EL TUERTO (micro/teatro)
Fuere sorpresa cuando alcanzara aldea
olvido la caravana del destino divertimento, allá en la comarca del hambre. Los
niños la persiguieron, los mayores rumorearon, las damas sonrojaron al ver
musculoso varonil a las riendas de la citada que traía novedad con temple
entretenimiento. Tanto es así, que zagal gritara conquistado por las ganas de
presenciar función.
― ¡Es el
gran contador de historias, cuentos y memeces! El tuerto y su grupo artístico.―Siendo
corregido por el grandullón.
―Historias,
cuentos y pequeñeces, muchacho.
Luna albea y crepúsculo decrece dando
pie a la noche de estrena en la adoquinada del centro, siendo la carreta el
fondo escenario, y enfrente, la treintena de valientes que sobrevivían a duras
penas en inhóspito burlado por los ya citados, más los parientes que
engendraron a los pacientes que esperaban atacados por impaciencia; no sé si
explique conciso, pero así mismo fuera hasta que…
―Señoras y
señores, niños y niñas. Tengo el orgullo de presentarles al incomparable por no
existir parecido o gemelo, el que fuera consolador en la corte, nunca juglar de
pega; y recorriera el sin fin de las tierras cruzando mares, lagos y océanos…
El mayor contador de historias, cuentos y pequeñeces, el señor Tuerto.
Pocos aplaudieron aun aplaudiendo
todos, incluso los canes y gatos aun a su estilo, cuando un viejo vestido con
sotana coloreada y gorro embudo acabado en punta fina, se plantara en el centro
iluminado con libro en mano y mirada impávida (…) Guardó silencio suspense
preparando el ambiente para la gran historieta nada sincera que preparó para el
momento trabajo, esperando alcanzar el instante moneda.
―Dioses no
hubieron en el segundo que pace siglos, espadas con filos degüello, dagas
espalda, lanzas, flechas y venenos. Regían creencia en las tierras de las
brumas eternas, mucho más allá del país sacro, cruzando cordilleras nevadas,
atravesando lagos infestados de horribles criaturas famélicas… La tierra donde
la vida no florecía, marchitaba…―Siendo interrumpido por espontáneo.
―Entonces
os referís a la aldea, aquí todo envejece y lo hace desde el minuto cero.―Y todos
rieron excepto el viejo Tuerto.
―Si tan
valeroso encontráis vuestra parla, podéis subir a las tablas y contar vos la historieta,
cuento o pequeñez, buen hombre.―Tensión reinara.
―Ya tengo
un empleo, engordar a la piara y sacrificar cerdos… Tranquilo, viejo, vos no
estáis en la lista.―De nuevo mofa, de nuevo risas.
―He viajado
por imperios de poderosos donde aprendí técnicas letales, la espada es mero
juego de niños… Me basta un brazo y una daga para tumbar a cualesquiera que ose
insultar mi porte, pueblerino. Si buscáis gresca, bien sabe el Altísimo que la
habéis encontrado.
El revuelo fuera inmediato a pesar
del poco número de habitantes, todos se apartaron de delante de las tablas
dejando pasillo reto, saltó ergo el viejo buscando al bocazas que no le perdió
cara…
― ¡Madre
mía! Es un titán.―Exclamó la tía Glorieta desde la
mecedora apalancada a la puerta de su hogar.―Llamad al alguacil de inmediato, o el
superdotado fulminará al viejo charlatán.
―No se
preocupe señora, pues soy habilidoso en el habla y letal con el hierro. ¡Es
más! Renuncio a daga o espada para batirme con mis puños asesinos, demostrando
que aquello que parlo, cuento, historio o empequeñezco es real… Preparaos para
la derrota, gordiflón, pues usaré la técnica oriental del dedo de la muerte.―Sonara un
oh unánimemente entre el sorprendido respetable conquistando ambiente.
―Sois
lengua y hueso, sólo eso. Dejad que os revele que vencí a la letal técnica de
la pezuña de gorrino, lo hago cada semana. Pero veo que insistís en adentraros
entre “nuberrones” (…) ―”Nubarrones” susurrara chivato.―Digo, nubarrones, empecinado en tropezar con alba que quita
alientos. Yo también reniego del hierro al poseer manos que son mazas… Cuando
gustéis, anciano. Os arrancaré alma tras amoratar carnes, un suplicio de
segundo y medio siempre y cuando no os dé por correr.
Cara a cara con luna foco, suelo adoquinado con tibia capa húmeda.
Uno plantado cual todopoderoso invencible por alzada increíble que insuflaba
respeto (…) Y el otro palillo, desgarbado y viejo. Con el dedo índice de su
derecha amenazando cual espada y sin dejar de emitir extraño quejido agudo casi
susurrado.
― ¿Os pasa algo?
― ¡¡¡Leña!!!―Vejestorio envalentonado.
Esquivó la izquierda directa inclinando su enclenque cuerpo
espanto, para pasar ergo por debajo de la derecha enrabietada en socorrer a su
hermana, para colarse entre las piernas de la montaña humana amaneciendo en su dorso.
Estiró todo lo que pudo su índice asesino, golpeando en las
blandas nobles del enorme que finiquitó arrodillado entre quejas. Provocando
ovación jamás escuchada en la aldea olvidada de la comarca del hambre, para
saludar anciano y gigante cual final de la función.
―Ha sido un placer actuar para ustedes. Prometo regresar cuando el
titán se recupera de la paliza. Sin más pretexto que procurar risas, se despide
este humilde servidor con sus colaboradores. No olviden la impresionante
función del mejor contador de historias, cuentos y pequeñeces, que en vez de
narrarlas las vive.
Otro poblacho más gozó del teatro, ese invento innato que
contempla la esencia humana en cada estrofa interpretada. Todo un lujo al
alcance de los muchos pocos parroquianos, en donde me incluyo.
® Dadelhos Pérez (La ranura de la puerta) 2016