Una de salmón
Micro relato de pescado bien
conservado…Sin lata…
En una ocasión conocí a un salmón pendenciero, aquel sí que era un pirado de verdad. Date cuenta que incluso llegué a pensar que se trataba de mestizo, que por sus frías venas corría sangre de tiburón, pero no de cualquiera, del gran blanco.
― Eso es imposible, Bacalao.
Lo sé… El muy jodido de la noche a la mañana se empecinó en
regresar a casa. Date cuenta tú, sabía dónde diantres había nacido, toda una
proeza teniendo en cuenta que si me enrollo demasiado olvidaremos incluso esta
amistad, Sardina. Lo digo por nuestra
evidente falta de memoria…
―Por eso mismo, ves directamente al grano.
Me convenció para que lo acompañara alegando que le esperaba
la pececita más hermosa de mares, océanos, charcas, ríos o lagos. Pidiéndome
encarecidamente que fuera su padrino de bodas.
De entrada supuse que se había tragado alguna alga en mal
estado, pero insistió describiéndome un auténtico paraíso que según me dijo
estaba al alcance de cualquiera.
Cruzamos la gran charca esquivando tiburones hasta alcanzar
la dichosa seca, ya sabes que nunca me gustó la costa ni en vacaciones al
infectarse de turistas. Que si la familia entera de las lentas medusas, esas
haraganas que nunca nadan, se dejan llevar provocando los malditos atascos en
la corriente principal.
Lo extraño fue que teníamos que nadar por la dulce a
contracorriente, cruzar llanos, ascender montañas hasta alcanzar su hogar.
Sinceramente, me fijé en su porte y no descubrí ninguna extremidad para lograr
tal imposible, y eso que desfilaban hacia el dichoso riachuelo miles de ellos.
Auténtica manada de locos nada cuerdos.
Le dije que no podía entrar en aguas dulces y marchó junto a
sus hermanos en busca de la dichosa pececita, que con toda seguridad debía
estar para secar pan frente a tanto pretendiente.
― Eso sí que es un manjar, comida seca. Sólo unos pocos se la
pueden permitir… ¿Y lo consiguió?
Verás, uno de ellos no quiso continuar alegando que no le
iban para nada las pececitas, y me contó que atraviesan media tierra hasta un
lago para masturbarse sobre los huevos que dejó la hermosa y después morir. Fue
cuando le dije que aquello no tenía ni aleta, ni cabeza, ¿y sabes que alegó?
―Tratándose de un pescado invertido, no tengo ni idea. ¿Loca?
Nadarías toda una vida para culminar tus sueños, ¿verdad? A
pesar de morir sin haber saboreado ninguno. Ellos hacen lo mismo en parcas
semanas, eso sí, alcanzando la meta de su existencia.
― ¿Qué meta?
¿Cómo dices?
―No sé, ya no me acuerdo.
Sabes, en
una ocasión conocí a un Salmón pendenciero…
P.D Quitando la mala memoria de los
peces (2 segundos) y lejos de los malos chistes, la vida del salmón resume
todas las existencias (es posible que se trate del eslabón perdido) Una epopeya
resulta su viaje dejando innumerables bajas por el camino para amar y morir o morir
por querer amar… El ser humano (al menos, algunos) pasa toda su existencia en
banalidad consumista y crítica recelo. Estos no nadan siquiera a favor de la
corriente ni mucho menos se dejan la vida por alguien, o como en el caso de los
salmones, por un anhelo idealizado pagando alto precio.
Breve de pescados bien conservados aun exentos de lata… Me
despido no sin antes desearte de las buenas las mejores con un hasta entonces,
hasta ahora.
Dadelhos Pérez