domingo, 4 de septiembre de 2016

Pico de oro (romancero/humor)

Pico de oro (romancero/humor)

Pía alegre en día favorable y aletea viveza, recorriendo la selva de asfalto dominante aun rota por ristra arboleda que custodia senda en plena avenida céntrica, que no centrada. Deteniendo vuelo en parada rama, frente amarillo edificio con ventanas coloradas que le recordaron aquel lejano que recordara, cuando pollo era en sus maternas tierras caribeñas donde fue cazado, enjaulado, transportado y vendido; para acabar escapando tras descuido, del obeso opulento cual amo incorrecto del alado esclavo. Cosa que ni fue, ni fuera, al nacer sin celda enrejada o pata en cadena.
Claro tenía que el destino es pasado al ser pensado tras que pasara, y entonces mirara la única ventana abierta para descubrirla a ella. Plumas oro y pico deseo… (No sabría describir el sexapil de aquella ave fémina sin atreverme hacerlo desde el prisma humano que me gobierna, así que omitiré la charanga belleza)… Volara hasta la repisa con enorme galanteo, posando sus patas en la piedra para reverenciar coqueteo… Soltando ergo…
―Si fuera mono pelado que se disfraza con telas, os pondría un apartamento de primera con enorme lecho terciopelo, espejo en el techo y refrigerador repleto de pertrechos vitamínicos para recargar el bajo pecho a cada hora, regresando de inmediato al anhelo. Pues moriría en acto pecaminoso liberando mi ansia rejuvenecida al ver tan linda con plumaje reina. A propósito, me llamo loro y estoy a la última…
― ¿Qué última?
―…La última de hipnotizarla adentrando en pieles los quereres endurecidos que de mi mandan, al ser insensato jovenzuelo de terceras juventudes que se sorprende por la reacción de la que mea. Al menos es lo único que hace desde lustros. ¿Cabría la posibilidad? (...) Puesto que la cosa cabe, de eso no hay duda, está hecha para entrada y salida pese a que pase todo el tiempo entre meadas y olvido.―Acercara pico a oreja.―A veces no recuerdo que la tengo, no pienso para qué sirve hasta que erguida solicita compañía, como ahora. Eventual cosa que no me entristece lo más mínimo por el máximo porte que luce, y no es broma. Acceded y os mostraré a la tremenda que os trasladará al paraíso del deseo alcanzado, esas tierras conocidas como orgasmos, nada de sucedáneos de pico que son fallidos descomunales en lecho precoz, dejando desazón en paladar de dama y gozo, tremenda cara de felicidad, en el avispado centésima.
―Soy pájara honrada que sólo accede si hay compromiso.
―Me comprometo. ¿Vamos al tema?
―Quieto parado, atleta. Antes debes ganarte la medalla tras alcanzar la cadena, para agarrar la llave que abre la jaula que me encierra.
― ¡Vaya! Lo siento pero no estoy para acertijos de galleta de la suerte. ¿Podría ser más concreta?
― ¿No ves mi cárcel? ¿Cómo me liberarás para saborear anhelo?
― A picotazo limpio, mi vida. Aletazos poderosos o cansina verborrea capaz de derretir el más sólido metal, pasada media hora tediosa de charla insustancial. Pero seguro que aguantaréis la chapa hasta que os abra en todo el amplio sentido de la palabra, monada… Digo, cotorra (que esta historia va de pájaros no de monos)
―Me temo que sólo sois palabrería romancera que tienta, intenta sin acometer acto que facilite cumplir promesa.
― ¿Qué promesa?
―El apartamento con lecho terciopelo y espejo en el techo. ¿Ya lo olvidasteis?
―Suelo hacerlo tras zamparme el bocado, nunca antes.
― ¿Qué bocado?
― El vuestro.
― ¿Os referís al pienso que cada mañana me pone mi ama?
―Me refiero a lo que me pone al veros con esas curvas engalanadas en plumas sensuales. Soy experimentado dado, quiero decir, que os daré hasta en el carnet de mascota sin ningún tipo de violencia. Ya me entendéis.
―Si no hay apartamento, de momento, sólo dejo que habléis y habléis. Como os dije soy pájara honrada que no presta, se encadena.
―Mientras no me peguéis acepto cualquier práctica rara. Eso sí, sin cambiar papeles. Es algo tardío para dejar de ser don y convertirme en doña.
― ¿Y el apartamento? ¿El anillo? ¿La boda por todo lo alto? ¿La pedida de mano? ¿El viaje de luna de miel? ¿El servicio, la peluquería, los sábados de cena en el restaurante “El pico de oro”? ¿Las tardes de gimnasio, los masajes, salir todos los días de compras?...
Así estuvo durante media hora la despampanante, soltando ristra ingente de peticiones que provocaron deshinchazón de su miembro y fuerte somnolencia. Hasta que agarrara vuelo raso dando espalda a la divina, tras ver pluma parda de paloma coja, bizca y desmejorada, en busca de sustento.
― ¿Adónde vas, descarado?
―A por justa en trato, pues no vendo años, décadas, por hora placentera. Prefiero a la paloma dada al entendimiento sin tanto inri insustancial. Puede que sea superficial, poco galán, sinvergüenza y larga lista de etiquetas… Pero todavía no alcancé el grado superior de tontaina. Lo siento pájara… ahí te quedas.
®Dadelhos Pérez







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