Dulce fuera el amargo que quedó restante, amarrado al recuerdo, al fatídico instante del capitulamiento del sueño, paraíso. Cual dueño perdido por la falta de rememorar el antes al después que quiebra, me rompe y sume en las brumas del dolor renacido cada noche. Hasta recordar lo dulce que lamentaba y ahora abrazo por habernos vivido.
Y hoy, en día caluroso hundido en el invierno, vuelvo al campo silencio donde habitan demasiados pasados. Para recorrer sus calles asfaltadas de drama, girar en la tercera y frenar tranco frente al mármol que te guarnece. Soportar incipiente sobrecogimiento hasta recomponerme, y recitarte en susurro sincero, sin peros o trampa terrenal, un te quise que amaga un te quiero eterno, inmortal.
©La Ranura de la Puerta.
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