Un manto llamado deseo (erótico)
orprenden nuevas en las rancias de día clon
repetido durante décadas calco, cuando embarcó cabizbajo en el bus 11 siguiendo
la rutina descafeinada cual cuchilla asesina con nombre propio, monotonía,
después de besar los labios de su esposa piedra al igual que su porte
finiquito.
Compró billete para adentrarse en la poblada
panza del vehículo hasta el final, donde quedó plantado junto a atractiva joven
al no existir asiento desocupado.
Ella, encarada a la puerta trasera se agarraba
con la izquierda de la barra, mientras él permanecía a sus espalas haciendo lo
propio con la del techo.
Los pequeños accidentes suelen quedar en
anécdota sin investigar el eje de su naturaleza. Y el roce involuntario del
periódico enrollado que llevaba en la mano sobre el glúteo perfecto de la
despampanante, provocó mirada inquisitoria menguada a grata sorpresa al
descubrir el rostro de quien no se enteraba. Silenciando la queja para mirar al
frente sin comprobar qué la rozaba, al desear que fuera lo que imaginaba
dejándose llevar por anhelo carnal de sueño fervoroso con lo excitante del
despierto. Y él, amargado atrapado entre muros de hielo, buceaba por el coleto
intentando encontrar solución marital que devolviese llama.
No se conformara con la mojada que encendía
sus adentros imaginando el órgano que la pretendía, dando paso al descaro tras
morder delicada su labio inferior, para con disimulo desvergonzado dejar caer la
mano rozando la entrepierna del tristón adormecido que despertó
anonadado…
― ¡Dios! ¿Qué hago?―Pensó incrédulo mientras
firmes plantó la que dudas no albergaba.―Soy un hombre casado…
Del toque delicado al agarre sin tapujos
comprobando firmezas encendidas que la abrasaron, para cazar cremallera que
deslizó ralentizada abandonando bobadas, víctima del manto deseo, y meter mano
adentro para acariciar glande poderoso sin que nadie advirtiera lo desfasado de
ella y lo permisivo de él.
―Bajo en la próxima parada.―Comentara la dama
tras retirar mano.―No digas nada, si te apetecen mis pieles sigue mis pasos
hasta mi casa. Sin preguntas, tratos o amagos. ¿De acuerdo?
Y así procedió.
La intimidad ganada al cierre de la puerta en
el apartamento de los delirios, no interpuso más conversa que el arrojo
desenfrenado de la ardiente fémina que clavó rodillas en suelo pecado, bajó la
cremallera de los tejanos para rescatar de la celda a la
rocosa…
Beso tierno en la punta rosada para tratarla
cual caramelo, agarrando porte delicada y en su boca zambullirla, sonando las
delicias gemidos del ahora renacido…
Tarde consumiera en aras del orgasmo,
regresando entre culpas aun revivido al hogar aburrimiento, besar a la de roca,
cenar, sentarse en el tresillo y despertar, cuando su conyugue se acachó para
recoger cualquier cosa mostrando sus perfectas posaderas (…) manto deseo
regresó, acariciando a la de piedra que resultó de carne y
hueso…
P.D. Una traición nunca es buena si el traidor
está de espaldas al problema y busca solución escapando de él, pues lo único que
consigue es trasladarlo al no enfrentarse por cobardía.
Sin embargo en manos de entregado suele
convertirse en aflicción, o cómo en este caso, detonante para reencontrar la
senda (los menos)
Es verdad que me pasé con el picante sobre
omitir del texto casi toda la escena sexual en aras de no
molestar.
Ah! Yo he sido en parcas ocasiones traidor (2)
pero traidor entregado que confesó en el momento (odio mentirme) Todas las demás
señaladas por terceros nunca sucedieron, fueron fruto falaz de mentes enfermas o
espíritu pobre (tema interesante digno de tratar)
Sin más, me despido para coger el bus 11 de la
ensoñación totalmente desnudo, no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un
hasta entonces, hasta ahora.
©Dadelhos Pérez