Corrupto (relato/negro)
Le quitaron las esposas cuando
mencionó el tema, aquellos dos maderos se interesaron, cosa que conocía y
esperaba. En ocasiones las eventualidades forman parte de concierto
escrupuloso. Y el jodido dandi
componía tretas refinadas saliendo siempre bienaventurado, se podría decir.
―Me extraña, de verdad te lo digo. Los
cortometrajes están bien desde la butaca, con palomitas de maíz y buena
compañía. Supongo que intentas escurrir el bulto, es comprensible. En este
endiablado juego perder una posición es acabar la partida pues no existen las
tablas. Debo ser sincero contigo, me importan tres pimientos la bolsa que
sustrajisteis en ese maloliente bar de carretera. Me interesa saber dónde se esconden las
ganancias de los maderos, es plato apetecible conocer lo que nadie debe
conocer, una gran baza para controlar el tablero.
Muchos me hablaron de sus artes,
sargento, cosa que no di crédito amparado en la reputación pública que ostenta.
Sin embargo, para muestra un botón. (Apoyando ambas manos en la tabla) Como
bien dijo este juego es obra del diablo, el único que sale ganando en todas y
cada una de las manos. Usted tiene la ventaja de poder retirarse de la partida
impoluto, olvide los negocios de sus compañeros, esos mismos que obraron su
último movimiento. Puede que le resulte incluso ridículo que un cuarentón
dedicado al menudeo le ofrezca consejo, no soy nadie, hay demasiados por encima
de este humilde soldado.
―No me interesa para nada vuestros
juegos del padrino. No estamos en la América imaginada por escritor habilidoso.
Esto es España, y aquí el hampa procura ganar elecciones en vez de ir rajando
diablos por los callejones de cualquier ciudad. Así que ahórrame toda esa
fantasía y contesta a mi pregunta. ¿Dónde están los cuartos de los policías?
Cuando alguien se dedica todas las
tardes a pasear por el parque, llega a pensar que el jardín le pertenece. No se
lo repetiré, sargento, su mejor opción es olvidar lo de esos dos mequetrefes y
meter sus narices en el sagrado cuerpo de la policía nacional. Llego a
comprender que piense ser el más listo por seguir activo, negociando con los bolivianos
a la vez que lo hace con los rusos. Pero he de darle la razón, estamos en un
país donde la mafia es legal, más legal que fumarse un cigarrillo en cualquier
establecimiento público. Eso debería bastarle para comprender su posición real.
No pregunte más por el tema y regrese a su cómodo hogar con su mujer (…) o
visite a cualquiera de sus rameras (…) Pero no siga por esa senda, amigo.
―Veamos. Esto sigue siendo la sala de
interrogatorios de la comisaría central de policía. Tú vas engrilletado y yo
visto de uniforme. Creo que el que necesita cerciorarse de la realidad no soy
precisamente yo (…) No lo volveré a preguntar, cabrón. ¿Dónde coño está el
dichoso polvo?
Mi labor aquí ha terminado, sargento.
Si quiere seguir hablando conmigo será en presencia de mi abogado (…) Aunque
dudo mucho que usted presencie esa parte del interrogatorio.
― ¿Vas a eliminarme, grandullón?
Espero con impaciencia los fuegos artificiales (guardando varios segundos de
silencio) Vaya, puede que me hayas matado aún no sentí bala o filo
(destornillándose descarado) Vendrá tu abogado, por supuesto. Te daré un día
para que pienses bien en tu extraño movimiento, la vida en la cárcel puede
resultar letal.
Seguro que sí (…) una caída por las
escaleras, repentino ataque al corazón (…) conozco bien los resultados… Es más
peligroso incluso que conducir ya que sólo computan las víctimas al volante.
Esos malditos carros no cargan balas, lo son y muy efectivas.
―24 horas, mamón; si dentro de 24
horas no cantas, no cantarás nunca más.
Conduzca con cuidado, sargento. No me
gustaría que acabara estampándose contra cualquier inocente y se perdiera el
resto de la fiesta, todo un acontecimiento. Seguro que será testigo, en
primerísima fila.
(No habló más al ver imposible
sustraer la información que ambicionaba para incrementar su poder. Para todos
los legales era el sargento por excelencia. Condecorado infinidad de veces bajo
supuestos heroísmos, su cara apareció en todos los medios durante meses.
Salió del edificio tras saludar a
varios compañeros encaminándose al aparcamiento privado. Se sentó en el asiento
de su flamante deportivo, una pieza codiciada por muchos que unos pocos
privilegiados se podían permitir, automóvil de culto. Metió la llave en el
contacto y cuando giró el motor no hizo ademán, tan solo un extraño clic
metálico que provenía de la parte baja del auto.)
― ¡Mierda!
Noticiario especial: A las cinco y cuarto de esta misma tarde,
el condecorado agente del orden don Julián Cárdenas Mendigo, falleció víctima
de un atentado islamista, según nos revelan fuentes policiales. Al parecer, un individuo
se inmoló detonando su chaleco explosivo cerca del sargento cuando iba a
recoger su utilitario en el aparcamiento de las instalaciones...
― ¡Cada vez mentimos peor! Me gustaría
algo creíble, ¡coño!
― Señor alcalde, la gente se lo
tragará sin problemas, siempre ha sido así.
― ¿Y el hombre de Pico?
―Lo intentó por todos los medios
advirtiéndole de lo que podría pasar. Una lástima, era una buena pieza de
distracción, señor. Ahora tendremos que buscar a otro pichón.
―Hay cientos haciendo cola, eso es lo
que menos me preocupa.
®Dadelhos Pérez (La ranura de la
puerta) 2016
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