martes, 9 de mayo de 2017

Las edades del tiempo




Llegaron a primera hora, tal y conforme se acordó en la última reunión. Siendo del todo sincero, nunca pensé que fuéramos capaces de cuajar el asunto, sobre todo tras las repetidas disconformidades por parte de don Arturo (refinado cacique negado a cambios) ya que no paraba de señalar su ombligo deidad sin atener a razones.
Cinco de dispar procedencia en las tripas de la taberna entre caminos, lejos de ojos indiscretos al conocer la delicada situación por donde transcurrían las peores intenciones por los idénticos momentos. Así se presentó la única oportunidad de ultrajados y déspotas para nivelar la balanza evitando la catástrofe en la edad temprana, frente a posible nuevo amanecer, o en la oscuridad gris de repetir las malas edades del tiempo, sonando sables en la barriga del país...
No podemos permitir que ensoñados manifiesten barbaridades que tergiversan la realidad del país, señores. Romper la hegemonía repartiendo tierras aquellos que jamás se esforzaron por crecer personalmente, resulta un suicidio económico que nos condenará a todos.Siempre a la defensiva, sin pizca de apreciación sobre aquellas realidades que le sonaban a chascarrillos.Tal vez acelerando nuevas cosechas, quizás incrementando personal en las minas, cualquier cosa dentro de nuestras posibilidades, señores. Deben entender que somos dueños de nuestras palabras como esclavos de nuestros acuerdos.
Es tan sencillo como mantener la paz en su casa, don Arturo.Intervino el señor de los pobres.Si no alimentara a sus hijos descuidando su vestimenta, aseo y educación durante décadas; ¿qué carajo cree que harían? ¿Quererle con más ahínco?
Sus falacias encendieron esta mecha que no alcanzará el explosivo que merme lo impuesto, y usted lo sabe. Hay intereses extranjeros en nuestras vitales empresas nacionales, una revuelta del pueblo alertará a terceros que no tardarán en enviar a sus soldados para socorrernos (…) Mejor dicho, defender sus capitales. La alucinación colectiva a la que somete con su verborrea al poblacho, sólo garantizará más sufrimiento.
Nos pide que muramos de hambre sin quejas, sentados en la desolación de nuestras chozas, observando cómo nuestros hijos desfallecen por el simple hecho de que los intereses de la cúspide están repartidos entre las cúspides. Se equivoca, don Arturo. Morir, moriremos de todas formas, alzando hierro o guardando silencio. Si tenemos que escoger el cómo, mejor en la trinchera que en el anonimato frente a aquellos que prometieron y se vendieron a las hordas económicas extranjeras tras saquear el esfuerzo de todos.
¿Es su última palabra?
No, es su último desmán.

PD. Las guerras parten de simpleza que cualquier infante comprendería, ergo vienen los disfraces, las medias verdades y finalmente la enorme mentira. El hambre es el primer factor que afila cuchillos por encima de ideales, religiones o cualquier excusa que interpongan ambos bandos.
En la anciana España conocemos muy bien las constantes caídas al infierno por culpa del atropello desmesurado de las falsas élites, se repite a lo largo de nuestra historia. Es verdad que luego vino aquello del diablo está enfrente, azuzando al odio desmesurado desde lo más falaz que sólo insufla enfrentamiento en frustrado intento de erradicar a cualquiera que no piense igual. Vamos, creyéndose auténticas deidades, prohibiendo cierta lectura y estrangulando incluso el derecho a reunión.
En la segunda república quemaron iglesias, es cierto, tanto como que la quema de templos se remonta a 1900, lejos de la contienda que diseccionó al país gracias a la otra gran mentira que pululaba por Europa, los países democráticos le dieron la espalda a la legalidad hispana no por temor a los nazis o italianos (dictaduras) sino más bien por mantener su estatus económico dentro de las fronteras españolas.
Puede que se salven de la quema los franceses, ellos también padecieron un cambio radical ganando las izquierdas (lo mismo que en España) y sin embargo no estalló ninguna guerra civil, ¿por qué?
Puede que no existiera tal monstruo rojo en la España republicana y la maniobra se redujera a motivos económicos y de poder... El frente popular (izquierda española) estuvo meses en el poder hasta que estalló la guerra promovida por aquellos que perdieron el bastón de mando. Así de sencillo. Nunca fue cosa de idearios por mucho que lo quieran disfrazar algunos.