-Se ha convertido en un ritual a fuerza de repetirlo, sin apenas darme cuenta. Primero, mezclo los diferentes granos de café recién tostado dependiendo del día. Si las nubes se empeñan en estropear el lienzo celeste como hoy, suelo decantarme por la intensidad africana con pequeñas motas brasileñas. Lo muelo a la vieja usanza con el único fín de saciar mis manías y relleno la cafetera procurando no prensar el producto en demasía, pues de hacerlo, el resultado desvirtúa su natura mellando el sabor, nunca el aroma. Luego, prendo la leña y dejo que el fuego haga su trabajo. Hierve el agua naciendo la divinidad de todas las bebidas, el endiosado elixir con su justa corona cremosa. El café perfecto.
-Toda una aventura, don Mateo. Su controlada vehemencia vislumbra más devoción que afición. Meticulosidad de fiel enamorado, claro está, en el mejor sentido de la expresión.
El viejo anfitrión, don Mateo, sirvió sendas tazas de porte humilde destapando el azucarero tras disponer las cucharillas sobre la mesa. Dedicó tierna mirada paternalista al joven rocoso para añadir con tonalidad pausada.
-En cierto sentido podría clasificarlo cual obsesión. Aunque agarrando similitud no muy bien casada, pasaría por colesterol del bueno. Verá, todo ser vivo busca la válvula de escape que mejor se adecúe a su naturaleza sin importar su dedicación, verdad o mentira. Viene a ser el juego adoctrinante de nuestra niñez en novedoso formato, afición. Nadie puede escapar de sí mismo. Hay presidentes jugando a jardineros y jardineros locos por el coleccionismo, por ejemplo. Seguro que usted también practica cualquier vanal capaz de llenarle.
-Me temo que no. Soy uno de esos tipos desviviéndose por su trabajo. Ya sabe, un fracasado, negado frente a la vida privada del todo inexistente.
-Le acompaño en el sentimiento, no hay peor castigo que el decrecimiento personal. Al menos le consolarán los años activos que le quedan por delante. Anda lejos del fantasma de la jubilación, su prueba de fuego, si me permite el descaro. No quisiera incordiar en nuestra primera reunión de negocios.
-No se preocupe, la sinceridad cruda goza de buen presagio. Hablando de negocios, creo que zanjar la pequeña encrucijada aquí y ahora nos beneficiaría. Es más, debimos mantener mucho antes esta reunión, el precio ha sido demasiado elevado.
Don Mateo rescató un habano de la caja sita junto al cenicero embocándolo ralentizado, sin prisa. La llama almendrada del encendedor colapsó con el tabaco ahumando rápidamente la diminuta habitación, le bastó con un par de caladas.
-Hijo, soy un vejestorio chapado a la antigua, así me adiestraron. Cuando era un mocoso tuve el enorme placer de conocer al mejor de nuestro gremio, mi padre trabajaba para él.
Recuerdo la mañana de las prisas, mi viejo me arrancó de la cama apresurado, sudoroso, del todo perdido. Partimos hacia el aeropuerto para agarrar un avión que bien podría bautizarlo como libertad. Los matones de don Pablo Escobar interceptaron nuestro taxi como si se tratara de una película yanqui de bajo presupuesto.
A las doce en punto mataron a mi padre en el patio trasero de la mansión de Escobar, que insistió en que presenciara la ejecución.
Con todo esto quiero transmitirte la nobleza que siempre ha habido en el jodido negocio, muchacho. Mi padre y el mayor capo de la historia moderna, compartieron trago mientras negociaban mi destino, el destino de todos los hombres que trabajaban para papá.
Escobar acabó con su vida ocupándose de la mía, nunca me faltó nada desde entonces.
Esa es mi ética. En este negocio se liquida por necesidad, hijo. Lo que tus muchachos han hecho es pura demencia.
No somos animales.
-Es una buena historia. Don Pablo Escobar, el rey del mambo hasta que le dieron caza. El muy jodido no hizo gala de esa supuesta nobleza cuando le llegó el momento.
-Suele ocurrir si el adversario carece de ética. Hizo lo que debía en aquel momento, morir matando. Sin embargo, no necesitamos llegar a tal extremo. Este es el trato. Quiero la cabeza de tus pistoleros inberbes, que te largues de la ciudad y recompenses generosamente a las viudas de los muertos. No pido demasiado.
