SEMINARIO
DE UN GILIPOLLAS
por
Dadelhos Pérez
Acto
primero: “El estúpido encuentro”
— Hace un día pachucho que merma paciencia e incluso
encoleriza alma, menos mal que por fin encontré un trabajo hecho a
mi medida, recepcionista de finca. Más conocido como portero. El
sueldo no es gran cosa pero me ceden el diminuto ático y solo tengo
que limpiar la escalera por las mañanas y pasar el resto del día
sentado tras la mesa, eso sí, leyendo el periódico y hablando con
algún que otro vecino. Una vida de reyes… Mira, anda, ya viene el
cartero.
— Buenos días.
— Algo tristón pero bueno lo tenga.
— ¿Me ha llamado tristón?
— Me refería al día, caballero. No osaría llamar
tristón a cualquier desconocido, sabe, al menos hasta dentro de un
par de semanas cuando nos conozcamos más y tercie confianza.
— Traigo un paquete para el señor Gómez Salado,
portero.
— Trae un carrito lleno de paquetes y cartas, pero no
me haga caso, es la felicidad que rebosa en mí por conseguir este
puesto tan importante. Y no me llamo portero, cartero, deje que me
presente como es debido, si debiera, algo que dejé de hacer en el
momento que liquidé la hipoteca que me tenía embrosquilado, más
turbado, entre agobios (…) Gélidos sudores y tembleques me
invadían frente al momento dispendio que jamás me relajó…
— Puede que necesite un encuentro esporádico, señor
portero.
— Menudo dominio masturbador tiene usted, y ese
desparpajo para contarlo sin tapujos.
— Bueno, no es un secreto; todo el mundo anda
hipotecado en asfixia que no deja vivir.
— Pero da gustito cuando despunta cual volcán y
reduce tensiones.
— ¿Qué tensiones?
— Las de la carne, de lo que estamos hablando.
— Le hablo de tensiones bajo presiones que afectan al
bolsillo, amigo.
— ¿Pagaba por masturbarse?
— Pagaba más turbado, caballero, a desgana igual que
el resto de la gente. Pero liquidé la deuda hace poco menos de un
mes y desde entonces vivo en la gloria. Sin turbaciones y con María
Bolso, mi fiel princesa.
— Creo que no le sigo, amigo. ¿Estamos hablando de
sus masturbaciones de pago con María la del bolso?
— Es usted un poco animal, ¿no cree? Le comento mi
liberación, escuche atento, dineraria y Mari Bolso es mi pareja, no
Mari con bolso.
— Bueno, es una extraña forma de salir del armario,
pero sepa que lo respeto.
— ¿De qué armario?
— De la liberación dineraria con su pareja Maricón
Bolso, que supongo será un mote.
— ¿Es usted gilipollas o se cayó de la cuna cuando
era un bebé? Le explicaba que no debo un céntimo al banco y vivo
feliz con mi pareja María Bolso, nada de pajas pagando cuartos y
viviendo esa invención suya… Ande, deme el paquete de Salado y
rubricaré aquí mismo.
— Mi paquete salado es propiedad de mi mujer, está
claro. No le permito que lubrique mis nobles partes. Respeto sus
rarezas que luego dice que no lo son terminando en propuesta
deshonesta con la intención de lubricarme agarrando salado mi
paquete, señor.
— ¿Nos hemos vuelto gilipollas? Creo que tiene
extraña fijación con el sexo, cartero, debería hacérselo mirar.
Pacharán a granel y que corra viento frente al
vilipendio que comenzara inocente con confusión vuelta penumbra. De
lo simple a lo estrambótico cuesta confundir palabra precisa en
frase correcta aterrizando en lo vil mencionado. Un nuevo experimento
del experimentador afanoso en esta aletargada búsqueda de nuevas
fórmulas literarias, más o menos turbado que los ceporros de la
historieta sin sentido.
¿Qué esperabais titulándose como se titula? Jejejeje,
es broma inocente del culpable de estas mismas letras que estás
leyendo… Sólo añadir un hasta luego o hasta los siempre cercanos,
pues para siempre se interpreta cuan despedida sin regreso. Y este no
piensa ausentarse de la nube durante tanto aun no estando el tiempo
que me gustaría. Por lo tanto, espero nos leamos más pronto que
tarde, hasta entonces (…) hasta ahora.
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