REY MALDITO por Dadelhos Pérez.
Capítulo 10º, “Los reyes Tizón.”
—Todo no está perdido mis
queridos huéspedes. Puede que enfrente se alce ingente ejército
voraz, algo con lo que contaba Silvyna.
Demos gracias a la inteligencia de la hermosa princesa del reino del
norte por caer en cuantos escollos podían aparecer por el
camino.—Informó
el duque invertido sentándose siempre con sus amaneradas formas.
—¿Qué queréis decir?
—Mi buen amigo, Lobo;
sois un excelente estratega en el arte de la guerra sin lugar a
dudas. Puede que me hubiere gustado culminar nuestra romántica
relación en los Almos, ¿recordáis? Erais un joven
apuesto...
—¡Duplóh! Dejaros de
enredar con vuestras debilidades sabidas en los reinos conocidos, y
tened la bondad de comportaros como el bravo guerrero que sé que
sois.—Arremetió ganado por la nefasta situación, esperando
escuchar milagro de los labios carmín del cuerpo esquelético y tez
maquillada.—¿Qué planes tiene la señora?
Levantó caminando de puntillas
hasta adentrarse en la sala de armas canturreando cual desquiciado
que desquiciaba al ofuscado general, el cual, no conseguía
vislumbrar mejor salida que defender las murallas esperando la
muerte. Adelha, oliendo el desplome del máximo mandatario
militar, lanzó daga que clavó habilidosa en el marco puerta, a
pocos centímetros del desviado bailarín.
—Hablad claro y dejaos de
niñeadas, señor. ¿Está aquí mi madre?
Avizoró sobre la hermosa
deteniendo su absurdo al son pareo que agarraba la envainada,
tentado. Duplóh, no estaba acostumbrado a rebeldías de
ningún tipo; es más, solía hervir en enorme cazuela de cobre a
cualquier vasallo que osara o entendiera el duque que osó. Pidió
que todos regresaran a la sala para informar con pelos y señales las
órdenes que la cobriza Silvyna le dio semanas atrás.
Pronto cambiaron las caras
derrota al entender la laboriosa treta diseñada por la amante del
rey Godofredo, adoptando cada cual su papel en la obra teatro
con espectacular final heroico, al mismo tiempo que el suboficial de
guardia entregó al general Lobo, la invitación en pro de las
condiciones para rendir plaza.
—Anunciad al mensajero que
acudiré a la hora fijada.
—Sí, señor.
La decisión no tuvo pegas por
parte de sus oficiales, al general le acompañaría el joven Assin
y dos de sus consejeros. Rigodón, prepararía la caballería
pesada con lanzas largas. Duplóh, defendería las murallas
con mil efectivos, casi el grueso de todas las fuerzas. Y Adelha
comandaría ciento veinticinco arqueros y ballesteros equipados con
suficientes pertrechos como para pasarse cincuenta años disparando
flechas y saetas.
El resto, los quinientos de la
columna Miedo, lucharían bajo las órdenes del general Lobo y
su segundo recién nombrado, el capitán Assin. No obstante,
pese a la perfección del plan trazado por la hermosa Silvyna,
el galo propuso utilizar el secreto del fuego griego con las siete
catapultas del bastión cuando el enemigo cargase con su caballería
pesada, su mejor baza. Al explicar lo destructivo y desmoralizador,
que al estrellarse, esparramaba el alquitrán candente hacia todos
los lados causando numerosas bajas y asustando a las bestias
uniformadas con armaduras.
Lució sus mejores galas para
encontrarse con el duque Dorth, incluso se colocó el viejo
yelmo con la efigie del lobo que el rey le regaló en su última
contienda, cuando todavía rebosaba de añorada juventud. Para montar
impávido corcel tras revisar la columna miedo que esperaba
orden a las puertas de la muralla. Al frente, a unos quinientos
metros; tres jinetes aguardaban su llegada bajo el inconfundible
estandarte del traidor.
Los cuatro adictos al rey
Godofredo, avanzaron con tensa calma al encuentro. Assin,
portaba el estandarte real mientras que uno de los consejeros el de
la columna miedo. Los
corceles mostraban intranquilidad al oler los vientos de guerra que
soplaban famélicos en el inmenso llano, enorme descampado entre
muralla y colina destinado a ser escenario de la decisiva batalla.
—Hace
décadas nos encontramos casi en la misma situación, aunque vos
estabais a mi lado, no enfrente como ahora.—En tono grave para
descabalgar.
