La tristeza mezclaba perfecta en emoción amada del padre
otoño moribundo frente a gemelo invierno recién nacido...
La magia prometida está en la libre interpretación, en el absurdo
dulcificado, en la sonrisa que escapa y crea comillas en los bordes
boca, pues de tontería embarullada también nacen magias que abrazan
en la distancia cercana de las letras que compongo pensando en los
que piensan y muestran lo que son sin tapujos o disfraces. Y a los
otros, abrazo fraternal pues no compartiendo sus bellos cánticos los
quiero como hermanos y hermanas, sin distinción... Acogiendo el
dicho que reza; “Si todos estamos en este mundo es porque todos
cabemos, no le des más vueltas.”
Sin más dilación y esperando nueva ocasión de contar, escribir,
divagar, amar y sobre todo leer, me despido con coletilla que me
agrada y repito hasta la saciedad... Sean todo lo buenos que les
dejen, porque serlo todo el tiempo es un imposible posibilitado en
las odas, prosas o ensayos entre el gran abanico de la señora
literatura de la que estoy totalmente enamorado... La ocasión no
viste al monje si el monje anda aferrado a sus ideales; señoras y
señores, que la felicidad les inunde por siempre.