martes, 2 de mayo de 2017

A propósito de…


Atamos cabos con pasmosa facilidad dejando en el dique seco trazas significativas que nos definen dentro de cualquier conversa. Lo que muchos técnicos acuñan como el lenguaje no verbal o revelación de las otras verdades.


Sin duda son pequeñeces que no trascienden más allá de ínfimas taras o desacuerdos con nuestras dos personalidades latentes que nos conforman (el coleto y aquella persona que creemos ser, o al menos, queremos que vean el resto de nuestros semejantes)

El primer “defecto”, al cual podríamos llamar desacuerdo, florece en los que no han experimentado una gran evolución en sus vidas. Y cuidado, no me refiero o menosprecio el avance vital de cualesquiera, pero cierta es la certera que reza: “El actor en la vida anda sujeto al escenario donde le toca actuar” (cosecha propia). Aclarado el punto que podía empañar mi argumento, procedo.

Describirse frente a conocido o amigo que no ves en décadas, aterriza de lleno en confesión velada, involuntaria, donde resbalan aquellas gentes faltas de evolución. Cosa que redundan inconscientes sin ánimos de importunar.

Repiten que son buenas, ningún mal anida en sus almas. Si hirieron o se equivocaron fue por culpa de terceros (para seguidamente) desollar a los no presentes tratándolos de enormes ignorantes en aras del pretexto necesitado por ofrecer una imagen inmaculada.

Sin embargo las personas evolucionadas que se vieron obligadas a reinventarse o sucumbir (auténticas tragedias) suelen despersonalizar la charla por el hecho de entender que de sus errores y aciertos recorrieron abrupto, no mostrando tarjeta ególatra con papel hipocresía. Puesto respetar verdad o mentira ajena no acarrea pecado. Cada cual es dueño y señor de sus actos, y antes de señalar, comprender.

Podría extenderme unas quinientas páginas desgranando obviedad que para unos llegó desde la lectura o cita aireada en barra de bar, y para otros revino de sus propias experiencias, en carne viva. Sin duda la gran diferencia.

PD. Saber todos los refranes del refranero no te convierte más qué en alguien que los conoce pero jamás los experimentó al completo. Gracias a mi mundo actual estoy rodeado de gente fogueada que no arranca conversa situándose en el centro del universo. Ojo, desde ateos convencidos hasta sacerdotes (las creencias no son barrera)

Pero cuando tropiezo con la hipocresía me desaliento y no por nada, sólo soy consciente que esa charla será superflua y es mejor no continuarla pese haberla iniciado.

De palabra cosechada en el campo de batalla, me despido no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.


 Reflexión propia: “Aquel que mal habla siempre se retrata.”

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