Cabellos
largos con mechones cana y crecida barba a juego, el duque Dorth,
mostraba varias cicatrices que deformaban su rostro dándole temible
aspecto. Desenvainó clavando el acero en la tierra, siguiendo
tradición, para sentarse en la misma a la espera que su adverso
igual le imitase, como así fue.
Un joven muchacho de apenas
veinte años, intentaba dominar su nervioso corcel sujetando el
estandarte traidor; su yelmo escondía identidad, aunque su quehacer
evidenciaba novato asustado y deseoso por no entablar batalla. Al
menos es lo que dedujo Assin desde la corta distancia.
—Nos engañan, Lobo.
Andamos hasta el bastión del Llano desprotegida la frontera, a
merced del señor de la guerra. Puede que hoy le toque a vos morir,
la evidencia así lo dicta; pero esta locura cobrará mañana mi alma
cuando Gorín inicie la invasión.
—Entonces, mi viejo amigo, hay
solución razonada. Regresad a vuestro ducado y velad por el interés
del reino.—Tentó el astuto general.
—Es lo que pretendo, aun en
parte. El enemigo anda dividido cual serpiente venenosa de dos
cabezas. Tizno Tizón, el glorioso conde, camina por las
llamas del infierno en su errada visión de los presentes. Gorín
y el insurrecto son carne y uña, dejando a las claras su
paupérrimo papel secundario. Intenta aprovechar los vientos
favorables para alcanzar buen puerto sin ver más allá de su propia
nariz. Creed lo que os digo, valeroso general. Esta contienda solo
debilitará nuestras fuerzas mellando ejércitos, derribando
murallas, una mera treta de quien ansía desmesurado el trono del
imperio del recién nombrado emperador, Gorín. Representamos
ciegos alienados por honores vanos, amigo mío, el peligro subyace en
nuestra propia corte desde que Godofredo alcanzara el poder
como lo alcanzó.
—Si fuere así. Decidme: ¿Cómo
habéis podido reunir tan vasto ejército? Sospecho que lleváis
meses preparando lo que va tener lugar, Dorth.
—¡Abrid los ojos! Pensad.
¿Quién andaría intranquilo frente a esta hecatombe
orquestada?—Acercando su tétrica cara al general Lobo.—Desde
siempre nuestro reino obró cual tierra que distanciaba ambos
imperios. Godín por el norte y las fuerzas del Sultán por el
sur. Y el Sultán ve clara la amenaza que se cierne sobre nosotros,
para seguidamente, adentrarse al grito de sangre y honor en sus
tierras. Él, y no Tizno Tizón, procuró mis efectivos y
máquinas de guerra.
—Vuestra historia carece de
credibilidad, ¿por qué los musulmanes se implicarían en contienda
ajena?
—¡¡¡Porque no es ajena a
ellos!!!—Encolerizado y golpeando la hierva con ambos
puños.—Mientras nos matamos en la batalla, ¿dónde está su amada
meretriz de cabellos cobrizos? Esa ramera que pretende lo que el
padre del rey Godofredo fue incapaz con todas y cada una de
sus inertes contiendas... Rendid la plaza y uniros a mi ejército. No
correrá la sangre de nuestros hermanos, general; nos encaminaremos a
la capital del reino y vos, con vuestra columna miedo, regresaréis
al Serrado para proteger la frontera. En cuando a Silvyna,
interceptaré su ejército acabando con la hechicera.
—¡Divagáis! La señora carece
de ejército, todos los efectivos afines en este lado del río están
concentrados en el bastión.
—Sois vos quien baila al son
palmas de la barragana, igual que hizo el rey. La princesa del
imperio del norte intenta asaltar el trono de Gorín...
Nuestro enfrentamiento es distracción para que las fuerzas del señor
de la guerra comiencen la invasión desprotegidos sus bastiones.
Abrid los ojos, general. Entablad batalla con mis afines es sucumbir
al infernal plan de la fulana, la cual, abandonó al propio Godofredo
en la Alta, dejándolo a merced del loco Tizón. Seguro
que la cabeza del rey está expuesta en la plazoleta clavada en pica
y a la vista de todos. Mientras el conde dejó de ser conde para
convertirse en el nuevo monarca, el rey Tizón.
—Sangre y honor, Dorth.—Soltó
avizorando la mirada del insurrecto y su extraña historia.
—Que así sea, sangre y honor.
Regresaron al bastión quedando
el capitán Assin con los efectivos de la columna del miedo
encuadrados en doble fila y armados con alabardas, mientras el
general se encaminó al balcón presidencial junto al duque Duplóh
con el fin de avistar los movimientos del enemigo, dijo:
—Que suene el cuerno de
batalla.
