miércoles, 10 de mayo de 2017

El raciocinio del ateo



El eje del avance nace de la incredulidad por mucho que le pese algunos, pues el incrédulo actúa de forma contraria al creyente cuestionando todo lo que le rodea.

Primero diseccionar términos brevemente:
  • Ateo (que no cree en ninguna deidad)
  • Agnóstico (creyente que no cree en el gnosticismo)
  • Gnosticismo (creencia en las magias o milagros religiosos. El gnóstico más relevante, San Pedro, el primer papa.)

El ejemplo más palmario que muestra la mecánica vital del incrédulo lo podemos encontrar en la interpretación de las santas escrituras de un tal Jesús.
Aquel Rabí (Jesús nunca fue cristiano, es obvio) agarró los sagrados salmos re-interpretándolos de manera acertada. ¿Por qué? Pues es muy sencillo, puso en tela de juicio lo sagrado interpretado por la élite, dándole otro significado aun partiendo desde su fe, por supuesto.
Su acción sería comparable a que hoy saliera cualquier iluminado por la caja tonta (televisión) anunciando a la cristiandad que su credo no está debidamente interpretado en base a lo que fuera. Con toda seguridad lo tacharían de loco sin llegar al extremo de crucificarle.
Con esto pretendo pincelar ciertos rasgos idénticos que poseen la mayoría de los ateos (que no agnósticos, pues no es lo mismo) la duda sirve cuestión que es respondida para reglón seguido preguntar de nuevo entorno a la respuesta hallada, avanzando de esta manera en aquello que denominamos evolución, ya sea en medicina o informática. Siempre dejando entreabierta la puerta al descubrimiento.
Nosotros, los ateos, no concebimos que el misterio de la existencia sea una bonita historia escrita por y para el hombre. Los dioses siempre fueron herramientas de domesticación y explotación del hombre sobre el hombre cerrando las puertas al razonamiento, ojo, al razonamiento alejado del ego humano, pues somos una mota de polvo efímera en el universo. A consciencia de que habitamos en exclusiva en nuestro mundo o sociedad.
No existe un dogma o breve prospecto representativo de este movimiento porque nunca fue tal cosa, ni persiguió meta alguna. Es más, no tenemos nada en contra de cualquier credo siempre que no afecte nuestra existencia. Es decir, aquellos convencidos de que las piedras hablan y cuentan chistes (exagerando el asunto) no pretendan sustentarse con la caja común cual ladillas o intenten convencernos para adjudicarse nuevo diezmo en su sopa boba. Nuestro ateísmo ni contempla, ni practica tales praxis.
La irreligiosidad abraza la magnificencia de la existencia reconociendo la cruda realidad del ser humano. Abogamos por seguir explorando cauces, siempre dados a la conversa, alejados de extremismos pantalla (o cortinas de humo) por la necesidad humana que emana de nuestra curiosidad respetando el entorno vital que nos permite justamente eso, vivir.
En el plano personal, simpatizo más con la deidad del astro rey que adoraban antiguas culturas, pues al menos reconocían que esa estrella fue, es y será la que hace posible la vida en el insignificante pero maravilloso planeta azul. Aunque esto es mera simpatía al seguir siendo lo que soy, un ateo incrédulo que no deja de buscar contestaciones a millones de preguntas.

PD. La vida la vemos desde nuestra condición humana a pesar de la trascendencia o capacidad que poseemos. Sabemos más de cualquier animal que ellos mismos, observamos más allá de nuestra constelación, hemos vencido enfermedades, construido una red de comunicación de ciencia ficción y seguimos avanzando a paso ralentizado por culpa de nuestro mayor cáncer, el interés de unos pocos inmovilistas.
Si el ser humano abandonara humos, fronteras, banderas e inclusive mercados; retomara economías productivas bajo un único país llamado tierra, es posible que alcanzaramos a contestar preguntas que hoy ni se nos pasan por la imaginación.
Esta es mi versión o raciocinio del ateísmo, o simplemente de este humilde ateo. También existen ateos enfrentados a la religión que necesitan de un enemigo, no lo niego; pero a grandes rasgos interpretamos a cualquier persona como ser humano, vista sotana, uniforme militar o harapos de vagabundo. A postreras todos somos lo mismo indiferentemente de lo que tengamos en la cabeza.
Como apunte curioso que muestra nuestra auténtica naturaleza, las guerras no son patrimonio exclusivo de la humanidad puesto nuestros primos hermanos (los primates) también las practican.
Cumpliendo deseo de quien opinión pública me requiriera, me despido no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.