PÓSTUMO
por
Dadelhos Pérez
Pasan las cosas sin preámbulo mientras insistimos en
etiquetar la vida, esquivando baches como meros carroñeros en árido
desierto dominado por extremos, días asfixiantes y noches hielo.
— Es
lo que tiene haber nacido hombre, amigo. A la próxima pruebe la vida
de comadreja, estoy seguro que le resultará más estresante, sin
lugar a dudas. Filosofar es perder tiempo en el físico para ganarlo
en el interno. Al fin y al cabo todo tiempo se consume, o dicho de
otro modo, os consume irremisiblemente. Tonterías de perdedor.
No comparto casi nada con usted aunque me ate nuestro
particular negocio, señor. En cuanto a las ideas, bueno, ya sabe que
son acechos desde nuestras verdades hacia las otras, esas que viven
en semejantes que nos encontramos por el curioso camino existencial.
Porque no me negará que nuestro tropiezo anda tildado de ello. Como
decía, pasan las cosas sin preámbulo mientras seguimos
catalogándolo todo.
— No
es más curioso que cualquier otro encuentro profesional, aunque
puedo entender su redunda interpretación, señor. Todos obran de la
misma, cambiando quizás algún verbo o coma aun acunados en ese
humanismo que reflorece justo cuando no queda otra salida más que la
mía. Sin embargo, usted difiere del resto en aspectos que llegan a
sorprenderme, algo bastante difícil debido a mi avanzada edad.
Vamos, sería el ciudadano perfecto para esos haraganes políticos al
no llegar nunca a la jubilación. Qué le voy hacer, es lo que tiene
la inmortalidad.
Tratar con el diablo, esa negativa que uno acarrea a lo
largo de su vida esquivándola, dando espalda en nombre de noblezas
que quedan (…)
— El
maravilloso universo de los mortales, regios ideales mofados a la
mínima oportunidad, siempre siguiendo el librillo de las buenas
formas cuando la penumbra comienza a devorar existencia arrimándose
las gélidas. Créame cuando le digo que todos acceden a
entrevistarse conmigo, incluso los más cegados por la fe en mi
competencia. Ese Dios sabio, correcto, sufrido, justo e innumerable
ristra de halagos vacíos… Yo represento vuestro lado humano, soy
claro y conciso.
Verás, no sé muy bien cómo he de llamarte, Diablo,
Lucifer o Perico el de los palotes. Me gustaría antes de nada
solucionar ese pequeño detalle ya que detesto dirigirme a cualquiera
con remilgado usted o señor. Tú, seguro que ya sabes quién soy,
¿verdad?
—
Puedes
llamarme Ramón, por ejemplo, no soy una cosa explicita más bien un
cúmulo arduo con millones de personalidades, para que me entiendas.
La cuestión es simple, todo tiene un precio aun vagando lejos del
oro que tanto amáis los humanos. En este universo prevalecen otros
valores más espirituales. Si accedes te concederé eso que tanto
anhelas y acabas de perder.
Muy bien, Perico el de los palotes, supongo que podré
pedir aquello que desee no solo regresar a la vida, ¿cierto?
—
Espero que
no seas igual que aquel delgaducho calvo que accedió a tratar
conmigo cuando le dispararon, Gandhi, todo un personaje en tu mundo.
¿Qué te pidió el pacifista?
— Un
té helado y hacerme unas cuantas preguntas, extraño deseo para
alguien recién asesinado. Insistía en que accedió a negociar para
conocerme mejor con el pretexto de que no es tan diablo ni siquiera
el diablo, menuda bobada. Le serví yo mismo el té en taza humilde y
con hielo picado, tal y conforme lo pidió. Cuando llevaba no sé
cuantas preguntas lanzadas con tono condescendiente a la novena
potencia (…) Uf, cansino, me puso los vellos como escarpias (...)
A mí no se me debe respetar, le dije cabreado, se me teme. Y
agobiado de tanta bondad rescindí el contrato enviándolo al cielo
(…) Lo sé, una putada para el bueno de Dios, seguro que aún
andará dándole la tabarra (…) Pero dejemos la cháchara porque
esto pretende ser un micro-relato no una novela por entregas… ¿Cuál
es tu petición?
Un café solo con taza porcelana adornada con trazas
azules y acerté algunas pregunta para conocerte mejor, Perico de los
palotes. Porque ni el diablo es tan malo como lo pintan, estoy
seguro. Ah, y con sacarina nada de azúcar.
—
¡Serás
cabrón! Paso, lárgate e hincha el bolo al benefactor de la
existencia. ¡Maldita sea mi estampa diabólica! Todo por culpa de mi
bocaza. Al próximo no le cuento nada, será posible.
No puedo añadir mucho más a este destartalado engendro
lineal que no pretende nada de nada, un soplo de escritura compulsiva
dejando brotar lo que ha brotado. Lo siento si no ha sido divertido o
interesante, pero he de confesar que así creo los argumentos de
muchas de mis novelas… Me siento frente al teclado con un café
solo en taza porcelana adornada con trazas azules y escribo
sistemáticamente endiablado.
Deseos de buenos los mejores a todos y todas, que la
felicidad esté presente en vuestras vidas hasta el último momento
(para los creyentes, después también) Espero leernos pronto en el
cosmos que posibilita burlando distancias y acercando almas de toda
índole, hasta entonces… Hasta ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.