Sonó impregnando el ambiente y
avisando a sus efectivos que comenzaba la contienda. Adelha,
partió con sus tropas adentrándose en la ciudad hasta alcanzar el
borde río, para seguirlo hasta el extremo oeste donde dejaron los
corceles y continuaron a pie bordeando por el exterior la muralla.
Rigodón, desenvainó la “embelesada” a lomos de su recio
corcel insuflando valor a la caballería en las entrañas del
bastión, las catapultas andaban dispuestas para lanzar las bolas de
fuego destructor, a la espera de la orden directa del duque Duplóh.
En el horizonte, comenzaron los
movimientos militares del enemigo, como sospechaban, la caballería
pesada insurrecta formó esperando orden de carga; entretanto se
armaban más de treinta catapultas, las que siempre comenzaban el
baile de muerte en el llano maldito, al menos, ese sería
inequívocamente su fatídico destino inminente.
Cuando atisbó a varios soldados
insurgentes bandeando estandartes de cara a las murallas, el general
Lobo no entendía a que se debía aquella extraña señal que
le dedicaban...
—Puede que quieran
rendirse.—Airado en tono agudo le dijo Duplóh.
—No, nada de eso. Dorth
no rendirá acero, es bravo estratega. Algo escapa de nuestra visión,
duque; pero, ¿qué?
El invertido retrocedió
colándose en la sala de armas hasta alcanzar un viejo baúl que
descansaba en un rincón del habitáculo, lo abrió animoso sacando
de sus entrañas un húmedo y pestilente saco para regresarse junto
al general.
—Puede que esconda baza que no
sospechara la señora, o puede que solo pretenda que nos preguntemos
que diantres pretende.
—Si la señora estuviese aquí
nos sacaría de dudas, señor. Seguro que ella encontraría la
respuesta en un abrir y cerrar de ojos.—Comentó desde las espaldas
del viejo estratega, el cual, no apartó mirada del frente en ningún
momento.
Entretanto, la valiosa Adelha
advirtió extraños movimientos en la orilla adversa del río, allá
en la senda que conducía a la capital del reino, deteniendo su
progreso por el exterior de las murallas cuando descubrió el avanzar
de la infantería real bajo el estandarte del conde.
—Informad de inmediato al
general, somos víctimas de encerrona.—Ordenó a uno de sus
soldados que quedó paralizado, sin apartar mirada de la bella.—¿No
habéis oído?
Todos los efectivos cercanos a la
amazona desenvainaron reduciéndola, maniatando sus manos a la
espalda.
—Avisad al duque.
—Sí, señor.
Duplóh continuaba con su
verborrea en el palco presidencial del bastión.
—Verá, mi buen amigo, ella
vino hace semanas, un par de lunas, quizás. Me instó de la
inminente insurrección dando mi palabra de mi adicta posición para
con la corona del santo y sagrado rey Godofredo.—Enredando
Duplóh de nuevo con su cansina oratoria.—Le pregunté cómo
debíamos obrar ante imprevisto, rogándole que se quedara en la
guarnición. Insistió en que no podía complacerme al desear
corroborar hasta donde llegaba la insurrección, viajando a los
feudos del sur, creo recordar. Aunque mi locuaz oratoria la convenció
quedándose en el bastión del llano.
Lobo desvió su mirada del
horizonte para mirar sorprendido al duque.
—¿Dónde está la señora?
—Le encantaría consultarla.
¿Verdad?
La caballería pesada comenzó
avance hacia las murallas en extraña maniobra suicida, ya que la
lógica mandaba disparar las catapultas sobre las murallas intentando
abrir brecha.
—¡Mi señor! Carga la
caballería del duque.—Voceó vigía.
—¡Preparad las catapultas!
¡Comienza el baile! ¡Caballería real, preparaos para la
carga!—Alentó el gigante entre gozo casi infantil frente al
infierno que se avecinaba, cuando observó que varios soldados
cerraban las puertas dejando desprotegida a la columna miedo.—¿Qué
hacéis? Abrid el portón de inmediato.
Varios jinetes apuntaron con sus
lanzas largas al noble Rigodón inmovilizándole en el centro,
para obligar que descabalgara siendo engrilletado y conducido a los
calabozos del bastión.
Duplóh, sacó una cabeza
decapitada del húmedo saco agarrándola por los cobrizos cabellos,
para mostrarla al general.
—Preguntadle, pues, mi señor.
Como podéis apreciar todavía conserva cabeza, aunque su piel perdió
tersidad, ¿no sé por qué?
