miércoles, 10 de mayo de 2017

Hay momentos


Hay momentos que sientan de lujo si se sirven en ensaladera con aceitunas deshuesadas, un orujo para paladares refinados y buena compañía que produzca sensación amena más que sea desmontando a quien no está presente.
Somos lo que somos y no pretendemos ser otra cosa, eso sí, vale disfrazarse como si todo el año fuera carnaval. Pero ojo, no ese donde cuerpos deseo bailan al son de lo que sea pues no escuchamos ritmos por seguir el contoneo perfecto de las perfectas contoneándose.
En parcas nos colocamos el babero de la santa hipocresía persiguiendo o proclamando nuestra fe ciega en lo políticamente correcto, corrigiendo comportamientos ajenos desde la distancia ignorancia pues nuestra mente (esa misma encharcada de ego) resulta estar a la altura de la mismísima providencia.
Y aquellos que se apartan de la sinrazón razonada por eruditos aleccionados en chismorreo profesionalizado que garantiza risa floja y eterna falsedad, se vayan a una isla desiertas a solas para asolarse con su frustrado y extraño intento de que rija la compostura. Son gente extraña que dice lo que piensa o simplemente calla, no soporta los ataques gratuitos para reglón seguido escuchar la coletilla... “No me meto en la vida de nadie.” Dejando patente que lo que sí hace es no salir de ella.
Con todo esto quiero dejar a las claras que sembrando aire en la arena solo se consigue hacer el gilipollas y perder la mañana. Por eso prefiero momentos lectura en tiempos vanos que esos ratos amenos, sentado frente a ensalada con aceitunas deshuesadas, un orujo repipi, hipocresía sobre la mesa y tontería noña tras escuchar las bondades de quienes están, frente a los pecados fabulados de quienes no pueden defenderse por no permanecer.

PD. Evolucionar no es disponer de capital, tener un mejor carro o una pantalla de millones de pulgadas con sistema de seguridad asegurado y airbag (que no sirve para nada pero cuidado, lo tiene y la tuya no)
Evolucionar transita necesariamente por entender el entorno que nos rodea desde la empatía y el razonamiento. El mayor daño puede que sea no percatarse de la viga en el ojo propio inventando paja en el ajeno (y dije bien) inventando, no viendo...
Una pataleta que creí superada cuando cumplí los veinte y la vida me vuelve a sorprender a los 46, reencontrando el lado más nefasto de la santa juventud en la madurez rechazada por quienes cumplen años y arrugas, aferrándose a la ensoñación de los imposibles 25 con la niñeada de lanzar falacia gratuitos...Qué le voy hacer, hay gente para todo, ¿no?
Me despido agarrando mis maletas, a mi chica y todos los libros que pueda cargar, pues me pierdo en esa isla desierta donde creo me corresponde. Eso sí, no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.