Pico
de oro
(romancero/humor)
Pía
alegre en día favorable y aletea viveza, recorriendo la selva de asfalto
dominante aun rota por ristra arboleda que custodia senda en plena avenida
céntrica, que no centrada. Deteniendo vuelo en parada rama, frente amarillo
edificio con ventanas coloradas que le recordaron aquel lejano que recordara,
cuando pollo era en sus maternas tierras caribeñas donde fue cazado, enjaulado,
transportado y vendido; para acabar escapando tras descuido, del obeso opulento
cual amo incorrecto del alado esclavo. Cosa que ni fue, ni fuera, al nacer sin
celda enrejada o pata en cadena.
Claro
tenía que el destino es pasado al ser pensado tras que pasara, y entonces
mirara la única ventana abierta para descubrirla a ella. Plumas oro y pico
deseo… (No sabría describir el sexapil de aquella ave fémina sin atreverme hacerlo
desde el prisma humano que me gobierna, así que omitiré la charanga belleza)…
Volara hasta la repisa con enorme galanteo, posando sus patas en la piedra para
reverenciar coqueteo… Soltando ergo…
―Si
fuera mono pelado que se disfraza con telas, os pondría un apartamento de
primera con enorme lecho terciopelo, espejo en el techo y refrigerador repleto
de pertrechos vitamínicos para recargar el bajo pecho a cada hora, regresando
de inmediato al anhelo. Pues moriría en acto pecaminoso liberando mi ansia
rejuvenecida al ver tan linda con plumaje reina. A propósito, me llamo loro y
estoy a la última…
―
¿Qué última?
―…La
última de hipnotizarla adentrando en pieles los quereres endurecidos que de mi
mandan, al ser insensato jovenzuelo de terceras juventudes que se sorprende por
la reacción de la que mea. Al menos es lo único que hace desde lustros. ¿Cabría
la posibilidad? (...) Puesto que la cosa cabe, de eso no hay duda, está hecha
para entrada y salida pese a que pase todo el tiempo entre meadas y
olvido.―Acercara pico a oreja.―A veces no recuerdo que la tengo, no pienso para
qué sirve hasta que erguida solicita compañía, como ahora. Eventual cosa que no
me entristece lo más mínimo por el máximo porte que luce, y no es broma.
Acceded y os mostraré a la tremenda que os trasladará al paraíso del deseo
alcanzado, esas tierras conocidas como orgasmos, nada de sucedáneos de pico que
son fallidos descomunales en lecho precoz, dejando desazón en paladar de dama y
gozo, tremenda cara de felicidad, en el avispado centésima.
―Soy
pájara honrada que sólo accede si hay compromiso.
―Me
comprometo. ¿Vamos al tema?
―Quieto
parado, atleta. Antes debes ganarte la medalla tras alcanzar la cadena, para
agarrar la llave que abre la jaula que me encierra.
―
¡Vaya! Lo siento pero no estoy para acertijos de galleta de la suerte. ¿Podría
ser más concreta?
―
¿No ves mi cárcel? ¿Cómo me liberarás para saborear anhelo?
― A
picotazo limpio, mi vida. Aletazos poderosos o cansina verborrea capaz de
derretir el más sólido metal, pasada media hora tediosa de charla insustancial.
Pero seguro que aguantaréis la chapa hasta que os abra en todo el amplio
sentido de la palabra, monada… Digo, cotorra (que esta historia va de pájaros
no de monos)
―Me
temo que sólo sois palabrería romancera que tienta, intenta sin acometer acto
que facilite cumplir promesa.
―
¿Qué promesa?
―El
apartamento con lecho terciopelo y espejo en el techo. ¿Ya lo olvidasteis?
―Suelo
hacerlo tras zamparme el bocado, nunca antes.
―
¿Qué bocado?
― El
vuestro.
―
¿Os referís al pienso que cada mañana me pone mi ama?
―Me
refiero a lo que me pone al veros con esas curvas engalanadas en plumas
sensuales. Soy experimentado dado, quiero decir, que os daré hasta en el carnet
de mascota sin ningún tipo de violencia. Ya me entendéis.
―Si
no hay apartamento, de momento, sólo dejo que habléis y habléis. Como os dije
soy pájara honrada que no presta, se encadena.
―Mientras
no me peguéis acepto cualquier práctica rara. Eso sí, sin cambiar papeles. Es
algo tardío para dejar de ser don y convertirme en doña.
― ¿Y
el apartamento? ¿El anillo? ¿La boda por todo lo alto? ¿La pedida de mano? ¿El
viaje de luna de miel? ¿El servicio, la peluquería, los sábados de cena en el
restaurante “El pico de oro”? ¿Las tardes de gimnasio, los masajes, salir todos
los días de compras?...
Así
estuvo durante media hora la despampanante, soltando ristra ingente de
peticiones que provocaron deshinchazón de su miembro y fuerte somnolencia.
Hasta que agarrara vuelo raso dando espalda a la divina, tras ver pluma parda
de paloma coja, bizca y desmejorada, en busca de sustento.
―
¿Adónde vas, descarado?
―A
por justa en trato, pues no vendo años, décadas, por hora placentera. Prefiero
a la paloma dada al entendimiento sin tanto inri insustancial. Puede que sea
superficial, poco galán, sinvergüenza y larga lista de etiquetas… Pero todavía
no alcancé el grado superior de tontaina. Lo siento pájara… ahí te quedas.
®Dadelhos
Pérez
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