Crucé los fuegos gélidos de sus ventanas del alma con mis ojos, segundos antes de caminar hacia ella. Recuerdo con perfección aquella escena por las sensaciones que siguen perdurando, los cánticos marítimos del crepúsculo bajo la batucada del crepitar de la hoguera en playa. El aroma salado mezclado con el perfume de la hermosa diosa, las animosas caricias de la brisa aliada con los vientos desatados en mi pecho. Fue el sumun del innato sentido del ser humano orquestado por las inocencias gobernantes en la efervescente adolescencia.
Cuando mis pies alcanzaron su altura mi corazón desbocó, temblaron mis carnes eclipsando el habla, los gestos, el ansia del acercamiento corregido por ella, como siempre.
No dijo nada, no lo necesitó. Me enseñó sus palmas sin poder evitar el descontrolado temblar de su barbilla pese al acuciante verano. Daba la impresión de frío, aunque yo lo traduje en nervios ante lo gratificante y novedoso, no podía ser de otra forma.
Y habló.
-¿Qué dijo?
Susurró con dificultad, a muy bajo tono, casi inaudible. Soltó "por favor" repetidas veces. Confieso que me hizo dudar.
-¿Por favor? ¿A qué se refería?
Verá, doctora. Dentro de cualquier definición siempre prevalece lo más superficial, es defecto por la síntesis que olvida las entrañas centrándose en lo más notable del mensaje. Por ejemplo, si se trata de una prenda basta con etiquetarla con el color y la marca, su procedencia junto a la atrocidad que impone a los trabajadores ni se menciona.
Ella se enfrentaba a la novedad al igual de quien le habla, con evidente diferencia. Para la hermosa pasaría por eterno, mientras yo tuve la oportunidad de perfeccionarme alcanzando la cúspide.
-¿Fue su primera víctima? ¿Cuántas han habido?
No las rememoro todas, soy un viejo atrapado en recuerdos reinventados tantas veces, que no distingo la realidad de la ficción. Pero con respecto a ella, la primera, todo se mantiene fresco, latente e incluso vivo.
Cuando la besé, por ejemplo, sentí su amargura, llanto, desesperación que supe calmar gracias al filo del cuchillo. La primera punzada liberó sus tripas sin que mis labios se despegaran de los suyos. Quisé besar su espíritu cual acto puro de amor al ir más allá de la carne, a su alma, su verdad, ¡su esencia!
Y alcanzando el límite de la existencia, su vida, logré besar lo muerto de lo vivo uniéndonos por siempre. Más allá de lo mundano o divino, rompiendo las cadenas impuestas por la condición orgánica condenatoria que nos convierte en pecado que respira.
Así de fácil. Así de complicado.
-Nunca saldrá de aquí. Usted no padece ninguna demencia, es la maldad encarnada. Mi evaluación no se prestará a su locura.
Se equivoca, doctora. Me ha escuchado, le he inoculado la verdad que niega y gobernará sus sueños. Los mismos que transmutarán a pesadillas otorgándome la libertad alimentada por su miedo.
En mi mensaje predomina lo mollar desechando la síntesis, señora. Nos vemos en sus pesadillas, mi lindo juguete.
Pronto besaré sus labios.
©La Ranura de La puerta.
RECOMENDACIONES:
CAMINARA (micro/poético)
AGRESTE IMPOSIBLE (micro/medieval)
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