Segundo sobrara al agarrar acero
que desenvainó cuando el sarasa dejó caer la cabeza de la hermosa
Silvyna, mostrando filo mucho antes de que aterrizase en el
suelo. No le dio tiempo para más, una lluvia de flechas impactaron
en el cuerpo del viejo estratega que sucumbió moribundo quedando
arrodillado, a merced del traidor enmascarado ahora sin máscara.
—Como os dije, me hubiere
encantado culminar nuestra relación romántica allá en los Almos,
aunque me queda la consolación de culminarla...— Agarrando la
empuñadura de su acero con las dos manos.— Ahora.
La cabeza del viejo general Lobo
de guerra acompañó a la de la princesa del imperio del norte.
Únicamente el bravo capitán
Assin consiguió escapar junto a poco más de cincuenta
hombres de la encerrona, cabalgando primero hacia las densas montañas
del este. El resto de sus efectivos fueron masacrados por la temible
caballería pesada del duque Dorth.
El rey Tizno Tizón entró
con su guardia real en la sala de armas encontrándose con su
incondicional Duplóh, que le informó.
—¿Y el hijo del Marqués?
—Lamentablemente, alteza,
escapó con un reducido grupo de adeptos hacia el este.
Ambos, desde el balcón
presidencial, observaron como los más de mil componentes de la
afamada caballería pesada del duque entraban en el bastión.
Distinguiendo a lo lejos, entre el vasto ejército de Dorth y
las murallas, un afanado jinete que cabalgaba hacia su posición.
—Traedme la hora nueva del
mensajero, Duque.—Con déspota entonación elitista.—O mejor
dicho, general Duplóh.
Acomodado en el trono de la sala
principal, el emisario del ejército de Dorth, caminó
portando una caja rectangular de madera, la cual, posó delicado a
los pies del nuevo monarca.
—¿Qué significa esto?
—Alteza.—Reverenciando
dominado por puro terror.—Es un mensaje de mi señor para vos.
Tizno, abandonó el
engalanado trono sonriente, pletórico tras culminar su astuto plan
insurrecto, para agarrar la madera que zarandeó escuchando.
—No esperaba presente,
señores.—Bromeó brotando condescendientes risas de los allí
presentes.
Abrió la caja una vez acomodado
de nuevo en el trono cambiando su rostro radical, dentro, con un
pergamino entre los inertes labios, la cabeza decapitada de Dorth.
Lanzó la caja enojado tras
capturar el mensaje que abrió molesto para leer en voz alta.
—¡¡¡Sangre y honor!!!
Abuelo, la traición a la corona conlleva la pena de muerte. Firmado,
el conde de Tizón, Tierno Tizón.
Permaneció durante varios
minutos observando las inexpugnables murallas del llano junto a su
inseparable consejero, Mohamed, guerrero musulmán que adiestro al
joven Tierno Tizón durante los últimos cinco años. A sus
pies, el cuerpo sin vida de quien fuere su señor.
—¿Cuántas posibilidades
tenemos?
—Tantas como tiene nuestro
enemigo, majestad.—Contestó el aguerrido guerrero
reverenciando.—Las fuerzas del Sultán llegarán pronto.
La insurrección se alza con la
victoria. Rigodón y Adelha prisioneros. El viejo general lobo y la
princesa del imperio nórdico, decapitados al igual que el rey
Godofredo y el insurrecto Dorth. Sólo la insospechada ambición del
nieto del actual monarca aliado con el Sultán, parece única fuerza
frente a los insurrectos y su despiadado aliado, Gorín, el señor de
la guerra.
El capitán Assin, valeroso
guerrero adoctrinado por los mejores, intentará rescatar a sus
aliados aprovechando la dilatada batalla que se avecina en el Llano,
mientras un ingente ejército liderado por los generales de Godín,
se aposta en la frontera norte del reino.
Para el epílogo 2º (capítulo
11º) se alinean las fuerzas de uno y otro mando en lo que ya es una
guerra abierta entre los imperios; por un lado el Sultán y su
pretensión de proteger a su pueblo del bárbaro norteño, y por
otro, Gorín y su insaciable sed de conquista... Dentro de pocas
semanas comenzamos el epílogo 2º El reino esmeralda (capítulo 11º)
Entretanto, nuevos capítulos de
la saga, El falso maqui, inspirada en los albores y posterior guerra
civil española. Recuerda ser feliz siempre, no te pongas escusas. Un
saludo sincero y gracias por leer mi humilde literatura, ya sabéis,
la que solo pretende entretener.
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