Es una de tantas manías que con el tiempo ha ido reinvindicándose porque siempre estuvo presente.
Se manifiesta.
Cuando la juventud reina lo hace compartiendo trono con el miedo, y uno procura corregir lo incorregible para ser aceptado. Pero solo consigue reprimir autenticidad, encerrar al lobo que nunca fue y termina escapando del claustro forzoso para aullar a la luna, a la vida.
-¿Qué tiene que ver conmigo?
Muy ególatra por su parte, las circunstancias mandan sin propuestas, solo precipitan hacia cualquier salida por muy desesperada que sea. Entiendo su postura, es reacción típica cargada de tópicos, como no puede ser de otra forma. La condición humana.
Verá, lo llevo en el tuétano, es inherente a mi persona. Al principio me convencí abrazando lo políticamente correcto hasta percatarme de que es un disfraz, las personas son lo que son adheriéndose a tal corrección, copian al adolescente integrándose en el grupo. Como le dije, hasta albear la natura a manos de la madurez.
En mi caso, llegué a pensar monstruosidades del monstruo pese a su inofensiva imagen del espejo de cada mañana, o la invisibilidad que sufro al pasear por la calle guardando entre mis ropas su cuchillo, en mi mente neta obsesión y en mis noches demasiados remordimientos. Y sería como suena, a pura demencia, de no ser por la condición de las gacelas, mis presas predilectas. Como usted.
No hay mejor escape que trinchar culpables, suaviza mi eterno enfrentamiento con la puta voz, el monstruo, pues silencia durante semanas. Un alivio, créame.
-Está como un cencerro.
¿Loco? Es una posibilidad, sí. Una posibilidad que se desvanece frente a la demencia adversa como la suya. Un buen tipo, integrado,con trabajo, familia, cervezas tras la jornada laboral en la cafetería de la esquina y la hipoteca cual culmen del paquete de lo normalizado. Luego queda lo oculto que solo muestra a las desgraciadas, adolescentes inocentes con sueños de cuento de hadas.
Dígame, ¿desde cuándo las colecciona?
-Lo dicho, loco de remate. Coja mi cartera y déjeme marchar.
Lo tiene en el tuétano e intentó combatirlo hundido en su secreto, sin acudir a un profesional, sin aceptarlo. Caza, tortura y mata, jurándose que no volverá a suceder, pero sucede.
Recorre por sus venas el dulce amargo del recuerdo, reviviendo su paraíso que fue sepelio para tantas menores y vuelve al deseo. Espera, duda y escapa rumbo a los descampados, cerca de la zona de ocio. Y vuelve a ocurrir tras descartar a las más maduras por su enferma dependencia por las infantes, ¿verdad?
Sea franco conmigo, de monstruo a monstruo, ¿cuántas?
-¿De dónde lo ha sacado?
¿Qué más da? Solo lo sé, conozco su verdad.
Dígame, ¿cuántas?
-Demasiadas. No puedo parar, no quiero hacerlo, lo necesito.
Lo sé, por eso vine.
¿Dispuesto para el perdón?
Yo estoy ansioso por perdonarle, sacar de sus entrañas a su monstruo alimentando al mío.
©La Ranura de la Puerta
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