-¿Y de lo contrario?-Descansó su revólver en la mesa sin soltarlo.-¿Qué hará?
-De momento, te he invitado al mejor café del mundo. Luego, como no puede ser de otra forma, escuchar tu postulado y decidir.
-Muy inteligente. Solo deseo una cosa, viejo. Tu silla.
-Muy barato, ¿no crees? Te las daré todas, las seis. Donde incluyo esta mesa, el tresillo y los estantes de la pequeña biblioteca. ¡Qué coño! Todos los muebles de la casa. Que no se diga. ¿Contento?
Encañonando al sesentón sin levantar el hierro de la tabla, degustó el café abducido por su intenso sabor.
-Me gusta, es realmente bueno, excelente.-Descansando la taza en la mesa.-Me temo que no estoy para bromas, don Mateo. Antes de acudir a nuestra cita mandé a mis muchachos, a todos. De cumplirse el plan, a estas horas sus adeptos son pasado. Me basta con su retirada, digamos que le doy la oportunidad de jubilarse. No sé, qué tal terminar sus días en una de esas residencias. O puede que le apetezca más viajar, conocer mundo. Le dejo escoger, yo también tengo ética, un corazoncito que late.
-No has entendido nada. La partida terminó hace mucho, prácticamente en la primera mano. Cuando decidiste jugar a la guerra en el barrio, torturar a López y decapitar a mis reclutas. Ni siquiera te preguntaste porqué la policía no movió ni un solo dedo, típico de novatos, enfermedad que sana a base de gregar evitando los filos, las balas y las bombas lapa.
-¿Qué intentas decir? ¿Te jubilas o te jubilo? Decídete.
-La calma en las calles debe prevalecer para que siga el negocio. Y tú, mi querido treintañero, partirás con nuevo saldo, a cero. Justo como experimenté a tu edad. Me senté frente al viejo, don Nicola, descansando hierro en la tabla, escuchando sus palabras sin tomarlas en cuenta. Soy el infructuoso desastre de una mala decisión que jamás decidí. Pero es rima para otro verso que tendrás que aprender por ti mismo.
-Creo que divagas, viejo.
-Hoy moriré, chico. Es el precio pactado para salvar a los míos condenándote. Supongo que no necesitas más explicaciones, ¿verdad? Aún puedes cambiar tu sino, olvidar toda esta mierda y vivir de verdad. De lo contrario, no tardarás demasiado en invitar a café al próximo maldito. En tus manos queda.
"...Fuera danza muerta pues muerte designa cuando su diestra dueña del hierro, alza vuelo con dulzura perversa. Y el viejo marcado, caló del habano sin pestañear mínima duda, abducido por la escena macabra de sus finales cual sediento enfrentado a la deseada cristalina, la paz que le fue esquiva o la gracia divina del incrédulo creyente, frente a la prueba irrefutable. Su muerte.
Estática quedó la que encañona, la plateada dueña de futuros silencios. Y fuera lo injusto deseado, al bajar su índice al extremo verdugo del gatillo averno. Presionando la palanca del olvido, pariendo fogonazo finiquito con rápida sinsentido que atravesó la frente añeja, el credo nobleza, otorgando la paz eterna aromatizada por el mejor café del mundo..."
Así lo recuerdo, con lírica que suaviza mi pecado, uno de tantos.
Don Mateo logró el ansiado descanso y yo heredé sus cadenas.
Pasé años sentado en el trono, comprando a políticos y policías. Con suma brevedad, llenando el saldo que heredé a cero.
Aprendí a apreciar las pequeñas cosas como el café, esa maravillosa ciencia perfecta, hijo. De hecho, la mezcla que he utilizado para esta ocasión abarca varias gamas, de una punta a la opuesta del planeta. El inconfundible aroma de la hermosa Colombia cual base, un cuarto de granos venezolanos que aportan ese amargor tan genuino y pizca de canela. No es un café elaborado dentro de la ortodoxia, pero cómo dijo don Mateo, cada cual encuentra su válvula de escape adecuada a su natura.
-Una romántica historia, don Roque. Este es el trato. Quiero su sillón, su corona.
No esperaba menos, chaval. No esperaba menos.
©La Ranura de la Puerta
Todos las historias publicadas en este blog son fictícias y originales.
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